Basura espacial: qué es y qué problemas puede generar
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- El 10 mayo, 2024
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Desde los años 1950, cuando comenzaron las misiones espaciales, más de 13 000 satélites orbitan la Tierra. Una buena parte de ellos ya no están en funcionamiento y se han convertido en chatarra espacial.
En casi 60 años de actividades espaciales, alrededor de 6250 lanzamientos han puesto en órbita alrededor de 13 630 satélites, de los cuales alrededor de 8850 permanecen en el espacio. Solo una parte, unas 6600, permanece operativa. Esta enorme cantidad de hardware espacial tiene una masa total de más de 10 100 toneladas.
FOTOGRAFÍA DE ESA
POR REDACCIÓN NATIONAL GEOGRAPHIC
La actividad espacial, en particular los satélites, sustenta muchos aspectos del modo de vida moderno: desde la comunicación y el acceso a internet, hasta la recogida de datos meteorológicos, la investigación del clima y la navegación. Pero la cantidad de equipos en la órbita terrestre ha generado otra preocupación respecto a la contaminación del espacio: la llamada basura espacial.
Según la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), la cantidad estimada de basura que orbita la Tierra supera los 130 millones de objetos de entre 1 milímetro y 1 centímetro de tamaño.
Aunque sean pequeños, la velocidad de movimiento de estos objetos es suficiente para causar grandes daños. La agencia europea señala que el principal peligro de la basura espacial es el riesgo de colisión con otros vehículos en órbita, como la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).
¿Qué constituye la basura espacial?
La basura espacial consiste en cualquier objeto fabricado por el hombre que se envía al espacio y que ya no tiene ninguna utilidad, es decir, que ya no es operativo.
“Este concepto incluye los restos de las misiones espaciales, las piezas de los cohetes y prácticamente cualquier componente que no forme parte de la carga útil enviada”, explica Erika Rossetto, experta en dinámica de vuelos orbitales y directora de la Space Data Association, una organización internacional de operadores de satélites que trabaja para aumentar la seguridad de los vuelos y promover las mejores prácticas en todo el sector.
Además de las misiones sobrantes, Rossetto también incluye como basura espacial a los equipos que han llegado al límite de su vida útil en órbita: “Tenemos objetos en el espacio que ya no son operativos, ya sea porque se han roto o se han quedado obsoletos, y se agregan a esta población de basura espacial”.
La Oficina del Programa de Desechos Orbitales (ODPO, por sus siglas en inglés), de la NASA, también incluye en la gama de desechos espaciales los fragmentos de equipos generados en algún accidente como colisiones, explosiones, estrés térmico o impactos menores.
¿Cuánta basura hay en el espacio?
Los cálculos de la ESA estiman que hay más de 130 millones de objetos (no operativos) que contaminan la órbita de la Tierra. De ellos, 36 500 son desechos espaciales de más de 10 centímetros, 1 millón rondan los 1 y 10 centímetros y el resto se compone de objetos de entre 1 milímetro y 1 centímetro.
La estimación de la agencia tiene en cuenta todas las misiones espaciales realizadas desde 1957, cuando tuvo lugar la primera misión espacial de lanzamiento del Sputnik 1, hasta agosto de 2022.
Durante este periodo, se han lanzado más de 6250 cohetes en misiones al espacio, y se han puesto en órbita unos 13 630 satélites. La agencia destaca también que 6600 satélites siguen en funcionamiento, mientras que 2250 de los que siguen en órbita ya se consideran basura espacial.
¿Cuál es el riesgo de la basura espacial?
Aunque la primera aprehensión que puede surgir en relación con los desechos espaciales es que algún trozo de cohete caiga sobre alguien, Rossetto afirma que las posibilidades de que esto ocurra son prácticamente nulas. “No es habitual que los desechos orbitales vuelvan a entrar en la atmósfera terrestre y, cuando lo hacen, se fragmentan durante la entrada, lo que provoca la caída de los trozos muy pequeños en la superficie”, explica.
