Dock Sud, una bomba de tiempo
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- El 14 junio, 2006
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La ciudad de Buenos Aires y el partido bonaerense de Avellaneda comparten la amenaza de una bomba de tiempo. Se trata del denominado polo petroquímico del Dock Sud, cuya existencia, a no más de quince minutos de viaje o más o menos cuarenta cuadras de la Plaza de Mayo y de la Casa de Gobierno, configura un peligro potencial para la existencia y la salud física de quienes viven en sus inmediaciones.
El calificativo aparentaría ser exagerado, aunque no lo es. Litros y litros de combustibles inflamables se acumulan en los depósitos de las empresas ubicadas allí, a la vera del no menos temible Riachuelo y visibles desde buena parte de los edificios porteños de regular altura. Deben ser manejados, sin duda, con infinidad de precauciones y bajo rigurosas normas de seguridad. Pero esas circunstancias no los liberan de imprevisibles riesgos, como ser el incendio de un buque que ardió durante varios días en los muelles del Dock, ocurrido hace unas dos décadas. No parece probable que alguna otra ciudad con la importancia y la densidad poblacional de nuestra capital mantenga casi dentro de ella un complejo petroquímico donde, por fuerza, son desarrolladas labores complejas que incluyen la manipulación de materiales inflamables.
Ocurre, asimismo, que las emanaciones que provienen de ese complejo y se mezclan con los no menos dañinos efluvios procedentes del Riachuelo no son bienolientes ni, mucho menos, inocuas para la salud. Uno de los vecindarios próximos lleva el significativo nombre de Villa Inflamable. Sus habitantes padecen enfermedades respiratorias agudas, están intoxicados por tener que inhalar a toda hora aire cargado de partículas ácidas, les arden los ojos y las fosas nasales, y ostentan las marcas indelebles de las afecciones dérmicas.
Según la Defensoría del Pueblo de la Nación, insospechable de parcialidad, el 50 por ciento de los menores que por allí viven tienen en la sangre alarmantes niveles de plomo. Triste consuelo, no son los únicos. Padecimientos similares agreden a los varios millones de habitantes afincados a lo largo de la cuenca Matanza-Riachuelo; sin embargo en el Dock Sud están acrecentados.
Esa combinación de industrias intrínsecamente dañinas y el no menos perverso curso fluvial más contaminado del país, es letal. No obstante, las unas y el otro perduran a la vista y paciencia de los afectados y, sobremanera, de quienes no lo son, pero tienen conciencia ambiental y noción de los efectos nocivos de tamaña irresponsabilidad.
Sería descabellado pretender que el polo petroquímico del Dock Sud fuese desalojado en término perentorio y de un solo plumazo. Así y todo, parecería haber llegado la hora de que las autoridades nacionales, bonaerenses y porteñas se tomasen en serio su existencia y comenzasen a analizar medidas razonables que, con el tiempo, condujesen a una solución definitiva para esta cuestión no sólo ambiental, como podría sugerir una primera y apresurada impresión.
Seguir no tomando en serio esa realidad tangible equivaldría, míreselo por donde se mire, a un gravísimo acto de insensatez. El riesgo de accidentes, la amenaza contra la salud pública y la contaminación del medio ambiente concentrados en el Dock Sud deberían ser conjurados, si es que realmente se pretende demostrarle al mundo que a los argentinos nos preocupan la calidad de vida y la eliminación de los factores que la afectan.
La Nación
Miércoles 14 de Junio de 2006
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