Estudiantes tucumanos crearon un dispositivo para purificar el agua con arsénico
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- El 30 abril, 2019
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En el medio de un extenso pastizal del este de Tucumán, la principal edificación que se destaca por varios kilómetros es la Escuela Carlos Vergara, que, con 120 alumnos, es la única en el paraje rural Ranchillos Viejos. En esta institución educativa, un grupo de cuatro estudiantes del secundario Bernabé Araoz, ubicado en la capital tucumana, irrumpen en una clase con un bidón de agua sin fondo, algodón, arena, piedras, mapas de la provincia y cartulinas. Ante la atenta mirada de sus pares, se disponen a armar un filtro de agua casero y alertarlos sobre los efectos nocivo del arsénico que consumen, sin saber, diariamente.
Esta escena se repite regularmente en esta y otras escuelas de la zona gracias al proyecto educativo “Un Enemigo Invisible” que lleva adelante desde principios de 2018 la profesora Fernanda Daniela Galero junto a sus alumnos de 4°año y que fue uno de los ganadores de la 12° edición del Premio Comunidad a la Educación de Fundación La Nación. “Como docente es muy inspirador ver cómo los chicos asumen el rol de educadores solidarios, porque ayudan a sus pares y visibilizan una problemática muy grave que prácticamente se desconoce. De ahí, el nombre del proyecto”, cuenta Galero.
El objetivo de esta iniciativa es informar a los estudiantes de escuelas rurales del este tucumano sobre la contaminación del agua con arsénico y sus efectos nocivos para la salud a través charlas informativas dictadas por los propios alumnos. Además, se les explica cómo purificar el agua a través de un filtro y pasteurizador que ellos mismos pueden fabricar de manera sencilla y económica. “No queremos solamente remarcarles que estaban tomando agua contaminada. Les acercamos una solución práctica”, asegura la docente, de 38 años.
El arsénico es un metaloide de origen natural presente en la corteza terrestre y que contamina tanto el agua subterránea como las aguas superficiales. Jorge, director del Centro de Ingeniería en Medioambiente del ITBA, explica que puede llegar a ser muy nocivo si se consume por mas de 10 años, con la posibilidad de generar una enfermedad llamada Hidroarsenicismo Crónica Regional Endémico (Hacre), que a su vez puede derivar en problemas gastrointestinales, diabetes, bronquitis crónica, verrugas, daños en la piel y hasta cáncer.
Según la docente, estas enfermedades están muy presentes en el este de Tucumán, donde el nivel de arsénico en el agua oscila entre los 10 a 50 microgramos por litro. Si bien este número se adecua a los parámetros del Código Alimentario Nacional, supera el valor determinado estrictamente hace 10 años por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de un máximo de 10 microgramos por litro. En su momento, varias cooperativas de agua del país hicieron un recurso de amparo para que se suspendiera por un tiempo esta exigencia.
Stripeikis opina que el nombre del proyecto de Galero es apropiado, debido a las características de este metaloide. “El arsénico provoca enfermedades y no da avisos, hasta cuando ya es muy tarde, porque no tiene olor ni color. Uno puede tomar un vaso de agua cristalina y que contenga un alto nivel de arsénico. La única forma de detectarlo es haciendo un test”, explica Stripeikis.
El proyecto tuvo dos etapas de preparación: la primera, en 2017, cuando Fernanda logró con éxito construir un pasteurizador casero a base de energía solar junto a sus alumnos. Usando una caja de madera, papel aluminio, pintura negra, una tapa de vidrio y aprovechando los rayos del sol, lograron pasteurizar hasta cuatro litros de agua en menos de tres horas.
La segunda etapa se dio cuando, conversando con sus colegas del Bernabé Aráoz, el docente Diego Lucero, que también daba clases en la Escuela de Los Herreras, ubicada en el departamento Leales, a 75 km de San Miguel, le comentó sobre el marcado problema que tienen con el arsénico en el agua. “En las zonas rurales, se toma mucha agua de pozo y en su gran mayoría, estos son muy superficiales”, advierte Galero.
El desafío para Fernanda y sus alumnos era encontrar una forma de limpiar las impurezas sólidas del agua de forma fácil, efectiva y económica para que los alumnos de las instituciones rurales de la región lo pudiesen aplicar en sus casas. Luego de mucha investigación, lograron dar con un filtro casero que, en cierta forma, emula lo que sucede en la naturaleza, donde el agua se purifica de forma natural al pasar por distintos tipos de materiales.
Este está compuesto de elementos que se consiguen fácilmente: el envase de un bidón con el fondo cortado y dado vuelta, e introduciéndole, en diferentes cantidades, algodón, piedras, grava, carbón activado, arena gruesa y fina.
Luego de extraer una muestra de la zona de Leales, la purificaron con el filtro casero y, posteriormente, con el pasteurizador, logrando que el nivel de arsénico baje hasta 2,5 microgramos por litro. “Con un método casero y barato, logramos hacer de un agua contaminada, un agua prácticamente pura y que no representa ningún peligro para la salud. Habíamos logrado lo que buscábamos”, sostiene.
Desde entonces y durante todo el año escolar, realizaron visitas a las escuelas rurales los Herrera y Vergara, ubicada a 30 km de San Miguel. Para que la comunicación fuese más efectiva decidieron que fuesen los propios alumnos de cuarto año los que dieran las charlas a sus pares. “No queríamos que los chicos viesen la presentación como una clase más, sino que queríamos llamar su atención haciendo algo diferente. Todos mis alumnos participan del proyecto, pero son cuatro, dos varones y dos mujeres, los que dan las charlas”, aclara Fernanda.
Mónica Yuliana Júarez, de 16 años, es una de las caras visibles del proyecto y una de los estudiantes que más participación tuvo. “Al principio estaba nerviosa de dar las presentaciones, porque no soy profesora y ellos tienen casi mi misma edad. Pero me di cuenta que los estaba alertando de algo que los afecta, ayudándolos a que mejoren su vida”, recuerda Mónica.
Por su parte, Luciana Brizuela (15), alumna del Carlos Vergara y vecina del paraje Ranchillos Viejos, aprecia la dedicación de Mónica y sus compañeros. “Está buenísimo conocer a otros chicos y que tengan en cuenta a las zonas rurales”, opina Luciana. En su escuela, los docentes también incorporaron nuevos hábitos, impulsando el cultivo y riego de una huerta escolar con agua purificada, para evitar la contaminación de los alimentos.
Fernanda remarca el cambio que generó el proyecto en sus alumnos, no pasa solamente en lo académico. “Además de unirse más como grupo, adquirieron valores como la empatía y el compañerismo, lo que hace que se esfuercen más a la hora de trabajar. Hay algunos que me dijeron que gracias al proyecto se quieren dedicar a la docencia. Eso es un orgullo enorme para mí”, concluye Galero. Dentro de sus próximos objetivos, están ampliar el número de escuelas apadrinadas y presentar el filtro en diferentes ferias de ciencia.
Un premio a la innovación
Fundación La Nación lanzó la 13°edición del Premio Comunidad a la Educación, destinado a reconocer los logros de escuelas de todo el país que desarrollan estrategias innovadoras para mejorar la calidad educativa de alumnos en situación de vulnerabilidad socioeconómica. Las instituciones que resulten ganadoras, tendrán un premio de 250.000 pesos, y las menciones especiales alcanzarán la suma de 50.000 pesos. Además, en ambos casos recibirán capacitación y difusión. Más información: fundacionlanacion.org.ar/premio
La Nación
20 de Abril de 2019
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