El problema no es contra Uruguay, es contra Argentina
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- El 12 enero, 2006
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Hace unos días asistimos a un reportaje al vice-gobernador de Entre Ríos donde manifestaba que la oposición a las plantas celulósicas a instalarse en Fray Bentos no significaba una confrontación con Uruguay.
Efectivamente, su actitud no es contra Uruguay… Es contra la Argentina.
Está muy bien que se oponga el gobierno entrerriano -en defensa de su población- a una planta celulósica contaminante, pero es un caro error oponerse a las plantas celulósicas creyendo que todas lo son, que es lo que termina trasmitiendo el Gobierno de Entre Ríos en contra de la opinión de los forestadores entrerrianos.
Como ocurre muchas veces entre nosotros los argentinos, los debates no terminan como tales; se transforman en una pelea donde se discute lo accesorio, se olvida lo fundamental y termina impregnándose todo de una gran confusión y lo que menos importa es saber dónde está la razón. Cuestión errónea de por sí que se vuelve grave cuando la palabra oficial es la que hace punta.
Es necesario saber que no puede existir en ningún lugar del mundo una forestoindustria sustentable, eficiente y competitiva sin las plantas celulósicas, que son el cimiento donde se basa todo el desarrollo forestal e industrial. Es como pretender hacer un edificio de varios pisos sin construir los cimientos y la planta baja. Imposible.
Sin plantas celulósicas, el daño es aguas abajo y aguas arriba: las forestaciones deben ralearse de sus peores individuos -los que el forestador vende a las celulósicas- para que queden los mejores ejemplares, que en años posteriores venderá a los aserraderos como madera de calidad; los aserraderos a su vez venden los residuos de madera a las celulósicas haciendo rentables sus deshechos, que no tendrían otro destino que la quema que sí contamina enviando carbono a la atmósfera.
Las celulósicas hacen el papel de “basureros forestales”: tienen por materia prima los árboles de raleo, nada menos que el 40% -que valen poco- y los deshechos de aserradero -que no valen nada- para triturarlos y transformarlos en celulosa, que vale mucho. Esta alquimia económica es la materia prima para cientos de productos finales como pañales, insumos médicos, papeles de todo tipo -para cheques, servilletas, para envolver regalos, para diarios, etcétera- que están necesariamente presentes en nuestros hogares y que si no los producimos tenemos que importar (y lo hacemos por 500 millones de dólares en celulosa y papel) pagando salarios y materia prima en el exterior.
Esquizofrenia nacional
La Argentina tiene un bajo desarrollo forestal a pesar de que tenemos 20 millones de hectáreas ociosas que no compiten con la ganadería ni la agricultura y de que tenemos un variedad completa de climas que permiten la implantación de cualquier especie propia o exótica y en el Litoral el mayor crecimiento del mundo, junto a Brasil, de pinos y eucaliptos; además, una ley por la cual se subsidian las plantaciones hasta un 80% de su costo.
Teniendo tanto viento a favor, a duras penas forestamos un millón de hectáreas… en décadas.
Hace seis años el Congreso votó la Ley Nº 25.080 de promoción forestoindustrial. Se pretendía de este modo arrancar una política de Estado en un sector de un enorme potencial que fue tratado desde los distintos gobiernos y desde siempre de manera errática y espasmódica. De 100 mil hectáreas anuales que se implantaron en los años 99, 2000 y 2001, se cayó en picada con cifras mínimas y modesta recuperación recién en el 2005. En el sector forestal de la Sagpya demostraron una enorme capacidad para generar problemas y paralizar la actividad.
Tenemos poca superficie implantada, baja industrialización, déficit en la balanza de comercio exterior -500 millones de dólares-, caída de la inversión extranjera prevista, una ley que no se cumple eficientemente, la necesidad de generar empleo y no pagarlo afuera y nos damos el lujo de entrar en una disputa perdida de antemano que sólo conduce a desalentar la inversión externa de capitales de los que el país no dispone y en la base misma que sustenta el desarrollo forestoindustrial: las plantas celulósicas papeleras.
