Evolución de la matriz eléctrica argentina
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- El 4 enero, 2019
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JENSEN S., ZAMORA A. y RIMANCUS P. – Gerencia Planificación, Coordinación y Control – Comisión Nacional de Energía Atómica
Introducción
Las experiencias en laboratorios para obtener luz a través de la energía eléctrica habían comenzaron a principios del siglo XIX. En París, en el año 1843, se realizaron los primeros ensayos, de corta duración debido a que los filamentos de las lámparas incandescentes se fundían. Esto fue resuelto por Edison introduciendo un trozo de hilo de algodón carbonizado en una bombilla de vidrio en la que había logrado vacío en su interior. Fue así como el 21 de octubre de 1879 probó la lámpara que había creado y logró que permaneciera encendida durante 40 horas.
En Argentina el primer uso masivo de la electricidad tuvo lugar en la ciudad de La Plata en el año 1886, momento en el que se instaló la primera usina que alimentaba 200 focos. La Plata se convirtió así en la primera ciudad de Sudamérica con alumbrado eléctrico y con la primera central eléctrica del país.
Posteriormente, en el año 1887, la ciudad de Buenos Aires instaló su primera usina que suministraba electricidad principalmente a la zona de la Avenida de Mayo.
En el año 1897 se dieron dos sucesos importantes en materia de generación eléctrica. En la provincia de Córdoba se puso en funcionamiento la primera central hidráulica del país, llamada Casa Bamba. La misma contaba en sus inicios con 1,2 MW de potencia y en el año 1911 se amplió su capacidad a 2,3 MW. Este fue, además, el primer aprovechamiento hidroeléctrico en Sudamérica.
El segundo acontecimiento importante de ese año fue la construcción del primer servicio de tranvías del país, con
un recorrido de poco más de cinco cuadras sobre la avenida porteña Las Heras. Se calculaba que para el año 1899 el 88% del transporte tranviario era impulsado a sangre, cifra que se revirtió diez años después cuando el sistema de tracción pasó a ser un 95% eléctrico.
En el año 1907 el Intendente Municipal de Buenos Aires otorgó la concesión para la producción, distribución y venta del servicio eléctrico y de iluminación a la empresa CATE (Compañía Alemana Transatlántica de electricidad). La monopolización de una empresa eléctrica conllevó la homogeneización del sistema eléctrico, permitiendo unificar las tensiones y frecuencias a los valores utilizados actualmente, según las normas eléctricas europeas. En los años posteriores fueron surgiendo otras compañías de electricidad en distintos puntos del país.
Por su parte, la creación y masividad del motor eléctrico tuvo un fuerte impacto en las industrias, mayormente metalúrgicas, de madera, papel y curtiembres, que comenzaron a incorporarlos para modernizar sus talleres y mejorar sus procesos productivos. Esto fue acompañado con la adquisición de motores diésel, que permitieron a las fábricas tener sus propios generadores eléctricos. Con estos avances, el país dio los primeros pasos en la modernización de la infraestructura fabril. Para el año 1910 se estimaba que en la Argentina había alrededor de 6.800 motores eléctricos.
El incremento de la demanda eléctrica, influenciada por las luminarias y motores eléctricos, impulsó a que en el año 1910 se inaugurara la central térmica Dock Sud, de 35 MW, requiriendo para su operación 200.000 t anuales de carbón. Durante esa década, en el interior del país comenzaron a surgir emprendimientos de generación eléctrica en las provincias de Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza.
El motor eléctrico no solo tuvo un uso industrial, ya que en el año 1914 se inauguró la línea “A” de subterráneos, con unidades impulsadas eléctricamente, que realizaba el recorrido desde la Plaza de Mayo hasta el actual barrio de Caballito, en la ciudad de Buenos Aires.
Dos años más tarde comenzaba la electrificación del sistema ferroviario con las vías del Ferrocarril Central Argentino. El sistema de transporte eléctrico aumentó de una cantidad de unidades que representaba 15,3 MW en
el año 1900 a 250 MW para 1920.
Para los comienzos de la década de 1920 empezaron a diseñarse nuevos dispositivos eléctricos, los cuales trajeron una mejora en el confort cotidiano como ascensores, planchas, heladeras, lavarropas y ventiladores, por dar algunos ejemplos. Si bien gran parte de estos artefactos eran utilizados por las clases más pudientes, de a poco fueron introduciéndose en la vida de la mayoría de las personas, y sus versiones mejoradas son utilizadas actualmente por un alto porcentaje de la población.
