Japón – Rehén del gas importado
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- El 19 octubre, 2012
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Una reciente noticia periodística –cuya veracidad es al menos opinable- indica que Japón tomó la decisión de cerrar todas sus plantas nucleares de electricidad. Por cierto nada es casual, pero es muy interesante analizar causas y consecuencias de tamaña decisión, que por cierto tendrá enormes repercusiones estratégicas, principalmente para el propio país afectado, así como para el tablero energético, económico y geopolítico mundial.
Por cierto no sería una decisión “neutra”, ni mucho menos “ecológica”, y sus causas –múltiples sin duda- revelan poderosos y no siempre transparentes intereses en juego, algunos de ellos posiblemente tan oscuros que bien podrían eventualmente tener ramificaciones hacia y/o desde la propia Yakuza (la poderosa y cruel mafia japonesa). Analicemos.
Es bien sabido que las centrales de base de cualquier sistema eléctrico, por las características y limitaciones técnicas propias del servicio, solo pueden encuadrarse en tres tipos básicos de tecnologías: termoeléctrica, hidroeléctrica, nuclear. Para mayor precisión, cabe definir como termoeléctricas, a las usinas que funcionan quemando petróleo, gas o carbón. Es decir que las usinas termoeléctricas consumen valiosos recursos no renovables, y el propio proceso de combustión, y los procesos conexos, son altamente contaminantes.
Si fuese cierto que Japón prescindirá en el mediano plazo, de la generación nuclear –tal como lo decidió Alemania hace poco tiempo-, eso implicará un fuerte posicionamiento de la termoelectricidad en su matriz eléctrica, como sucedió exactamente con Alemania, que pasó a ser rehén geopolítico del gas natural ruso; del cual depende sin alternativas reales de reemplazo.
El cierre temporario de algunas centrales nucleares en Japón, ocasionó un abrupto crecimiento de las ya antes abultadas importaciones de gas natural, lo cual a su vez provocó por primera vez en décadas, que Japón tenga saldo negativo en su balanza comercial, tal como muy escuetamente se mencionó en algunos trascendidos.
Adviértase que más allá de las usuales rimbombantes y altisonantes declaraciones de “soluciones verdes” para los mercados eléctricos de Alemania y Japón, las energías eólica, solar, y otras “vendidas” en los medios como “energías alternativas” y “grandes soluciones”, simplemente demostraron sus insalvables limitaciones: son solamente tecnologías complementarias, de muy limitadas aplicaciones, e incapaces de operar como energías de base de cualquier sistema eléctrico.
Dicho en castizo más simple y directo: la energía eólica y otras similares, no pueden reemplazar a las centrales de base convencionales.
Anular de un plumazo a la generación nuclear, implica automáticamente aumentar la dependencia de la generación termoeléctrica (consumiendo más petróleo, gas o carbón), o eventualmente incrementando el parque de generación hidroeléctrica.
Pero como Alemania y Japón (como EEUU y casi toda Europa) hace tiempo ya construyeron prácticamente todas las hidroeléctricas que podían (y que siguen operando eficientemente), el cierre de las usinas nucleares –en ambos casos- implica multiplicar en escalas gigantescas, las ya cuantiosas importaciones de hidrocarburos. Así de simple de enunciar, y de complicado para aplicar.
Mientras tanto, los sectores del fundamentalismo ecológico, ya a esta altura dudosamente “inocentes”, baten el parche falsamente, presentando como “solución” a la energía eólica (y otras similares), mientras “miran para otro lado” cuando a consecuencia de sus irracionales planteos, proliferan como hongos las instalaciones de usinas quemadoras de petróleo, gas o carbón, y se elevan las cuentas ya astronómicas de las importaciones de esos combustibles fósiles.
En el caso del Japón, la situación es estratégicamente mucho más complicada que Alemania, pues para sus importaciones de gas natural, depende totalmente de los buques metaneros –mucho más costosos y vulnerables que los gasoductos-, además de lo cual, en buena medida está subordinado a la importación de gas proveniente de la muy conflictiva región del Medio Oriente y del Golfo Pérsico.
De esas incontrastables realidades geopolíticas, pueden extraerse valiosas lecciones, aplicables al caso de Argentina.
En nuestro país, las transnacionales del ecologismo cavernario, no casualmente creadas por y manejadas desde Gran Bretaña –Greenpeace y World Wildlife Foundation-, con sus múltiples “sellos de goma” y activistas locales asociados, se dieron a la infame tarea de difamar y atacar frontal y sistemáticamente al Plan Nuclear y al Plan Hidroeléctrico argentinos.
Complementariamente –y no en forma casual- apuntan los cañones de sus masivas campañas mediáticas, en contra de la muy modesta usina carbonífera de Río Turbio, y muy especialmente a impedir las necesarias explotaciones de nuestras enormes reservas de hidrocarburos –petróleo y gas- no convencionales, con los cuales en el mediano plazo podremos recuperar nuestro autoabastecimiento de esos vitales insumos energéticos.
Con esas insidiosas y agresivas campañas mediáticas, esos apéndices del vetusto imperio, buscan varios objetivos.
- Abortar el desarrollo de la Tecnología Nuclear Argentina, la cual obra como poderoso catalizador del desarrollo tecnológico nacional.
- Acentuar la patológica dependencia de la matriz energética argentina, respecto a los combustibles fósiles, en particular gas y petróleo; cuadro de situación que fue impuesto bajo presiones fortísimas en el muy nefasto cuarto de siglo neoliberal (1976-2001).
- Incrementar la dependencia argentina respecto a las importaciones de gas natural y petróleo, buena parte de las cuales proceden de países de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), o son tercerizadas por empresas de capitales británicos.
- Frenar el poderoso proceso de crecimiento del PBI (para lo cual cuentan con los apoyos de todo el arco ultra conservador de Argentina), volver a desindustrializarnos, destruir los desarrollo tecnológicos, y desarmar el andamiaje de alianzas geopolíticas del MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC.
- Como complemente de ello, buscar la anarquía interna, fogoneando odios y divisionismos, tal como callada y sistemáticamente lo hacen las organizaciones del ultra indigenismo, también fogoneadas y financiadas desde Gran Bretaña, tal como ocurre con Mapuche Nation (con sede en Bristol, Gran Bretaña), y con “inocentes” participaciones británicas “apoyando” a comunidades como los Wichis y otras.
El accionar cómplice –por superficialidad crónica en sus análisis, o por operar como mercenarios al mejor postor- de muchos comunicadores sociales, y los entusiastas apoyos de los “odiadores crónicos” del marxismo añorante, del nihilismo, del trotskismo, del anarquismo y del ultra conservadurismo; sirve de marco de acción y de sostén ideológico para estos nuevos profetas del odio, enfocados a volvernos al estadio del subdesarrollo crónico.
Por: C.P.N. Carlos Andrés Ortiz
Investigador de temas económicos y geopolíticos Ex Investigador y Docente = Facultad de Ciencias Económicas = UNaM Especialista en Gestión de la Producción y Ambiente – Fac. de Ing. = UNaM Tesista de la Maestría en Gestión de la Energía = UNLa – CNEA Docente de Economía – Esc. Normal 10 – Nivel Terciario Docente de la Diplomatura en Geopolítica – Inst. Combate de Mbororé
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