El costo gigantesco de seguir usando combustibles fósiles
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- El 26 febrero, 2020
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La contaminación del aire por el uso de combustibles fósiles es la causa de 4,5 millones de muertes prematuras cada año en todo el mundo, pero además acarrea pérdidas económicas globales estimadas en 2,9 billones de dólares o 2,6 billones de euros.
Eso supone un costo de 8.000 millones de dólares diarios (7.333 millones de euros) y equivale al 3,3% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial, señala el informe “Aire Tóxico: El precio de los combustibles fósiles”, elaborado por la organización Greenpeace y el Centro para la Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA, en inglés).
El estudio es el primero que evalúa el impacto económico global de la polución por combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas principalmente-, al calcular el costo de esas muertes prematuras por lo que dejaron de contribuir a la economía, así como los gastos médicos de tratar las enfermedades que provocan.
“Los combustibles fósiles no son sólo el principal detonante del cambio climático, son también perjudiciales para nuestra salud y economía”, indicó este miércoles en la presentación del informe en Manila el representante de la división de Greenpeace en el Sudeste Asiático, Khevin Yu.
Muertes prematuras
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya cifró hace dos años en 7 millones los decesos por respirar aire contaminado, pero este nuevo informe se centra en las implicaciones de la polución originada por energías fósiles, el principal causante de esas muertes prematuras, unas 12.000 por día.
Esos contaminantes acarrean enfermedades como asma, cáncer de pulmón, apoplejías y otras dolencias como obstrucciones pulmonares o infecciones respiratorias.
Según Greenpeace, 40.000 niños mueren anualmente antes de cumplir los 5 años por la exposición a contaminantes como las partículas PM2,5, que miden 2,5 micras o menos de diámetro por lo que llegan rápido a los pulmones y la sangre, lo que las convierte en altamente dañinas para la salud.
El dióxido de nitrógeno (NO2), un subproducto de la combustión de combustibles fósiles en vehículos, fábricas y centrales eléctricas, se vincula a más de 4 millones de nuevos casos de asma en niños cada año, y unos 16 millones de niños en todo el mundo padecen la enfermedad por la exposición a esas partículas.
Además del PM2,5 y el NO2, otro contaminante derivado de la quema de combustibles fósiles es el ozono, un gas natural presente en pequeñas cantidades en las capas altas de la atmósfera que protege de la radiación solar, pero elevadas concentraciones del mismo a nivel del suelo son perjudiciales para la salud.
En términos de productividad, 1.800 millones de jornadas laborales se pierden cada año en el mundo por licencias médicas derivadas de enfermedades causadas por respirar aire tóxico, lo que se traduce en pérdidas económicas de 101.000 millones de dólares cada año (92.500 millones de euros).
La exposición a combustibles fósiles -y en particular a las partículas PM2,5 que provocan crisis de asma- está detrás de 7,7 millones de visitas a urgencias cada año.
A esas dañinas partículas también se les atribuye hasta 2 millones de partos prematuros al año.
China es el país del mundo con más muertes prematuras por ese motivo, alrededor de 1,8 millones al año; seguida de India (1 millón), la Unión Europea (400.000 muertes), Estados Unidos (230.000) y Japón (100.000).
China, con 900.000 millones de dólares anuales, EEUU (600.000 millones) e India (150.000 millones) son los países que soportan los mayores costos derivados de la contaminación del aire causada por combustibles fósiles.
Posibles soluciones
“Mientras las compañías de carbón y petróleo y la industria del automóvil impulsan tecnologías obsoletas, nuestra salud y nuestras comunidades están pagando el precio”, advierte el informe, que resalta que aunque la contaminación tóxica del aire es una “amenaza global”, las soluciones son “asequibles y disponibles”.
Greenpeace advierte que en 2019 un 91% de la población mundial vivía en áreas donde la polución del aire excede los niveles recomendados por la OMS.
“Un transporte más limpio y el uso de energías renovables no solo suponen una reducción significativa de contaminantes como PM2,5, NO2 u ozono, sino que además ayudan a controlar el cambio climático al disminuir la emisión de gases efecto invernadero”, aclaran.
La sustitución de combustibles fósiles por energías limpias podría reducir en dos tercios el número de muertes prematuras relacionadas con la contaminación, apunta Greenpeace.
La implantación de ciudades más ecológicas -con transporte público poco contaminante, ciclovías y zonas verdes para pasear- derivará en beneficios para la salud, no sólo al disminuir esas dolencias respiratorias, sino también diabetes, obesidad o enfermedades cardiovasculares.
La investigación muestra que el cierre de centrales eléctricas de carbón puede producir beneficios para la salud, con un descenso de los gastos médicos asociados, que exceden el valor de la electricidad que generan.
Sara Gómez Armas, agencia EFE
Clarín
19 de febrero de 2020
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