Entre estos artefactos cabe destacar la presencia de la heladera en los hogares argentinos con la histórica marca
SIAM, nacida con capital nacional. Otro de los dispositivos que modificó la vida diaria fue la radio, produciéndose la primera transmisión en Argentina el 27 de agosto de 1920. La aparición del radiorreceptor – en los años posteriores – modificó la manera de relacionarse dentro de cada hogar argentino. La posibilidad de escuchar todo tipo de programación llevó a la unión de toda la familia alrededor de la radio, volviéndola así un artefacto indispensable.
La crisis originada en Estados Unidos a comienzos de 1930 tuvo fuertes consecuencias en la realidad económica y social de la Argentina. Debido a que la matriz productiva estaba mayormente atada a las exportaciones de materias primas, la contracción de los mercados externos provocó una mayor repercusión de la crisis en nuestro país. Ante este evento se tomaron medidas proteccionistas para hacer posible la fabricación local de bienes manufacturados.
Con este nuevo modelo económico se favoreció al mercado interno y consigo la expansión industrial. Esto produjo una masiva migración de la población hacia centros urbanos de mayor desarrollo como la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, creciendo así su cinturón urbano. Estos cambios modificaron la organización de las ciudades, creándose nuevos barrios, que empezaron a demandar electricidad, ya sea para alumbrado público como para el servicio residencial. A su vez se transformaron paulatinamente en consumidores de productos básicos y de aparatos de confort, lo que aumentó la producción industrial. Esto también fue posible gracias a la modernización de las fábricas y la posibilidad de contar con jornadas de trabajo nocturnas.
A comienzos de la década de 1930 la generación eléctrica alcanzaba los 1.400 GWh, una década después se posicionaba en valores de 2.500 GWh y, para el año 1945, este valor rondaba los 3.000 GWh. Como se evidencia en la Figura 4, el consumo eléctrico per cápita aumentó notablemente en estos años. Para mediados de la década del ’40, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires consumían alrededor del 80% de la generación eléctrica total a nivel nacional.
El primer gobierno de Juan D. Perón (1946-1952) estableció ciertas medidas políticas en el sector energético, como la creación de la Dirección General de Centrales del Estado, que tomó a su cargo el estudio, proyección, ejecución y operación de las centrales eléctricas, medios de transmisión y redes de distribución. Para el año 1947 el Estado tenía una pequeña participación en la producción total de energía eléctrica, por lo que decidió crear un nuevo organismo
denominado Agua y Energía Eléctrica, cuyo objetivo era estudiar el recurso hídrico nacional y su aprovechamiento energético. En el año 1949, cuando se reformó la Constitución Nacional, se estableció a través del artículo 40 la nacionalización de los recursos minerales hidrocarburíferos y los aprovechamientos hídricos.
En línea con el plan político del gobierno se crea, en el año 1950, la Empresa Nacional de Energía, cuya finalidad era hallar fuentes de energía alternativas a la térmica, y articular programas de trabajo con las empresas del rubro.
A comienzos de la década de 1950 surgió otro artefacto que cambiaría el consumo eléctrico nacional y la manera de comunicarse: la televisión. La primera transmisión tuvo fecha el 17 de octubre de 1951, y en 1956 se fabricaron los primeros televisores de industria nacional, lo cual abarató costos y permitió incrementar su adquisición. Para comienzos de la década de 1960 había alrededor de 850.000 televisores en los hogares argentinos.
En el periodo comprendido entre 1953 y 1960 el país tuvo un desarrollo hidráulico con instalaciones de baja y
mediana potencia (inferiores, por lo general, a los 100 MW), próximos a los centros de consumo (Ing. Cassaffousth, Los Molinos, La Viña y San Roque en Córdoba; Álvarez Condarco, El Nihuil 1 y 2 en Mendoza y Escaba en Tucumán).
