El pensamiento único del ecologismo a ultranza
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- El 20 mayo, 2008
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No es ninguna novedad que cierto tipo de ecologismo con caracteres dogmáticos rayanos en el fanatismo más incoherente e irracional, es el que forma los “escuadrones de choque” al servicio del Club de Roma y de otros poderes menos visibles al servicio de la globalización a ultranza.
Tampoco es novedad que esos sectores formen alianzas tácitas o explícitas con sectores temporalmente en el poder, sin importar lo corruptos o no que sean, pero sí importando mucho que –en busca de votos y simpatías adicionales- a esos sectores gubernativos no les haga asco adherir a las posturas más excéntricas y negativas. Y si esos gobiernos son reacios a concretar obras públicas de envergadura, ¡pues tanto mejor!, pues de ese modo son “obedientes” a los mandatos del crecimiento cero, impuesto como falsa verdad científica por el citado Club de Roma.
Algunas de esas vinculaciones había denunciado públicamente el ex candidato presidencial Roberto Lavagna, al evaluar el fuerte impulso inicial que el gobierno de Busto dio a los “sectores duros” del ecologismo, cuando emprendieron –con el claro apoyo de Greenpeace- la virulenta campaña antipasteras de Botnia, ENCE, etc.
Hoy claramente el tema se desmadró, y parecería no haber forma de entrar en la senda de la racionalidad a los que fundan sus virulentos reclamos en el ejercicio de la fuerza bruta, escrachando al más puro estilo patoteril a quienes piensan distinto, y cortando rutas y puentes “a piacere”, llevándonos a un cuadro de anarquía, y a la ilógica que todo se debata –muy largamente y con fuerte utilización de prepotencia e insultos-, antes de emprenderse cualquier obra importante.
Pero cuando los que adhieren a esos postulados son docentes universitarios, con títulos de grado o de posgrado que los deberían habilitar para enseñar en un marco de seriedad científica, temas que hoy están en el centro de muchas discusiones; pero que en lugar de esa apertura mental y cientificidad exponen desde posturas muy parcializadas y a veces rayanas en lo dogmático; el tema pasa a ser académicamente grave, pues puede deformarse el entendimiento de los futuros profesionales; o dado el caso, distorsionarse las concepciones de jóvenes egresados de carreras de Posgrado, Maestrías, etc.
Recientemente pude escuchar que con notable soltura, una joven y bonita docente de ambientalismo expresó en clase dos expresiones que ni como chiste deberían ser dichas. Por una parte dijo –palabras más o menos- que “espero convencerlos con todo esto que les digo”. ¡Error jovencita! La misión del docente –más de una Maestría- no es “convencer” sino suministrar datos y fundamentos científicos para que los cursantes analicen y –solo si por raciocinio y lógica los aceptan- adhieran a sus postulados; los que dicho sea de paso parecieron bastante afines al “ultrismo” ecolátrico. La simpatía de la joven docente no pudo ocultar otra “perlita”, del tipo “de esto vivo, así que debo defender estos postulados”. Es decir que poco y nada parecería importar la verdad y el rigor científico.
Pero un veterano profesor, adherente al muy cuestionado IPCC tan fogoneado por el vocero del G 7 Al Gore; fue mucho más allá.
Manifestó su plena adhesión a los postulados del Club de Roma y su genocida filosofía neomalthusiana del “Crecimiento Cero”, la cual se basó en una serie de disparatadas conclusiones acerca del supuesto agotamiento de los recursos naturales, no cumpliéndose ninguno de sus agoreros pronósticos. Recordemos que bajo la excusa del conservacionismo extremo, el Club de Roma pretende mantenernos encadenados al subdesarrollo más vil y a la miseria más abyecta.
Al refutársele que las bases de ese ecologismo duro son dogmáticas conformando una nueva religión neopagana, se limitó a decir “hay tantas religiones, una más…” ¡Pero está mezclando temas científicos con dogmas seudo religiosos; y eso no tiene ninguna seriedad!
Atacó –dentro del marco de una sempiterna sonrisa dibujada en su rostro- con extrema dureza los supuestos “graves inconvenientes” de Futaleufú y Paraná Medio; pero no dio ninguna alternativa coherente ni menos contaminante para reemplazar esas importantes obras hidroeléctricas, una construida y la otra planificada. Tampoco ¡ni por asomo! mencionó los importantes ahorros ambientales al evitar la quema de combustibles fósiles y la subsecuente emisión de gases contaminantes. ¡Eso no es “ambientalismo científico”!
Y posiblemente la “perlita” mayor del veterano adherente al ambientalismo extremo, es afirmar que en las naciones desarrolladas ya no se trabaja en actividades de minería, pues “todo eso que es contaminante fue transferido al Tercer Mundo” (palabras más o menos). Eso además de falso es un disparate que solo puede ser pronunciado en el marco del dogmatismo ultraecológico que repiten los adherentes al Club de Roma, a Greenpeace, a WWF y otras transnacionales de la ecología fundamentalista.
Es bien sabido que EEUU, Canadá, Australia y otros países desarrollados, trabajan en sus territorios en diversas actividades mineras, sobre todo en minerales estratégicos.
Y esos mismos países, más Dinamarca, Gran Bretaña, Alemania, China, Sudáfrica, y un largo etcétera, extraen ingentes cantidades de carbón para abastecer sus usinas térmicas; actividades contaminantes si las hay, pero necesarias para evitar el colapso energético que significaría el colapso socio económico; el mismo que pregona el Club de Roma para los subdesarrollados.
Sin duda no hago gala de diplomacia, pero LA VERDAD Y EL RIGOR CIENTÍFICO deben ser los nortes permanentes de toda actividad académica.
Por otra parte, esas posturas ambientalistas “in extremis” no permiten ni una pizca de patriotismo, pues se llenan la boca de posturas “globales” así sean perjudiciales para Argentina. ¡Y recordemos lo que dijera algún patriota en los albores de la argentinidad: “ningún argentino, ni ebrio ni dormido, debe pronunciar palabras en contra de los Intereses de La Patria”.
¡Y que el sayo se lo ponga aquel a quien bien le quepa!
Por: Carlos A. Ortiz
Ex Docente – Investigador – FCE – UNaM = Especialista en la Temática Energética
Cursante de la Maestría en Gestión de la Energía
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