Proyecto para la educación sobre higiene y seguridad en escuelas rurales dependientes del Ministerio de Educación de Córdoba
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- El 11 abril, 2005
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Higiene y seguridad en el campo
El accidente ocurrido y la muerte de una mujer al caerse de un tractor, la fatalidad de un peón tragado por una arrolladora, son hechos graves de semanas atrás ocurridos en el trabajo de campo, que han hecho que nuevamente piense en la falta de seguridad que encontramos en nuestros campos.
Desde sus comienzos, la República Argentina fue un país agrícola-ganadero. Es en la década del ’50 que una parte de producción comienza a industrializarse, pero aún sigue habiendo una gran cantidades de trabajadores en el campo. A diferencia de lo que ocurre en la industria, se carece de estadísticas para evaluar las patologías, ya sean accidentes o enfermedades relacionadas con el trabajo, y esto debe a múltiples factores.
La falta de estadísticas hace que no tengamos bien en claro qué es lo que está pasando, aunque estoy seguro, que junto a la construcción, el sector primario agropecuario es el de mayor cantidad de accidentes y el de mayor cantidad para controlar.
Si bien las dos principales leyes sobre el trabajo, la Ley 19.587 y la Ley 24.557 son abarcativas, es decir que de su espíritu se desprende que toman todos los ámbitos laborales, hay actividades que por sus características son difíciles de encuadrar, por lo que a esta actividad en particular se le ha tenido que dar un marco legal especial.
Es en la industria, el comercio y otros rubros, en donde el individuo tiene un lugar físico constante, o con poca variabilidad, y un horario bastante bien establecido, donde se pueden aplicar mejor las leyes vigentes.
Son variadas las causas que hacen que sea difícil conocer en forma fehaciente qué pasa en nuestra “sociedad rural”, y sin sistematización previa, trataré de analizar algunas de ellas.
Nuestro inmenso país tiene variadas regiones, con características y climas muy disímiles. Tenemos en él las más variadas razas, las autóctonas y las que han venido de todas partes del mundo, que a su vez se han mezclado en un crisol, dando características diferentes a las originales. Estas diferencias regionales y raciales hacen que se tengan costumbres distintas de trabajar. Todo esto dificulta una sistematización de las normativas, y las tareas de seguimiento de la higiene y seguridad.
Si bien los predios rurales en muchas ocasiones son vendidos con los viejos empleados, cuyas familias han permanecido en el campo, en una suerte de continuidad laboral, hay tareas rurales para las que se contrata una mano de obra golondrina, conformada muchas veces por indocumentados de nuestro país, de educación limitada, de provincias menos favorecidas económicamente o de países limítrofes que ni siquiera tienen una residencia constante en nuestro territorio, y que son explotados sin que se llegue a saber qué derechos tienen.
Los accidentes son considerados por los trabajadores como parte integrante de la labor que están realizando. Es así que cuando un domador es golpeado por un caballo, a este infortunio se lo considera como una consecuencia lógica de la tarea, y tomar precauciones para evitar el accidente es considerado, en muchos casos, como algo que no es de “machos”.
Los peones viven en el mismo lugar donde desempeñan sus obligaciones, no teniendo una separación neta entre el tiempo dedicado al trabajo y el descanso, con horarios irregulares debidos a las características de las actividades o a las condiciones climáticas, y muchas veces ocurren contingencias sin que haya diferencia en los espacios.
Las dilatadas extensiones, las dificultades en las comunicaciones, debido a las distancias de los centros asistenciales, como también la falta de medios de transporte, son causas que debemos tener en cuenta.
Sabemos que los accidentes en la tarea agropecuaria son abundantes, pero no todos se denuncian, dado que es difícil llevar la información a la aseguradora, porque el responsable, o el que conoce el procedimiento en caso de accidentes, no se encuentra en el establecimiento, o porque se espera para ver qué ocurre antes de ir al pueblo. En otros casos se administra medicación que se le ha dado a otro empleado, tenga o no relación con el accidente, sin dejar de lado la concurrencia a curanderas y compositores. Es por eso que sólo se denuncian los más graves, y los otros, considerados leves, que por la tardanza en concurrir a los lugares adecuados para el tratamiento, se convierten en graves.
Ha ocurrido, y puede que aún pase que sólo nos enteramos del infortunio laboral cuando éste ha dejado secuelas, debido a la falta de un tratamiento oportuno.
Hay gran cantidad de trabajadores no registrados, la familia de los empleados, en muchas ocasiones, desempeñan tareas en el establecimiento, o, generalmente, las esposas e hijas en la casa de los patrones. A este grupo los denomino empleados sumergidos (como un iceberg, un padre con sueldo, o tambero mediero, y su grupo familiar cumpliendo tareas en el tambo sin relación de dependencia y sin saber de quién depender).
La falta de educación o la educación incompleta, permite que no se comprendan las indicaciones o modo de empleo que figuran en maquinarias o elementos tóxicos que manipulan (muchas veces hay letras pequeñas o pictogramas no entendibles, y otras veces alteradas por incorrecto almacenamiento) y por ello se producen accidentes cuya sintomatología se ignoran, y no son reconocidos como tales, debido a que se catalogan como “malestares”.
Doctor Plinio Eduardo Zandrino
Especialista en Medicina del Trabajo
Master en Higiene y Seguridad
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