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial se desarrolló la tecnología para el uso de la energía nuclear con fines bélicos. Pocos años después de terminada la contienda comenzó a usarse esta energía con fines pacíficos generando electricidad en centrales nucleares, siendo la primera en entrar en operación la central de Óbninsk, el 26 de junio de 1954, en la ex Unión Soviética, con una potencia de 5 MW. De forma paralela, en 1950 se creó en Argentina la Comisión Nacional de Energía Atómica y, el 20 de enero de 1958, empezó a operar el primer reactor de investigación RA-1 marcando un hito en Latinoamérica, dando comienzo al uso y desarrollo de la tecnología previo a la instalación de centrales nucleoeléctricas en el país.
En el año 1957 entró en servicio la central de San Nicolás en la provincia de Buenos Aires, quemando carbón del yacimiento carbonífero de Río Turbio, ubicado en la provincia de Santa Cruz. Debido al bajo poder calorífico que posee, el carbón de origen nacional empleado en la generación eléctrica debía mezclarse con carbón importado. La ampliación del parque generador térmico implicó la instalación de equipos de mayor potencia, separados de las áreas urbanas. El combustible más utilizado era el “fuel oil”, y el resto de la demanda se repartía en porciones equivalentes entre carbón y diesel.
Finalizando la década del ’50 el país contaba con 2.287 MW de potencia instalada, duplicando la potencia instalada en el año 1935, como se puede observar en la Figura 5.
En cuanto a la generación eléctrica por tipo de tecnología, para el año 1935 el país contaba con una participación del 4% de generación hidráulica y el restante 96% de generación térmica. Concluyendo la década del ’50, estos porcentajes pasaron a ser 11% y 89% respectivamente.
Reemplazo del gas natural por la energía eléctrica para iluminación
Los primeros acontecimientos en la historia del gas en la Argentina se podrían remontar a 1853, momento en
que se realizó el alumbrado mediante faroles de gas en las proximidades a la Plaza de Mayo y se sancionó la ley
de alumbrado público. Este recurso era producido en la usina generadora ubicada en la zona de Retiro, denominada “Bajo de las Catalinas”. La zona era próxima al Rio de la Plata, lo que favorecía a las barcazas que transportaban el carbón para la elaboración del gas.
Una vez producido, se transportaba hacia los puntos de consumo mediante conductos de losa de barro que fueron instalados en el subsuelo de las calles San Martín, Florida, del Parque (hoy en día Lavalle) y en la Plaza de Mayo. Rápidamente este proceso se extendió otorgándole iluminación a los barrios más alejados de la zona céntrica. Para 1890 había cuatro compañías dedicadas a la iluminación mediante el uso de gas manufacturado para ser utilizado en calles, plazas y edificios.
Para comienzos del siglo XX, precisamente en el año 1910, la Municipalidad de Buenos Aires firmó un contrato con la “Compañía Primitiva de Gas de Buenos Aires”, uniendo de este modo a todas las demás empresas del rubro que tenían como objetivo la iluminación a gas de la ciudad.
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial se produjo una caída de las importaciones de carbón, como se detalló anteriormente, lo cual trajo aparejado un aumento de los precios del gas que condujo a cancelar el contrato de iluminación mediante el uso de este recurso.
Esta medida fue acompañada a su vez por el crecimiento de la iluminación eléctrica en el país, a comienzos de la
segunda década del siglo XX. La compañía se vio obligada a alejarse del uso del gas como forma de iluminación y
tuvo que impulsar su utilización para cocción de alimentos. El reemplazo llevó a que la empresa publicite el uso del gas en el hogar presentándolo como un servicio moderno y eficiente en comparación con sus antecesores la leña y el carbón vegetal.
Primer Balance Energético Nacional (BEN)
A partir del año 1961 el país cuenta con el primer Balance Energético Nacional (BEN) realizado por la ex Secretaría de Energía, el cual fue reconstruido y complementado para componer la serie histórica 1960–1972 en el marco del Programa de Investigaciones Energéticas que dieron origen al primer balance.
Es una herramienta que facilita la planificación global energética. Permite visualizar cómo se produce la energía, se exporta o importa, se transforma o se consume por los distintos sectores económicos, permitiendo además el cálculo de relaciones de eficiencia y diagnósticos de situación. Esta contabilización se lleva a cabo para el territorio nacional anualmente. En él se puede encontrar en forma desagregada la energía primaria y secundaria consumida, siendo la primera las fuentes de energía como se encuentran en la naturaleza, y la segunda las diferentes fuentes de energía producidas a partir de energías primarias o secundarias en los distintos centros de transformación.
