Asentamientos sobre basurales a cielo abierto. Explotación, segregación y expulsión en el manejo de los residuos (Parte 2)
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- El 5 julio, 2013
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3. LA BASURA Y LA ADMINISTRACIÓN DE LOS RESIDUOS23
En lo que sigue se plantean, en primer lugar, las relaciones que implica la gestión de la basura en el AMBA: se relata brevemente la evolución histórica de la gestión, y la lógica de alejamiento de los residuos de la ciudad a la periferia (Schamber 2008, 2010; Suárez 1998; Prignano 1998), resultando en uno de los motivos que hacen a la degradación de los suelos.
Luego, se presentan las políticas actuales de gestión de la basura, su paradigma tecnológico (creación del CEAMSE en contexto de gobierno de facto, 1978), y su vinculación con la existencia de basurales a cielo abierto. Finalmente, se especifican los diversos niveles en la mercantilización de la basura: el negocio de la basura y los actores sociales involucrados (Anguita, 2003; Schamber y Suárez 2007; Suárez 2008; Shammah, 2009). Se destaca la diversidad de usos del territorio, y cómo en este caso la propia basura deviene en residuo (Pírez 1994), es decir es reutilizada dado que gracias al relleno los terrenos bajos o de lagunas son recuperados (Shammah 2009; XXXX et al 2010).
A su vez, introduciendo el solapamiento de pobreza y condiciones “irregulares” a nivel urbano que se evidencian en el Apartado 3., se destaca la dinámica expulsiva de la Ciudad de Buenos Aires con políticas de delimitación y expulsión de las llamadas villas de emergencia. Así, la población con menos recursos ve obturado su acceso a servicios públicos que definen al espacio urbano, a la vez que ocupa los espacios intersticiales, degradados, evidenciando como la basura reproduce esta lógica de expulsión. En combinación con las dinámicas estructurales delineadas más arriba que conjugan la expulsión del ámbito rural, conflictos ambientales a gran escala, y crisis a nivel urbano con un constante crecimiento de un tipo de urbanización sin planificación (según se detalla en el Apartado siguiente), se puede afirmar que, “En la sociedad contemporánea ─en Argentina particularmente─ se desarrollan tendencias orientadas a la potenciación de la segregación socioespacial de las clases subalternas” (Boito 2010, 195; destacado propio).
En el marco de la segregación, se observa en primer término que la misma conformación de la “nación” estuvo ligada a lógicas de apertura y recepción por una parte, y de separación y limpieza por otra. Desde la conformación de la ciudad de Buenos Aires, se ve la idea de delimitar, separar de la ciudad limpia a lo desechado, llevarlo a la periferia y así redefinir esa
periferia, estigmatizándola junto con lo sucio y lo que ya no sirve. De este modo, con las sucesivas epidemias, desde fines del siglo XIX la zona sur fue quedando relegada, mientras las clases terratenientes avanzaban sobre la zona norte (véase trabajos de Paiva y Perelman 2010; para ver la evolución de la distribución de la basura y de los “procesos de descarte”
desde un enfoque arqueológico, véase Guillermo, 2004). A su vez, esta región sería donde se ubicarían los saladeros y la zona industrial (cfr. Brailovsky, 2005).
Ya en 1871 el Riachuelo, corriente por la que el Río Matanzas desemboca en el Río de la Plata fue utilizada para delimitar el sur de la ciudad a la vez que se la definía como una herida al sur.
Así, comenzaría la estigmatización e identificación del sur con lo insalubre, lo caótico, lo otro.
Se puede observar este proceso en clave de análisis de la segregación en el sugerente estudio de Jorge Salessi, que “pone en planos paralelos la intención higienista y la definición de lo otro, englobando en dicha categoría lo sucio, lo homosexual, lo criminal. Esto constituye, por contraste, las definiciones de lo que sería argentino, local, bueno y moralmente deseable frente a lo que había que excluir. Se ve una dinámica de separación y prevención del contagio.” (XXXX 2011c, 66).
Desde la perspectiva propuesta, esta dinámica no es parte aislada de acciones inconexas, sino que está en consonancia con la especificada lógica segregacionista y extractiva en el manejo y circulación de los bienes y las personas, resultante de un sistema de explotación propio de la periferia.
