Impedir las grandes obras hidroeléctricas es ser causalesdel caos eléctrico
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- El 22 octubre, 2007
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La crisis energética actual es innegable e irrefutable. Para evitar el caos que la inacción o las decisiones erróneas provocarán, debe trabajarse rápida y acertadamente.
Las acciones obstructivas de las medidas de solución, serán causales directas del caos, y eso es aplicable al campo eléctrico, uno de los componentes del Sector Energético.
Si años atrás esa obstrucción era una acción muy negativa, en esta situación adquiere caracteres sumamente graves, de cuyas consecuencias deberemos pedir rendiciones de responsabilidades a quienes por acción u omisión sean a partir de ahora partícipes necesarios del dantesco cuadro de situación al que nos enfrentaremos a consecuencia de dichas obstructivas –y destructivas- acciones.
Tan solo si se contara ahora con Corpus, Garabí o Paraná Medio construidos, no tendríamos cortes de electricidad en casi todo el país.
Y si se hubiese realizado el Plan de Grandes Obras Hidroeléctricas proyectadas por Agua y Energía Eléctrica en los años ’70 y ’80, hoy nadaríamos en la holgura y hubiésemos ahorrado enormes cantidades de gas natural y petróleo, además de haber impedido la emisión de miles de millones de toneladas de residuos tóxicos volcados a la atmósfera.
Solo los evidentes “compromisos” de las grandes transnacionales de la ecología con las petroleras que las financian, la tozuda ceguera dogmática de los ecologistas vernáculos, la miopía y antipatriotismo de determinados tecnócratas y dirigentes, y la notable mediocridad de cierta casta de políticos de bajo vuelo, pudieron evitar que esas elementales verdades técnicas hayan sido reconocidas y que se actara en consecuencia; poniendo todos ellos continuas trabas a los proyectos hidroeléctricos y nucleares.
Tanto la inacción como las acciones equivocadas que se tomen ahora, se pagarán muy caro, pues no hay margen de error.
La energía hidroeléctrica es –por lejos- la de menor costo por KWh, la más limpia (cero emisión de gases polucionantes), y una de las tres tecnologías probadas y factibles técnica y económicamente en todo el mundo, aptas para generar en los grandes volúmenes que La Argentina actual y la del futuro necesita imperiosamente.
Las otras dos alternativas son la nuclear –también necesaria y en pleno resurgimento en el mundo- y la termoeléctrica. De esta última, que quema combustibles fósiles, no podremos prescindir, pero es muy conveniente sustituirla en la mayor medida posible por otras, dada la escasez de reservas de hidrocarburos, y sus altos índices de contaminación ambiental.
La energía eólica tiene fuertes limitaciones técnicas –debe necesariamente funcionar en paralelo con otras centrales, y solo es factible en zonas de ventosidad constante-, además de sus altos costos por KW instalado, sus problemas de mantenimiento, las enormes superficies ocupadas, y los impactos ambientales que sin duda también produce.
La energía solar es carísima por KW instalado (en promedio de 5 a 6 veces más que las hidroeléctricas, de muy bajo rendimiento (solo ocho horas diarias en promedio, menos días lluviosos o nublados), y con impactos ambientales ocultos; pero reales: desproporcionada energía gastada en su fabricación, montaje y posterior desmontaje, en función de la escasa productividad; muchísima superficie utilizada por MW instalado; componentes tóxicos en los paneles, que si no se neutralizan al fin de su vida útil, resultan contaminantes por oxidación y derrame.
Los biocombustibles son una alternativa potencialmente interesante, pero tienen sus limitaciones, por lo que no cabe apostar únicamente a esta tecnología.
Deben además considerarse los enormes costos sociales, ambientales, políticos y económicos que siempre son consecuencia de todo proceso de crisis y recesión económica; y al respecto debe tenerse muy presente que la peor de las contaminaciones es la generada por la miseria extrema, para salir de la miseria necesitamos desarrollarnos, no hay desarrollo posible sin energía eléctrica, la hidroelectricidad es la alternativa más económica, más durable y menos contaminante para generar energía abundante.
Por otra parte, la gran cuenca hidrográfica argentina es la Cuenca del Plata. Misiones y las otras provincias del litoral fluvial no pueden seguir en la necedad de negarse al desarrollo, diversificando su economía, y pasando a ser las principales provincias productoras de un insumo estratégico, como es la hidroelectricidad.
No puede desconocerse que el tan mentado plebiscito de 1996, así como la “ley antirrepresas” de Entre Ríos, se montaron sobre la base de mentiras flagrantes y verdades a medias, todo aderezado con el “terrorismo ambiental” que tan bien manejan los ultra ambientalistas; todo ello sumado a objetivos politiqueros mediocres de cortas miras, de la dirigencia de ese momento.
¡No podemos ni debemos seguir apostando al subdesarrollo!
¡El subdesarrollo permanente es el oscuro designio real de las transnacionales de la ecología, para lo cual cuentan con el fanatismo dogmático de los fundamentalistas vernáculos del ecologismo cavernario, que por cierto no tiene alternativas reales para reemplazar ventajosamente a las centrales hidroeléctricas y nucleares!
Por: Carlos Andrés Ortiz,
Ex Docente – Investigador Facultad de Ciencias Económicas, U.Na.M,
Especialista en Gestión de Producción y Ambiente
Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía
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