Contando con esta herramienta se analizará a partir de 1960 la matriz energética a intervalos de diez años, teniendo en cuenta los principales acontecimientos nacionales.
La oferta interna de energía secundaria al año 1960 se componía de la siguiente forma:
El 5,8% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 89,8% a combustibles fósiles, el 0,7% a subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno) y el resto a no energéticos como el asfalto, entre otros. La oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
Década 1961-1970
A pesar de que las actividades de generación y transporte no estaban especificadas, el abastecimiento era regulado por la recientemente creada Secretaría de Energía y Combustibles. Se abría la posibilidad al capital privado (anulada ya la Constitución de 1949) y, a su vez, la Nación se reservaba el derecho de otorgar concesiones privadas para el aprovechamiento de los recursos hídricos. En los ’60, las inversiones estatales eran de poco valor dada la escasez de capital para llevarlas adelante. Se recurrió entonces a las concesiones privadas de capital extranjero para el desarrollo energético del país. En el año 1963 comenzó a operar el primer generador de la Central Térmica Costanera, ubicada a orillas del Río de la Plata, en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires.
Hoy en día cuenta con seis grupos convencionales generando un total de 1.138 MW, junto a dos grupos de ciclo combinado (el ultimó ingresó en 1997) sumando 1.186 MW, para totalizar una potencia instalada de 2.324 MW. A la fecha, es la central termoeléctrica de mayor potencia del país.
Entre 1960 y 1961 el consumo de gas en la generación eléctrica se incrementó, pasando rápidamente del 1,6% al 12,8% y un año después superó el 20%. La turbina de gas ocupa un lugar importante como nueva tecnología en competencia con las turbinas de vapor. Al final de la década, por su parte, la potencia instalada de autoproducción llegó al 30% del total generado. Esto es importante, ya que la autoproducción, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, tuvo una participación significativa en el total de la potencia instalada del país, alcanzando posteriormente a fines de la década del ’90 un 11%.
A principios de la década del ’60, la utilización de energía hidroeléctrica estaba limitada a unos pocos sistemas regionales aislados, dependiendo del fomento de empresas públicas provinciales como la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) y Energía Mendoza Sociedad del Estado (EMSE).
En cuanto a la oferta de energía eléctrica, el gobierno nacional creó en 1967 la empresa Hidroeléctrica Norpatagónica S.A., más conocida como Hidronor, cuyo objetivo era de sarrollar aprovechamientos hidroeléctricos
sobre los ríos Neuquén y Limay. Un año más tarde, comenzó la construcción del complejo El Chocón, obra que por sus dimensiones y potencia instalada se convertiría en una pieza fundamental del sistema energético del país. Fue por entonces llamada “la obra del siglo”.
Otra obra relevante del sector eléctrico fue el inicio de la construcción de la central nuclear Atucha I en 1968, primera en su tipo del país y de América Latina.
El 6,3% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 88,4% a combustibles fósiles, el 1% a subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno) y el resto no energéticos.
La oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
Década 1971-1980
A principios de este periodo se produce la crisis internacional del petróleo desatada en 1973 producto de la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de incrementar el precio del crudo considerablemente y de restringir la exportación a los países que apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kippur (los aliados a dicho país eran Estados Unidos, Reino Unido y Francia). Esta restricción, sumada al aumento de precio, elevó el valor del barril a nivel mundial. Este suceso fue un disparador importante a nivel mundial para la mayor utilización de la energía nuclear, como se puede observar en la siguiente figura:
Al mismo tiempo en nuestro país se registró un aumento del volumen de importaciones de petróleo debido a los requerimientos internos, lo que generó un impacto negativo en la balanza energética.
Ante el aumento del precio del petróleo en esta década, se registraron en el país obras hidroeléctricas de gran magnitud. En esa dirección, en el año 1973 se firmó el acuerdo para la construcción de la represa binacional
entre Argentina y Paraguay, aprovechamiento hidroeléctrico en el río Paraná a la altura de la isla de Yacyretá, obra que recién a fines de 2010 sería completada. En ese mismo año finalizó la construcción del complejo hidroeléctrico Chocón – Cerros Colorados, cuya potencia instalada es de 1.227 MW y 450 MW respectivamente. Terminando la década se habilitan las primeras unidades de generación de la represa de Salto Grande, que aprovecha el caudal del río Uruguay a través del acuerdo firmado entre Argentina y Uruguay en 1938. La central hidráulica tiene una potencia de 1.890 MW. También comenzó a operar la central Futaleufú (Chubut), como parte de la expansión de la matriz hacia el sur del país, y además en el norte, la central Cabra Corral (Salta).