Partes de los desechos provienen de fragmentos de naves espaciales y satélites. Se han registrado más de 630 eventos de fragmentación en órbita desde 1961, la mayoría por explosiones de naves espaciales y etapas superiores (partes de cohetes). Sin embargo, se espera que las colisiones de equipos con otros desechos en órbita se conviertan en la fuente dominante.
FOTOGRAFÍA DE ESA
Además, la ODPO informa que, por término medio, un trozo de basura espacial ha caído en la Tierra cada día en los últimos 50 años. Sin embargo, la mayoría no sobrevive al fuerte calentamiento que se produce durante el reingreso a la atmósfera, y los que sobreviven tienen más probabilidades de caer en océanos, otras masas de agua y en regiones poco pobladas.
“Así que la posibilidad de que los desechos espaciales provoquen un problema en la superficie es muy pequeña. La mayor preocupación se centra en el uso del espacio en sí“, señala Rossetto.
La basura espacial y el riesgo de colisión
Según la ESA, la velocidad orbital relativa de los desechos espaciales es de hasta 56 000 km/h. Esto significa que incluso piezas de apenas unos centímetros pueden dañar seriamente o incluso inutilizar una nave espacial operativa.
Según la agencia, la colisión con un objeto de más de 10 centímetros puede hacer que una nave espacial se dañe de forma catastrófica, lo que puede causar la pérdida total del equipo.
Curiosamente, las colisiones entre la basura espacial y otras máquinas en órbita acaban generando más residuos, al aumentar el número de objetos que contaminan el espacio.
Este fenómeno se denomina Síndrome de Kessler, según explica el experto en Bioética Juan Guillermo Delgado-Martínez, en su artículo Aspectos bioéticos relacionados con la basura espacial y sus efectos sobre la vida en la Tierra y la exploración aeroespacial.
“Esto predice que la cantidad de basura espacial presente en la órbita baja de la Tierra sería tan alta que provocaría un gran número de colisiones. En una especie de efecto dominó, es decir, multiplicaría el número de desechos y dificultaria el uso de la órbita terrestre hasta hacerla inutilizable“, advierte el investigador en su artículo.
¿Qué se hace con la basura espacial?
Rossetto informa que la basura espacial es un problema creciente por varias razones. Uno de los principales factores es que, sencillamente, hay más satélites en el espacio que nunca, y se espera que este número aumente drásticamente en los próximos años, especialmente en la órbita baja de la Tierra, que se encuentra entre 200 y 2000 kilómetros de la superficie.
Sin embargo, detener el envío de satélites y otras misiones al espacio no es una opción. “Los avances tecnológicos y el aumento de la demanda de conectividad, tanto en el alcance de la señal como en la velocidad de conexión, hacen que se envíen cada vez más satélites”, explica Rossetto.
Además, un estudio de ODPO demostró que incluso en un escenario en que no se produjeran futuros lanzamientos, las colisiones entre los satélites existentes aumentarían la población de desechos más rápido de lo que la resistencia atmosférica (la fuerza resultante de la interacción entre los objetos en órbita y la atmósfera terrestre) los podría eliminar.
Tal como sostiene Rossetto, Las soluciones para este tipo de desechos dependen de tres acciones: la inversión en tecnología, la limpieza del espacio y la colaboración entre empresas y agencias espaciales.
“Como industria, tenemos que avanzar en la tecnología para mejorar la capacidad de predecir y actuar para mitigar los riesgos de colisión; así como apoyar proyectos que busquen formas de limpiar el espacio“, reconoce.
Entre ellos, la ESA, en asociación con organizaciones privadas, colabora con el desarrollo de proyectos en el área de Remoción Activa de Escombros (ADR, por sus siglas en inglés) como objetivo estratégico del sector.
Además, Rossetto señala que para que cualquier iniciativa funcione, es necesario que la industria trabaje en conjunto. “No es posible garantizar la seguridad de forma individual. Necesitamos el compromiso de todas las organizaciones espaciales para aceptar el reto de construir un futuro seguro para la exploración espacial”, concluye.
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