En el problema en cuestión, esto se demuestra en su nivel geográfico con relación a la ciudad y sus límites, reproduciendo la discriminación ambiental de quienes habitan hacia el sur (cfr. XXXX 2011a). Para ello, se deben referir las implicancias de la gestión de los residuos, detallando qué se entiende por residuos, basurales y basura, sumando a las especificaciones técnicas citadas anteriormente. Como punto de partida, se toma la diferenciación marcada por Pedro Pírez entre basura y residuo, donde la basura se define como lo que ya no sirve, frente al residuo que es aquello tiene posible uso posterior. El autor especifica que “los residuos se integran por desechos que pueden volver a utilizarse y por basura que no se reutiliza. Ese carácter es histórico y depende de las condiciones técnicas y sociales que predominen en la sociedad.” (Pírez 1994, 10). Esta definición, consecuentemente, es histórica y cultural. En este marco, los residuos pueden clasificarse según varios criterios:
- Su producción (qué tipo de actividad los origina);
- Su composición: industriales, domiciliarios, hospitalarios;
- Y la perspectiva ambiental: biodegradables y no biodegradables…
En tanto construcción histórica, se citan a su vez cinco dimensiones: estética; sanitaria; ambiental; económica; social.
Así, fundamentalmente la idea de basura está relacionada antes que a una propiedad de un objeto, a lo que cada uno en tanto ser creativo puede o no puede hacer con él (cfr. Shammah, 2009). Solo por tomar un ejemplo, en su artículo “What is waste, to whom?” (¿Qué es basura,24 para quién?, 2005, traducción propia), Mikael Drackner plantea la importancia de tener en cuenta las múltiples formas de significación en torno a los residuos en general y particularmente a la hora de diseñar su gestión, argumentando que la basura no es vista solo como un riesgo para la salud pública y el ambiente, sino que reviste múltiples sentidos, sea como problema estético, como elemento de contagio, como fuente de ingresos, y en este caso, rastro en la conformación de la propia vivienda.25
Esta mirada puede completarse con la idea de Douglas, que liga la idea de basura a la de impureza. Especifica que la basura debe ser definida relativamente, como aquello fuera de lugar, materia fuera de donde se espera encontrarla. Así, tanto la basura como los residuos y la suciedad son categorías dinámicas.26 Entendemos aquí que estos sitios donde se conformaron los barrios en estudio, definidos como basurales a nivel de la gestión, están compuestos por residuos, dado el nuevo uso que la vivienda les otorga. De este modo, nunca salen del circuito de valorización: primero, son residuos a gestionar por el Estado, involucrando a empresas y particulares en diferentes puntos del circuito:27 recolección, transporte, sea para su recuperación y reciclaje, o para su disposición final en los diversos sitios de disposición de residuos (SDR), los Rellenos Sanitarios por la vía legal, o a los basurales en tanto un desvío por la vía ilegal. Luego, en el caso que pasen a conformar los basurales a cielo abierto, son regenteados y parte de un gran mercado informal, y con el tiempo en algunos casos se transforman en suelos nivelados gracias a ese relleno. Así, son valorizados ya no en su materialidad de residuos sino como suelo para vivienda, tras el esfuerzo de quienes rellenaron y limpiaron los terrenos; finalmente, conforman un amplio y dinámico mercado de vivienda (referida en la literatura como la ciudad informal).
Siguiendo la línea planteada en el Atlas de la Basura (Cittadino et al 2012), se entiende a los basurales genéricamente como sitios de disposición de residuos, SDR. Allí se refiere a los SDR según lo definido por la Organización Mundial de la Salud: “sitios de disposición controlada y no controlada de residuos, almacenamiento subterráneo e inyección subterránea, como así también los sitios antiguos, en uso, y la consideración de sitios futuros” (OMS, 2000). Esta mirada permite considerar tanto los sitios donde se disponen residuos de manera controlada como no controlada. Esto resulta fundamental para poder vincular el modo de gestión vigente en Rellenos Sanitarios, y sus vinculaciones con los basurales.