En materia de energía nuclear, entró en operación en el año 1974 la central nuclear Atucha I (357 MW), un logro alcanzado gracias a la política nacional sostenida en investigación y desarrollo.
En el año 1977 se descubrió la reserva gasífera “Loma La Lata” a tan solo 100 km de Plaza Huincul, provincia
del Neuquén, lugar donde 60 años antes se había descubierto petróleo. La zona del descubrimiento contaba con una acelerada exploración desde 1955.
Luego de dicho hallazgo se perforaron cuatro pozos más, comenzando así la explotación del área. La oferta interna
de energía secundaria al año 1980 se componía de la siguiente forma:
El 8,7% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 84,6% a combustibles fósiles, el 0,9% a subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno) y el resto a no energéticos. La oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
Década 1981-1990
Durante la década del ’80 se continuó con la consolidación de la energía nuclear en la oferta eléctrica, con el ingreso de la central nuclear Embalse (648 MW) en el año 1984.
En esta década se incorporaron importantes centrales hidráulicas tales como Agua del Toro y Los Reyunos en la
provincia de Mendoza, los aprovechamientos Arroyito y Alicurá en la cuenca del Comahue y la central de
bombeo Río Grande en Córdoba, siendo esta última la mayor central de este tipo en Sudamérica.
En 1988 entró en operación la planta piloto geotérmica en Copahue de 0,67 MW. La central operó hasta quedar fuera de servicio en el año 1998. La oferta interna de energía secundaria al año 1990 se componía de la siguiente forma:
El 9,7% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 84,6% a combustibles fósiles, el 1,5% a
subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno) y el resto a no energéticos. La
oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
Década 1991-2000
Si bien durante esta década no se introdujo nueva potencia nuclear, en el año 1991 la participación de este tipo de tecnología alcanzó su máximo histórico de 17% de la generación total nacional.
Por otra parte, en 1994 se incorporó a la matriz energética una nueva tecnología, las turbinas eólicas, en el primer parque eólico comercial del país “Antonio Morán” (inicialmente con 500 Kw), en Comodoro Rivadavia.
La década del ’90 estuvo marcada por una política de privatización y desregulación de los mercados energéticos. El 26 de marzo de 1992 se aprobó la privatización de Gas del Estado en la Cámara de Diputados de la Nación y el 24 de septiembre del mismo año una ley declaró a YPF sujeta a privatización (Ley N° 24.145), efectivizándose entre 1993 y 1999.
En cuanto a generación hidráulica entraron en servicio Piedra del Águila en 1993 y en 1999 Pichi Picún Leufú, ambas sobre el río Limay en la Cuenca del Comahue.
En julio de 1992 se constituyó la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A. (CAMMESA) con el fin de:
- Ejecutar el despacho económico para aportar economía y racionalidad en la administración del
recurso energético. - Coordinar la operación centralizada del Sistema Interconectado Nacional (SIN) para garantizar
seguridad y calidad. - Administrar el Mercado Eléctrico Mayorista (MEM) asegurando transparencia por medio de la
participación de todos los agentes involucrados y el respeto a las reglamentaciones respectivas. - En 1993, mediante la Ley N° 24.065, se constituye el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE)
para llevar a cabo las medidas necesarias para cumplir los objetivos de la política nacional respecto del
abastecimiento, transporte y distribución de la electricidad.
Las empresas privadas incrementaron la producción y el excedente fue volcado hacia el mercado internacional, y las obras de transporte de energía fueron planteadas bajo esa lógica, construyendo un oleoducto que unía la cuenca neuquina con el puerto de Concepción (Chile), y cinco gasoductos para exportar a Chile, uno a Brasil y otro a Uruguay.
