Nuevas usinas termoeléctricas
- Creado por admin
- El 8 agosto, 2007
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En el marco de la ya indudable crisis energética general, el Gobierno Nacional está –ahora si- reaccionando con cierta rapidez, y actuando en varios frentes.
No es intención de este artículo ahondar en lo referente a la crisis energética en sí misma. Ya lo hice con anterioridad en varios trabajos, e incluso predije la crisis antes que otros analistas, pues en el 2003 el Boletín Nº 12 de la Comisión Nacional de Energía Atómica reprodujo un extenso artículo mío en el que fundamenté la seria situación energética y el colapso que se comenzaría a producir en 2006. Y de hecho, desde varios años atrás venía publicando artículos con advertencias similares en diarios locales de Misiones, algunos de los cuales alcanzaron difusión nacional en INFO MORENO, Estrucplan On Line, Los Principios On Line, la FAEC (Fundación Argentina de Ecología Científica), Región Norte Grande y otros.
Entre el paquete de medidas que se va anunciando paulatinamente en los últimos meses, caben destacar dos decisiones de similares características: las dos mega usinas termoeléctricas de Timbúes y Campana, de 800 MW cada una, y recientemente el anuncio de cinco usinas más que sumarían aproximadamente 1.500 MW más.
En el marco actual son decisiones correctas, por no disponerse del tiempo material necesario para concretar usinas alternativas más convenientes como son las hidroeléctricas y las nucleares; sin perjuicio de merecer análisis separados –que ameritan para opinar con fundamentos contar con más datos y precisiones- algunas objeciones periodísticas respecto a las características y metodologías de las licitaciones.
Hasta allí el contexto general del tema.
Pero el caso específico analizado es constatar los densos silencios de las numerosas ONGs “ecologistas”, y sobre todo de las influyentes y financieramente poderosas Greenpeace, WWF y su filial “argentina” Fundación Vida Silvestre, siempre que se trata de instalaciones nuevas usinas termoeléctricas, en base a hidrocarburos (derivados del petróleo o gas natural), a pesar de ser –probadamente- las más contaminantes.
En cambio, es público y conocido el fuerte rechazo de las transnacionales de la ecología, y de su claque local, respecto a toda nueva usina hidroeléctrica y nuclear; rechazo basado en dogmas científicamente inconsistentes e incluso totalmente falaces, pero de fuertes impactos emotivos, o como se dice en la jerga “fluidamente mediáticos”.
Este rechazo a las usinas hidroeléctricas y nucleares se matiza con escandalosas exageraciones acerca de las supuestas bondades y falaces “amplias ventajas” de las usinas eólicas y solares; las cuales en los ambientes técnicos e incluso de personas medianamente bien informadas, son conocidas como técnicamente muy limitadas, de altísimos costos por KWh, y con fuertes impactos ambientales encubiertos.
El relativo auge de las usinas eólicas y solares en algunos países de Europa, en EEUU y algún otro país del G7 –basado en fuertes subvenciones-, tiene que ver mucho más con el amplio mercado potencial de exportación para sistemas aislados, en general de muy baja potencia, que con sus aplicaciones reales en sistemas interconectados.
Adviértase a simple título de ejemplo, que las eólicas precisan un entorno de vientos constantes –que no se da en todo el NEA (Nord Este Argentino)-, y las solares solo prestan servicio unas pocas horas por día y en condiciones de heliofanía (ausencia de nubes o lluvias), y son inútiles precisamente durante el pico de la demanda (al anochecer). Además de todo ello, las enormes superficies que necesitan, las tornan muy poco viables para grandes rangos de potencia. A título de ejemplo, una potencia instalada similar a la hidroeléctrica de Corpus Christi necesitaría un mínimo 60 Km2 de tratarse de una central eólica, y de 150 Km2 de tratase de una solar, pudiendo según los casos ser superficies mucho mayores. Calcúlese la cantidad de hectáreas a utilizar en ese hipotético supuesto, y con un rendimiento de energía muy inferior al de una central hidroeléctrica o nuclear.
Tal como se explicó en artículos precedentes, esa “incoherencia” de las transnacionales de la ecología, tiene su “coherencia” si se consideran los fines últimos de esas seudo instituciones “ecologistas” y “de bien público”.
Siendo un hecho muchas veces puesto en conocimiento público por diversos analistas de las temáticas energética y ambiental, y nunca desmentido por las transnacionales de la ecología, cabe reiterar las vinculaciones entre las grandes petroleras anglosajonas y las transnacionales del fundamentalismo ecológico, a las que financian.
Al oponerse a las centrales hidroeléctricas y nucleares y proponer su descabellado reemplazo por las muy limitadas tecnologías eólica y solar, favorecen de hecho a las centrales termoeléctricas, que son las que terminan instalándose “de apuro” o por políticas sesgada e intencionalmente erróneas, como la de fuerte preeminencia gasífera de la década de los ’90.
Por otra parte, acorde a los dictados neomalthusianos y globalizantes del Club de Roma –al cual responden las transnacionales de la ecología, al oponerse al desarrollo hidroeléctrico y nuclear, y a muchas otras iniciativas progresistas-, se oponen de hecho al desarrollo socio económico, por lo que son agentes activos para mantenernos atados a la miseria, el atraso y el subdesarrollo.
Ese fundamentalismo ecológico, que ataca con llamativa preferencia a los proyectos de desarrollo con potencial fuerte efecto multiplicador, es el grupo de choque con “soldados” muchas veces incautos y de buena fe que son usados en base al dogmatismo que se les inculca; pero con “comandantes” que viven de su actividad, y a los que evidentemente no les hace asco trabajar de hecho en contra de los Intereses Nacionales y consecuentemente, para perpetuar nuestro subdesarrollo y nuestra dependencia de los hidrocarburos y de otras tecnologías foráneas.
La actual crisis energética es en buena parte responsabilidad de los sectores ultraecologistas, que aliados con políticos de bajo vuelo o directamente corruptos y antinacionales, postergaron las imprescindibles centrales hidroeléctricas y nucleares, con las cuales hoy virtualmente nadaríamos en la abundancia de energía eléctrica, pudiéndose incluso reemplazar en buena parte la falta de petróleo y gas, cuyas escasas reservas condicionan fuertemente nuestro desarrollo futuro.
Por: Carlos A. Ortiz
Escritor y periodista ad honorem
Ex Docente – Investigador = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM
Especialista en Gestión de Producción y Ambiente = Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía – UNLa-CNEA = Becario de la Comisión Nacional de Energía Atómica
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