Entonces, respecto de los sitios con disposición controlada, son los llamados Rellenos Sanitarios (RS). El RS28 es una tecnología aplicada localmente por la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado CEAMSE, empresa estatal de carácter interjurisdiccional (gobiernos de la ciudad y provincia de Buenos Aires comparten las acciones, con actividad en la ciudad y 34 municipios del Área Metropolitana de Buenos Aires), creada durante la última dictadura militar con el objetivo de centralizar el tratamiento y recolección de residuos sólidos urbanos (referidos como domiciliarios y algunos de los industriales).29 Según el Decreto-Ley 9111/78, la disposición final debía realizarse únicamente en dichos RS,
exclusivamente gestionados por CEAMSE: “los municipios fueron obligados a disponer sus residuos en los rellenos sanitarios del CEAMSE, se prohibieron los basurales a cielo abierto y las acciones de reciclaje y recuperación de residuos. Antes de esta norma, los ‘cirujas’ prestaban servicio público, por lo tanto para desarticularlo se recurrió a la fuerza policial para quitarles los carros y otros medios de movilización” (Shammah 2009, 37).
Sin entrar en los detalles de dichas disposiciones, es importante tener en cuenta el contexto socio-político de su creación: el tipo de gestión, responde a una jerarquización del espacio urbano: “el desempeño de la CEAMSE fue funcional a las políticas de la municipalidad de Buenos Aires, las que “tendían sistemáticamente a expulsar del territorio municipal, todo lo que pudiera ser fuente de problemas. Eso sucedió cuando se cerraron las quemas capitalinas y comenzó la exportación de los residuos hacia la provincia, como cuando se eliminaron del municipio las villas de emergencia, para reubicarlas a pocos kilómetros de la Av. General Paz” (Oszlak), y que convirtieron a la Provincia de Buenos Aires en lo que es llamado el patio trasero de la ciudad. El CEAMSE se creó como “una alternativa al crecimiento descontrolado de los basurales a cielo abierto y la contaminación del aire generada por la incineración industrial y domiciliaria de miles de toneladas de basura” (Oszlak, en Shammah 2009, 38).30
Confirmando lo planteado anteriormente, la ciudad de Buenos Aires puso en práctica la delimitación entre lo deseable y lo desechable, quedando esto último por fuera de la Av. General Paz. En consonancia con ideas higienistas de principio de siglo, durante el gobierno de facto comenzado en 1976 se pusieron en vigor reglamentaciones que cristalizan la lógica de expulsión fuera del espacio capitalino de lo considerado sucio y contaminante, pero no por una disminución de su generación sino por su traslado más allá de lo visible, sumando a la estigmatización. En el caso de la basura, esto tomó forma con la creación de este tipo de gestión.
Cabe destacar, sin embargo, que la empresa CEAMSE muestra gran capacidad de renovación y adaptación a los cambios sociales relativos a la temática. Por ejemplo, en los últimos años ha incluido como parte de la empresa el funcionamiento de Centros Verdes en los RS, y auspicia el control y cierre de basurales. Dicho giro está estrechamente relacionado con el hecho de que, desde el año 2004 este tipo de tratamiento de residuos por enterramiento y compactación fue puesto en jaque con demandas de la sociedad civil con referencia a los posibles efectos ligados al Relleno Sanitario de Villa Domínico (Acceso Sudeste y Canal Santo Domingo, Villa Domínico, cfr. Fernández Bouzo et al, 2007), que finalmente fue cerrado ─en la actualidad continúa bajo el manejo y control de la misma entidad. Hasta el año 2006 los municipios tenían obligación de disponer allí sus residuos.31 Luego, si bien ya no es obligatorio y cada municipio puede regular su disposición final, no hay aún alternativas vigentes (varias tecnologías han sido puestas en discusión, pero no tienen todavía injerencia real en la gestión). A los intereses del análisis, esta dinámica reviste importancia dado que se generaron fuertes movilizaciones y rechazo social a todo lo relativo a los RS y la figura del CEAMSE. Pero la sensibilidad social no refiere a los basurales. No hay percepción generalizada de los posibles daños o efectos de la presencia de basurales.