En cuanto al mercado interno, la oferta eléctrica, los cambios en las regulaciones y los bajos precios del gas natural llevaron a una fuerte incorporación de centrales de tipo ciclo combinado entre los años 1997 y 2001, como se
observa en la siguiente figura. Este tipo de tecnologías de rápida construcción y alta eficiencia resultan atractivas al
sector privado, que busca la mayor ganancia en el menor tiempo posible.
El 12,5% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 82,6% a combustibles fósiles, el 1,1% a subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno), y el resto a no energéticos.
La oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
Década 2001-2010
A principios del nuevo siglo el sistema eléctrico nacional debió afrontar serios inconvenientes debido a la caída de la demanda que acompañó a los últimos años del régimen de convertibilidad. A pesar de esto, el rápido cambio en la tendencia de la actividad económica e industrial del nuevo esquema económico revirtió esta situación.
En agosto del año 2006, el gobierno argentino anunció oficialmente la decisión de reactivar la actividad nuclear en el país, lo que incluyó el establecimiento de un programa nuclear para el corto y mediano plazo basado en dos ejes principales: las aplicaciones de la tecnología nuclear a la salud pública y la industria, y la consolidación de la opción nuclear como fuente de generación eléctrica, buscando incrementar su participación en la matriz eléctrica nacional, mediante:
- La finalización de la obra de construcción de la central nuclear Atucha II.
- La extensión de vida de la central nuclear Embalse.
- La iniciación de estudios preliminares de factibilidad para la construcción de una cuarta central nuclear.
- La producción de agua pesada para ser utilizada en la central nuclear Atucha II.
- La finalización de estudios de factibilidad para la construcción del prototipo de central modular, de baja potencia (25 MW) y diseño nacional, bajo la denominación de Central ARgentina de Elementos Modulares (CAREM).
- La reactivación tanto de la exploración de uranio en todo el país, como de la construcción de la planta
piloto de enriquecimiento de uranio.
A su vez, en el año 2006 se lanzó el Programa Energía Plus, para estimular a los inversores privados a construir y ampliar centrales térmicas de mediana y alta potencia, garantizando la compra de la electricidad a suministrar a un precio por encima del precio “spot” máximo, y se sancionó la Ley N° 26.190/06 implementándose el Programa GENREN, enmarcado en dicha legislación tres años después. Ambos son instrumentos de fomento de la generación eléctrica a partir de la utilización de fuentes renovables. Como parte de este programa de nuevas centrales se construyó la represa hidroeléctrica Los Caracoles (San Juan) de 125 MW.
El acelerado crecimiento económico impuso la necesidad de volver a expandir rápidamente la oferta. A partir del 2007 el mercado eléctrico argentino recuperó el sendero de crecimiento interrumpido por la crisis de 2001, abasteciendo las necesidades de una economía creciente. Se implementó un fuerte programa de inversión
pública articulado con el sector privado, lo que sustentó la satisfactoria respuesta del sector a la demanda generada
por el nuevo modelo económico.
Asimismo, cabe destacar en estos años la importante expansión del sistema de transmisión eléctrica a lo largo y
ancho del país, como se puede observar en la Figura 19.
Entre los años 2007 y 2014 se construyeron más de 7.000 km de nuevas líneas, ampliando el abastecimiento en
grandes áreas, siendo las obras más importantes:
- Interconexión NOA-NEA, que permitió la integración eléctrica del noroeste con el noreste y la vinculación
física con la totalidad del SADI. Es, además, considerada la mayor obra de interconexión eléctrica de la historia de la Argentina. - Tercera línea de Yacyretá, evacuando hacia el área metropolitana de Buenos Aires la mayor energía que produce la elevación de la cota de Yacyretá.
- Interconexión de la Patagonia, que vinculó desde el 2016 a la Patagonia Austral (Chubut, Santa Cruz) con
el SADI. También se hicieron efectivas en el periodo otras conexiones intrarregionales. - Además de las anteriores obras, se realizaron las siguientes interconexiones, en orden decreciente de extensión: Comahue – Cuyo; La Rioja – Catamarca; Sa n Juan – Mendoza; y Rosario Oeste – Río Coronda.
El refuerzo en el transporte de energía eléctrica no tiene un impacto directo en la matriz eléctrica, pero es indispensable para asegurar el abastecimiento.
Si bien fue ampliada la capacidad de transporte de energía eléctrica, el sector energético empezaba a ver con preocupación la caída de las reservas de gas natural.
