Gripe A: las dudas continúan
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- El 28 agosto, 2009
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Esta pandemia es un buen ejemplo de la perplejidad permanente que genera la toma de decisiones en medicina, de sus innumerables zonas grises y del constante camino que se recorre entre la incertidumbre y la probabilidad de éxito.
La aparición de la pandemia gripal por el virus A (H1N1) ha desnudado en tiempo real la incertidumbre que acompaña a la medicina, aun en tiempos en que el desarrollo de la ciencia y de la técnica pareciera haber terminado con todas las incógnitas y dudas. Este tiempo -y en especial en nuestro país por ser uno de los primeros en que asomó esta epidemia devastadora por su fácil capacidad de contagio- mostró crudamente el espectáculo de las controversias que existen en los consejos sanitarios y en los datos que nos proporciona los mejores estudios científicos al respecto.
En efecto, escuchamos el inexplicable consejo de evitar el pánico mientras algún alto funcionario de Salud era fotografiado caminando con barbijo por los pasillos del Aeroparque de la ciudad y se comenzaba a construir un hospital de campaña en el Aeropuerto Ezeiza. Nunca sabremos ciertamente por qué fue mejor no ir a clase según la decisión de cada provincia y en cambio permitir las aglomeraciones como las que se concentraron en los partidos de fútbol.
Tampoco fue comprensible no permitir los vuelos directos a un determinado país y sí en cambio admitir ese tránsito en quienes podían pagar un viaje con escalas con igual destino entre los mismos países. Asimismo, la información sobre el número de los pacientes infectados y la cantidad de muertos no ha sido muy prolija, metódica ni tranquilizadora en todo el período de mayor afectación y ni aun hoy, cuando se dice oficialmente que hay más de dos o tres centenares de muertos que están bajo estudio, demora para la que cuesta imaginar una razón científica cierta. Pero la intención de esta nota no es simplemente desarrollar una crítica al manejo de una información poco convincente, sino describir las dificultades, mayores o menores, a que se exponen los que tienen la difícil tarea de orientar el consejo sanitario en una situación tan compleja y nueva como la presente, y las zozobras en quienes tienen que tomar a su cargo la atención de estos potenciales o reales pacientes con gripe.
Más allá de las diversas opiniones de nuestros especialistas primero, ahora se publican trabajos en otros países que, con resultados a veces divergentes, manifiestan dudas sobre la eficacia preventiva de la droga recomendada, cuestionan su uso en niños, discuten cuál es la mejor prevención y tratamiento en el embarazo, hacen el inventario de las características de la población afectada con formas graves y evalúan cuál es la mejor dosis de la droga en los diferentes casos y su toxicidad en dosis altas y hasta la confiabilidad de los métodos rápidos de detección de la enfermedad.
Esta pandemia es un buen ejemplo de la perplejidad permanente que genera la toma de decisiones en medicina, de sus innumerables zonas grises, del constante camino que se recorre entre la incertidumbre y la probabilidad.
Sería conveniente que la sociedad tomara en cuenta esta dura realidad cuando -en medio de las noticias sobre el conocimiento del genoma del virus, o del progreso de los Phriends (robots amigos) o de la proximidad de un presunto progreso neurocognitivo que ya nos habla de neuroética- una pandemia por un virus bastante benigno pero muy mutable puede causar estragos a nivel planetario que no sabemos bien como controlar.
La presunta hegemonía del conocimiento científico muestra toda su fragilidad e inconsistencia cuando se trata de establecer normas y aplicar conductas para que la sociedad se comporte responsablemente frente a la permanente e inesperada amenaza de su salud.
Por: Carlos Gherardi
Doctor en medicina, director del comité de ética del hospital de clínicas
Fuente: Clarín
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