Miremos a los vecinos
Brasil: 5 millones de hectáreas implantadas; 20 mil millones de dólares de PBI (nosotros 1.500); empleos -6 millones directos e indirectos (nosotros 600 mil)- exportaciones por 6.950 millones de dólares (nosotros 600 millones) de las cuales el 50% corresponde a exportaciones brasileñas de celulosa y papel que producen 241 plantas (nosotros 10)… y cambiamos de país para no deprimirnos.
Chile: 2 millones cien mil hectáreas implantadas; 3.500 millones de dólares de PBI; 117 mil empleos directos; 2.200 millones de dólares de exportación, importación por 103 millones.
Uruguay: 800 mil hectáreas implantadas (Buenos Aires 91 mil); 225 millones de U$S de PBI; 100 millones de dólares de exportaciones (balanza positiva), dos plantas celulósicas papeleras a las que se sumarán Botnia, Ense y el anuncio de ir al Uruguay de la sueca Stora Enso que significarían sumar a los 1.600 millones de dólares de inversión otros mil millones (para Busti que lo mira por TV).
La cuestión del medio ambiente
Misiones tiene, no enfrente sino dentro de su propio territorio, tres plantas celulósicas, una muy próxima a Iguazú, lugar al que concurrieron casi un millón de turistas en 2005; no hay denuncias de envenenamientos por contaminación y los malos olores, que si los había son cuestiones del pasado. La actividad forestoindustrial es el 50% del PBG provincial y genera la mayoría de los empleos.
En Misiones y en cualquier lugar del mundo el principal enemigo del medio ambiente es la pobreza. Ahí hay que apuntar los cañones.
Ojalá fuéramos el destino de una nueva planta -que el país tiene perentoria necesidad de tenerla- para absorber raleo sin destino industrial actualmente; los gobernadores de Corrientes y Misiones lo saben y se expresan pública y positivamente, no espantan inversores, los quieren.
Si el gobernador de Entre Ríos quiere cuidar “su” medio ambiente debiera prohibir vacas y frigoríficos, que son grandes emisores de gases de efecto invernadero; debiera prohibir los desmontes para la agricultura y mucho menos abonar granos; debiera prohibir la planta de celulosa de Capitán Bermúdez en Santa Fe y cortar el puente Rosario-Victoria. Más le valdría ocuparse de que se foreste en su provincia, que pese a estar junto a puertos y mercados sólo ocupa el 16% de la superficie en el país. Valga como ejemplo que Masisa, fábrica de tableros instalada en Concordia, traía pinos de Misiones, a 600 kilómetros de distancia.
Finlandia es el país número uno en el mundo en cuidado del medio ambiente, Noruega el segundo y Suecia el tercero. Finlandia y Suecia son grandes productores de celulosa y papel con numerosas plantas instaladas en su suelo; el cuarto es Canadá, también un grande en celulosa y papel. Para sorpresa general, Uruguay es el sexto y nosotros estamos en el número 17; no parece prolijo querer dar cátedra a los que están por delante.
Conclusiones
En el comercio mundial, el sector forestoindustrial es más que granos y carnes juntas: mueve 150 mil millones de dólares cada año. Son los países más ricos del mundo los que producen, compran y venden.
La Argentina tiene un gran potencial no aprovechado por desconocimiento de su clase gobernante. El sector forestoindustrial puede ser equiparado al sector granos en nuestro país en 20 años de continuidad. El Gobierno debe jerarquizar el sector y no dejarlo dormir en la tercera línea de la Sagpya mientras se cae la Ley Nº 25.080.
Los inversores de la década del 90 -3500 millones de dólares- están reinvirtiendo fuera de la Argentina; mientras, se los ignora. La Argentina necesita una planta más de celulosa y varias de papel.
Actitudes enojadas y prepotentes porque las inversiones se fueron a la otra orilla sólo nos aseguran que seguirán buscando lugares más amigables con gente mejor informada.
Por Ricardo Barrios Arrechea
Ex gobernador de Misiones
Fuente: www.territoriodigital.com.ar
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