El premio Bunge y Born esta vez fue para la investigación geológica

Nora Bär
LA NACION

En sus 40 años de geólogo, el doctor Víctor Ramos cruzó decenas de veces la cordillera de los Andes. La estudia con una pasión que lo ilumina incluso después de todo este tiempo.

El joven Federico Dávila, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Córdoba, a los 35 años ya inició una carrera sobresaliente: con una tesis doctoral laureada, fue becario Fulbright en los Estados Unidos y de la Royal Society en Gran Bretaña.

Con la presencia de las máximas autoridades de la ciudad y del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, ambos, Ramos y Dávila recibieron ayer, en una ceremonia extraordinariamente cálida que reflejó el buen momento que atraviesa la ciencia local, el premio Bunge y Born 2009, dotado de una suma de dinero, un diploma y medallas de oro y plata, respectivamente.

“Cuando uno ve la lista de los premiados que nos preceden [Luis F. Leloir, Alfredo Lanari, Alfredo Pavlovsky, Eduardo de Robertis y Armando Parodi, entre otros], tiene la idea de que es una distinción dedicada a las ciencias bien desarrolladas en el país, como la biología o la medicina. Jamás pensé que iban a considerar a la geología digna de recibirlo -dijo Ramos, uno de los científicos más prestigiosos del mundo en su especialidad, investigador del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA-. La sociedad no toma conciencia de las cosas importantes que hace la geología, por eso me gusta decir que cada vez que uno pone en marcha un auto, detrás de ese arranque hay muchos geólogos que trabajan en prospectiva y en exploración de petróleo. Si uno mira en torno suyo, verá que la mayoría de las materias de las que está hecho lo que tiene a su alrededor tiene, de un modo u otro, que ver con la exploración geológica. Las aguas subterráneas, los terremotos, el estudio de los volcanes… Hay una infinidad de aspectos en los que la geología continuamente está haciendo aportes a la sociedad.”

Ramos y Dávila trabajan en temas complementarios: el primero analiza cómo se levantan las cordilleras y el segundo trata de cuantificar el peso de esas cadenas montañosas para observar cómo deforman la corteza terrestre y generan espacios donde se acumulan los sedimentos.

Al cierre de la ceremonia, el ministro de Ciencia, doctor Lino Barañao, agradeció a la Fundación Bunge y Born por su tarea. “No sólo porque permite otorgar un agradecimiento merecido al investigador que ha dedicado su vida a la ciencia, sino porque nos da la oportunidad de presentar a la sociedad arquetipos de científicos y mostrarlos tal cual son -dijo-, e ir modificando esa visión errónea y estereotipada que tiene el ciudadano común. Suele pensarse que los científicos son seres desapasionados y racionales. Pero en realidad son individuos apasionados por la razón, por el conocimiento, como lo muestran año tras año los testimonios de estos investigadores. Es realmente la pasión por su trabajo la que los motiva y los hace llevar adelante esta tarea con tan pocas recompensas y con algún que otro éxito esporádico.”

La Nación
Jueves 20 de Agosto de 2009

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