Con una producción en continuo crecimiento y la ausencia de inversiones en exploración, lo que supo ser un país con un horizonte de gas de 47 años con el descubrimiento de Loma La Lata en los ’70, se convirtió en un país importador en menos de 30 años como se observa en la siguiente figura.
El 13,6% de la oferta de energía secundaria correspondía a electricidad, el 81% a combustibles fósiles, el 0,9% a subproductos de la industria metalúrgica (gas de coquería y gas de alto horno), el 0,7% a biocombustibles y el resto a no energéticos. Se puede observar que es la primera vez, desde el año 1960, que el gas natural (gas distribuido por redes) disminuye su participación en la oferta energética.
La oferta de energía eléctrica se componía de la siguiente forma:
A partir de la década del 2010 comenzaron a aparecer los biocombustibles en la oferta interna. Esto fue debido a la decisión de incorporar un porcentaje de ellos en los combustibles utilizados por los medios de transporte. La Ley N° 26.093 “Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles”, del año 2006, asignó el grado de mezcla entre combustibles fósiles y biocombustibles para uso automotor. Originalmente el porcentaje de biocombustibles en la mezcla era del 5%, pero a partir del año 2013 a través de la Resolución 1125/2013 de la ex Secretaría de Energía la mezcla de biodiesel se elevó a un mínimo del 10% y, posteriormente, a través del Decreto 543/2016 del Poder Ejecutivo Nacional, el porcentaje de bioetanol en su mezcla con las naftas de
uso automotor se elevó al 12%.
En agosto de 2017 el país contaba con cuatro centrales térmicas de generación a biogás, que totalizan 21,1 MW, emplazadas en las regiones eléctricas Centro y Gran Buenos Aires.
Década actual – 2011 al 2016
En el año 2011, YPF confirmó el hallazgo de Vaca Muerta, formación de petróleo y gas no convencional (“shale oil” y “shale gas” respectivamente), que representaría para nuestro país el equivalente a 410 años de consumo de gas y 123 años de consumo de petróleo. Mediante la Ley N° 26.741 promulgada en mayo de 2012 se estatizó el 51% de las acciones de YPF, la cual se encontraba hasta ese entonces en manos de la empresa Repsol. Argentina recupera así su principal empresa energética, privatizada en la década del ’90.
Durante el año 2011 se alcanzó la cota máxima de 83 m.s.n.m de Yacyretá con una potencia de 3.200 MW, aportando cerca del 22% de la electricidad del país.
Otro acontecimiento energético relevante ocurrió el 3 de junio de 2014, cuando alcanzó su primera criticidad la central nuclear Atucha II de 745 MW, para luego generar a plena potencia de despacho el 18 febrero de 2015. La
central comenzó su construcción en 1981, para luego ser postergada hasta la reactivación del plan nuclear en 2006.
En materia de energías renovables, es inaugurado en el año 2012 en la provincia de San Juan el primer parque
solar fotovoltaico del país, Cañada Honda, cuya potencia alcanza los 7 MW. Esto se encuentra alineado a las
políticas de fomento de las energías renovables, impulsadas mediante leyes nacionales, siendo la última vigente la Ley N° 27.191 de “Fomento Nacional para el uso de Fuentes Renovables de Energía destinada a la Producción de Energía Eléctrica”, que prevé una incorporación de energías renovables (principalmente eólica y solar) al año 2025 que represente el 20% de la demanda de energía total del país.
Con respecto a los cambios evidenciados en el uso de la energía, particularmente en el sector residencial y de
servicios, aparecen los equipos de aire acondicionado como una variable importante en la demanda diaria de
energía eléctrica durante la temporada de verano. La Figura 24 describe el consumo promedio de demanda
durante un día típico (meses de otoño y primavera) frente a la demanda promedio durante los días cálidos de verano.
Se puede apreciar que el consumo de estos equipos requirió, durante el año 2016, el despacho de aproximadamente 8.000 MW solamente para su demanda eléctrica.
Perspectivas a futuro
Al observar la evolución del consumo de la energía primaria y secundaria entre los años 1960 y 2015, se evidencia que la sociedad y los procesos productivos requirieron gradualmente menor cantidad de energía primaria y más energía secundaria. La reducción en términos de energía primaria no solo es porcentual, sino que en valor absoluto pasó de consumirse 1.847 ktep en 1960 a 1.002 ktep en 2015, lo que significó una reducción del 46%.
