La crisis energética y su contexto macroeconómico
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- El 16 febrero, 2006
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A mediados del segundo semestre de 2003 había publicado un extenso artículo titulado “La Crisis Energética, Aspectos Coyunturales y Problemas Estructurales”. A partir de su reproducción en un medio técnico de excelencia, como es el Boletín Energético Nro. 12 editado por la Comisión Nacional de Energía Atómica, dicho trabajo de investigación fue reproducido en varios medios de difusión –electrónicos y convencionales- de varias provincias argentinas y de la Capital Federal.
Dicho trabajo puso sobre el tapete la inminente crisis energética; un tema particularmente candente, que hasta ese momento casi no había sido tratado en la profundidad que requiere su crucial importancia para el futuro inmediato y mediato de nuestro país.
Como todo tema troncal, tratado con fundamentos técnicos no exentos de la crudeza y frontalidad necesarios para no caer en las tibieza y falta de compromiso de los cultores de las “medias tintas”; en su momento despertó adhesiones, críticas y coincidencias parciales de diversos grados y múltiples orientaciones, de acuerdo a la visión, los enfoques e incluso las posturas políticas de los diversos opinantes. Pero por cierto no pasó desapercibido.
En una cordial conversación informal con un alto funcionario nacional del Sector Energético, tuve la certeza que la gravedad del real cuadro de situación no ha sido comprendida en toda su magnitud; dada la insuficiencia de las obras de generación proyectadas para el corto y mediano plazo; salvo –claro está- que se disponga de “otros ases en la manga”, con usinas adicionales de gran tamaño a instalarse rápidamente, pero de las cuales no existe ningún indicio conocido.
Lamentablemente, la realidad con su inapelable dureza y certeza, me está dando la razón. Ya se está operando virtualmente al límite en el Sistema Interconectado Nacional, habiéndose verificado las primeras señales concretas de estar prácticamente “al borde de la cornisa”, y más aún, “sobre suelo poco firme”, desbarrancándonos hacia el abismo de una nueva y descomunal crisis eléctrica en el corto plazo, mientras que en el mediano plazo, marchamos a paso firme a una crisis energética global, hacia la cual nos conducen varios factores concurrentes. Varias señales indican que la crisis eléctrica es un hecho.
Ha habido cortes prolongados en Capital y Gran Buenos Aires, afectando barrios enteros e incluso a los subtes; en Rosario ya se están verificando cortes rotativos, si bien se hacen “soto voce”; en La Rioja EDELAR planifica alquilar un equipo de generación (solución de emergencia y muy cara) para paliar la falta de potencia en este verano; en todo el país se recomienda a la población ahorrar electricidad; etc.
El crecimiento de la demanda llegó al 10 % en el período octubre /84 – octubre/85 (dato de la CNEA). Esa tasa de crecimiento de la demanda duplicará las necesidades de generación en siete años.
La economía en general y particularmente el Sector Industrial crecerán en el 2006 entre el 6 % y el 7 %, con lo cual la demanda eléctrica estará creciendo sensiblemente por encima del 10 % anual.
La crisis eléctrica ya está instalada, si bien sus efectos muy posiblemente comenzarán a sentirse con toda su crudeza en este verano, o a lo sumo en el próximo, dependiendo su reducidísima postergación (un año es un tiempo exiguo para el Sector Energético), del pico que alcanzará la demanda este verano, de los ahorros de electricidad que puedan implementarse, y de la inexistencia de algún problema serio en cualquiera de los grandes equipos de generación, como ser reparaciones no programadas de equipos termoeléctricos, disminución de caudales turbinables en las cuentas del Río Negro y Del Plata, o alguna salida de servicio no programada de cualquiera de las dos centrales atómicas en funcionamiento.
Lógicamente la peor de la alternativas sería la “solución” de los economistas ortodoxos (neoliberales) de “enfriar la economía” (léase provocar un “parate” general) que frene bruscamente el saludable crecimiento que estamos teniendo desde que salimos del colapso económico social del 2001-2002; tal cual ya están “aconsejando” como la falsa “única alternativa viable” para frenar la incipiente inflación.
