Ciencia y Técnica: ¿para qué país?
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- El 27 julio, 2006
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Los argentinos somos dados a las frases hechas que, en general, son ricas en imágenes y de significado esfumado. Durante los últimos veinte años, por ejemplo, repetidas veces escuchamos reclamar:“no debemos perder el tren”. Este símbolo de poder y movimiento fue elegido por intelectuales politizados y por políticos disfrazados de estrategas para que muchos de nosotros -los no entendidos- visualizáramos, entre otros ideales, el progreso. Pero¿ cuál es la representación del tren en nuestro imaginario colectivo?, ¿el Ave, los shinkansen o una locomotora humeante y su sucesión de simpáticos vagones?. La respuesta no es indiferente, porque si los primeros son el símbolo de la modernidad, la otra lo es del pasado.
Con algo mas que trenes, con décadas perdidas, argentinos de ojos llorosos perseveran en la memoria de lo que no fuimos -ni seremos- en cambio de asumir el desafío de lo que podemos ser. Y de buscarlo con una mezcla de voluntad política y de recursos allí donde lo hacen los dirigentes sensatos de todos los países serios del mundo: en la educación y en la investigación científico-tecnológica, que son las llaves que accionan las puertas del futuro.
No partimos de cero. Este, el nuestro, es el único país sudamericano con cinco Premios Nobel, tres de ellos en ciencias biológicas (Houssay, Leloir y Milstein); un país que realizó avances reconocidos internacionalmente en metalurgia, en la industria automotriz, en la aeroespacial, en biotecnología o en la construcción de reactores de investigación.
Sin embargo y salvo en intervenciones calificadas como contestatarios, pocas veces se hacen públicos los avances logrados en nuestros laboratorios. No figuran en el discurso de candidatos ni de políticos en ejercicio, no son motivo del orgullo de funcionarios, ni reciben tratamiento por la prensa sino en secciones secundarias. Es mas, hay temas como el del enriquecimiento de uranio que es soslayado como si se tratara de un hecho vergonzante, impropio de una sociedad civilizada. Hace casi veinte años que conquistamos esta tecnología con probado efecto derrame sobre el resto de la actividad productiva y lo hicimos poco después que lo lograran los países más desarrollados del norte y mucho antes que Brasil, que hoy se ufana en tratar de crearla.
¿Qué nos pasa?, ¿quién puede sensatamente creer que económica, social y culturalmente es lo mismo producir cebollas que construir satélites?
Lo tristemente cierto es que sin respuestas a las preguntas ¿qué educación?, ¿qué universidad?, ¿qué sistema científico-tecnológico?, ¿para qué país?, es muy difícil que Argentina supere un siglo – el XXI- signado por la aventura del conocimiento. Cuando seamos capaces de responder aquellos ( y otros) interrogantes y lo hagamos desde la razón y la defensa de nuestros legítimos intereses, entonces comprenderemos que el nuestro es mucho mas un país de autores e investigadores que de quiosqueros y taxistas.
Mas que un problema de tren, quizás el nuestro sea una cuestión de destino, del desconocimiento del punto de llegada. Porque sin una estrategia de crecimiento, según reza otra frase hecha, no hay vientos favorables para quien desconoce el rumbo.
Por: Irene Naselli
Periodista y socióloga. Co-directora de la revista “Informe Industrial”.
Ex asesora de la secretaria de Industria y de la UIA,
miembro del Consejo Asesor del INAP.
Premio “Roque Carranza” al periodismo y de la Asociación de la Prensa Especializada
Fuente: www.clubdelprogreso.com
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