Al mismo tiempo, y como se pudo visualizar a lo largo de la historia, el requerimiento de energía por tipo ha estado
ligado al desarrollo de la tecnología a la que acceden los usuarios finales. Por tal razón, el continuo avance de la
electrónica y en el desarrollo de artefactos eléctricos disponibles al público en general, sumado al creciente
automatismo de los procesos electromecánicos a nivel industrial, ha impulsado el crecimiento de la demanda de
energía eléctrica en el consumo final, como puede observarse en la figura siguiente.
Por lo tanto, al pensar en escenarios futuros, es sumamente previsible que las tendencias históricas observadas continúen en el largo plazo.
La matriz energética nacional es y será fuertemente dependiente de los combustibles fósiles, sobre todo del gas natural, como puede observarse en la Figura 27. Al no haberse descubierto nuevos yacimientos de gas convencional de volumen relevante en los últimos años, la estrategia planteada en los escenarios de corto y mediano plazo incluye importaciones de GNL para cubrir el faltante hasta desarrollar los recursos no convencionales de “shale gas”.
Por lo planteado, el desafío a largo plazo, tanto a nivel nacional como internacional, estará centrado en disminuir la dependencia de los combustibles fósiles. Al año 2015, dentro de los cinco sectores de consumo, el sector transporte de carga y pasajeros es el mayor demandante de combustibles fósiles con el 40% del total país. A nivel mundial esa situación es similar, y por esa razón constantemente se buscan soluciones al respecto.
En los últimos años ha avanzado aceleradamente el desarrollo de autos híbridos y eléctricos. Los primeros utilizan un motor de combustión interna y uno o varios motores eléctricos, cuyas baterías son cargadas aprovechando la energía desperdiciada durante el frenado o detención. Esta es una tecnología efectiva para reducir el consumo de combustibles fósiles, sin necesidad de adaptar la infraestructura de transporte del país. En cuanto a los autos eléctricos, estos deben conectarse a la red de energía eléctrica para cargar sus baterías, por lo que se debe adaptar la infraestructura para poder brindar el suministro correcto. Durante el año 2017 se instalaron los primeros cargadores en algunas estaciones de servicio de la petrolera YPF, con miras a la introducción de estos vehículos en el corto plazo.
Con respecto a los materiales de las baterías de los autos eléctricos, el país cuenta con una ventaja estratégica al encontrase en cuarto lugar en cantidad de reservas probadas de litio a nivel mundial. Su producción ha incrementado durante el año 2016 (37.800 t) pasando del 11% al 16% de participación en el mercado de derivados de litio. Si se materializan los cuatro proyectos que están en estado avanzado, se incorporarían 110.000 t a la actual producción.
En este sentido, la aparición del auto eléctrico responde a dicha problemática. Sin embargo, para que la reducción sea sostenible y real, es necesario proyectar una oferta eléctrica futura con una alta participación de energía nuclear y renovable. En caso de que esto no ocurra, el impacto real no sería relevante ya que se consumirían combustibles fósiles para generar energía eléctrica.
Esto último se encuentra en línea con la política energética nacional de diversificación de la matriz energética, con las incorporaciones a mediano plazo de la cuarta y quinta central nuclear, y 10 GW acumulados de 1 energías verdes al año 2030 de acuerdo a la Ley N° 27.191. Esto estará acompañado de políticas de uso racional y eficiente de la energía, con el propósito de optimizar los recursos disponibles. Los escenarios de oferta eléctrica planteados al año 2030 por el Ministerio de Energía y Minería se observan en la siguiente figura:
Los esfuerzos son importantes, pero se deben intensificar en el largo plazo si se quiere tener una matriz energética sostenible desde el punto de vista técnico, económico, social y ambiental. Quizás la fusión nuclear, que es el proyecto energético más ambicioso y revolucionario a la fecha a nivel mundial, sea la alternativa a futuro, o quizás otra tecnología o forma de energía sea la respuesta, pero indudablemente la solución será resultado del continuo progreso tecnológico acompañado por una correcta planificación energética como herramienta de definición de la política energética.
1 Las denominadas energías verdes incluyen a todas las tecnologías renovables salvo las centrales hidráulicas mayores a 50 MW.
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