Si bien el estado de crisis eléctrica es responsabilidad principal de la inacción en la materia en los últimos años de la administración Menem; de la absoluta anomia de la administración De La Rúa; y del caos heredado por la administración Duhalde, en el cual este tema no estuvo dentro de las prioridades mayores; resulta preocupante que los hechos están indicando que el actual gobierno no parece haber tomado conciencia de la profundidad extrema de la debacle eléctrica en la cual estamos ingresando, pues las decisiones que anunciaron tomar, si bien están en la senda correcta, parecen adolecer de muy lenta ejecución, y serán marcadamente insuficientes en el corto y en el mediano plazo. Si la evaluación llega al largo plazo, las incertidumbres son extremadamente preocupantes, pues no existen indicios concretos que la planificación de largo plazo se haya vuelto a implementar, después de las décadas del desbarajuste neoliberal, en las cuales se afirmó erróneamente que “la mano invisible del mercado todo lo resuelve”, pensamiento que no es más que una de las mayores perversidades del nefasto sistema doctrinal económico que tanto daño causó a Argentina.
De ningún modo es intención de este articulo oficiar de opositor al actual gobierno, pero tampoco de complaciente adulador. Las medidas correctas deben ser apoyadas, pero las erróneas y las insuficientes deben ser señaladas con precisión. Y en este caso estamos hablando de medidas marcadamente insuficientes.
Faltará Potencia Instalada, existiendo además serias carencias en el Sistema de Transmisión de alta y media tensión.
Las obras anunciadas son dos mega centrales termoeléctricas de 800 MW cada una; la terminación de Yacyretá (que agregará 700 MW más); la terminación de Atucha 2, con otros 750 MW; así como la decisión de construir Garabí y Corpus Christi, obras que sumarán 1.800 MW y 2.800 MW respectivamente. En números redondos, ese conjunto de obras significarán aproximadamente 7.650 MW; pero no puede omitirse que sus entradas en servicio demandarán entre uno a doce años.
Mientras tanto, la demanda seguirá creciendo a ritmo vertiginoso y en forma exponencial. En tan solo una década puede preverse (si se evalúa el comportamiento de las variables eléctricas desde 1930) que como mínimo las necesidades se duplicarán. Eso significa la necesidad de contar con un mínimo de 20.000 a 25.000 MW adicionales para el 2015. Y si la economía sigue creciendo aceleradamente –lo cual sería la mejor opción para salir del estancamiento, la desocupación y el subdesarrollo-; puede preverse con toda lógica que la demanda eléctrica superará con creces esos ya enormes guarismos.
Tampoco puede omitirse el gravísimo cuadro de situación ante el agotamiento de las reservas firmes de petróleo y gas, a consecuencia de las negativas políticas de extranjerizaciones de esos sectores estratégicos.
Por ello coincidiendo con un excelente trabajo de análisis de Ricardo Andrés De Dicco elaborado en noviembre de este año; urge transformar la matriz energética argentina hoy fuertemente dependiente de esos combustibles fósiles (petróleo y gas). Mi principal discrepancia con ese trabajo es en relación con las proyecciones de la demanda, a mi criterio algo conservadoras en los análisis de ese respetado especialista.
Para eso es urgente encarar un formidable plan de construcciones de centrales hidroeléctricas y atómicas, además de las soluciones marginales que puede brindar la generación eólica –sobre todo en mercados no interconectados-; así como la utilización en grandes escalas de los biocombustibles, sin omitir el desarrollo a escala industrial de la producción de hidrógeno, a partir de molinos eólicos y centrales modulares CArEM desarrolladas por la CNEA, similares a la que pretende comprarnos Venezuela.
Cerrar los ojos y el entendimiento al cuadro energético descripto, nos conducirá irremisiblemente a un caos de magnitudes insospechadas, toda vez que la carencia de energía provocará un crack económico de gigantescas proporciones, con su tremendo correlato de crisis social y de ingobernabilidad política.
Por: Carlos Andrés Ortiz
Investigador de temas económico – energéticos
Especialista en Gestión de Producción y Ambiente
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