Esto tiene relación en parte con las expresiones estatales al respecto, en el sentido de que aplica políticas más bien cosméticas ─en consonancia con su modo de accionar históricamente─, de saneamiento (es decir, limpieza superficial, y en algunos casos cobertura de los basurales con tierra y algo de vegetación), pero no hay políticas de remediación, o sea de descontaminación de suelos afectados. Según se relevó en entrevistas con personal de ACUMAR, de Defensoría del Pueblo de la Nación, y del Ministerio de Salud de la Nación, además de la información disponible en las diversas páginas de los organismos relacionados, se está llevando adelante la clausura de algunos basurales, en ciertos casos con las citadas acciones de saneamiento superficial (cfr. Organismo Provincial de Desarrollo Sostenible).32 De todos modos, aún no hay una clara aplicación de políticas de reducción en origen, ni soluciones para el destino de los residuos que se siguen generando. Si bien hay avances en la integración de las cooperativas de recuperadores, no se ha aplicado seriamente un proyecto de educación ambiental, de explicación y consideración de las alternativas por parte de la población: “En general, las medidas puntuales de saneamiento de terrenos (que no abordan las prácticas ilegales de disposición y las deficiencias en el servicio de recolección) tienen un efecto de corto plazo ya que los motivos mencionados reintroducen constantemente el fenómeno de los basurales a cielo abierto.” Atlas Ambiental de Buenos Aires, http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar/aaba/index.php?option=com_content&task=view&id=241&Itemid=73&lang=es. Último acceso 30-11-2012).
Dado este marco contextual, para completar el panorama y comprender la lógica de expulsión de los residuos del centro a la periferia, se presenta brevemente una evolución histórica a partir de lo planteado por Francisco Suárez (1998, 2008, 2010) y Sandra Guillermo (2004), en base principalmente a los estudios de Ángel Prignano (1998).
Se pueden diferenciar cuatro períodos. El primero está definido por el alejamiento de los residuos de las zonas urbanas, cuando el principal motivo para hacerlo era estético y por olores desagradables. Fue en 1637 cuando se estableció la primera multa de dos pesos a aquellos vecinos que no limpiaran las calles. Al llegar la independencia, no hubo grandes cambios; la degradación ambiental iba en aumento, hasta que la proliferación de vectores epidemiológicos y la llegada de numerosos inmigrantes que se instalaron en condiciones de hacinamiento, facilitaron la propagación de epidemias como la fiebre tifoidea (10 mil muertes), la fiebre amarilla, que solo en el año 1871 significó 13.614 vidas, la viruela, la difteria y el cólera. En este sentido, tomando los estudios de Sandra Guillermo, se puede afirmar entonces que: Los lugares de depositación no se trasladan únicamente por falta de espacio sino también para alejarlos de las concentraciones poblacionales, las cuales junto con los desperdicios podían originar epidemias. De ello se deriva otra de las causas del cambio de ubicación de los contextos, los brotes epidémicos, bastantes frecuentes en la ciudad de Buenos Aires. Las epidemias de peste (años 1680, 1694 y 1713), viruela (años 1687 y 1717), cólera (años 1867, 1873, 1886 y 1894) y fiebre amarilla (años 1858, 1870 y 1871) que se producen hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX (Recalde, 1993), no sólo preocupan a las autoridades sino que hacen que se apliquen ordenanzas que en una primera instancia, obligan a la población a deshacerse de la basura en lugares cada vez más alejados de las viviendas y, más tarde, hacen que se concentre la depositación de restos descartados en unos pocos lugares y el empleo de diferentes métodos de eliminación de los mismos. Como otra de las causas puede mencionarse también la búsqueda de una mayor limpieza y estética por parte de las autoridades del sector más poblado de la ciudad, intentando garantizar asimismo una mayor salubridad (Guillermo 25, 2004).
Las preocupaciones de salubridad confluyen con una mirada estética que vela por la apariencia y evitación de olores en la zona céntrica. Luego, tal situación agudizada resultó en una “crisis de sustentabilidad urbana”, que generaría en los años venideros obras de infraestructura como red de agua potable, pavimentación, red cloacal.
Como resultante, dicha crisis desemboca en el segundo período, que marca el patrón de concentrar los vaciaderos en el borde sur de la ciudad, quemando los residuos a cielo abierto.
Dadas las citadas pandemias, se generaron movimientos de población que reconfiguraron el espacio urbano. Las clases altas se trasladaron hacia la zona norte, y los basurales se concentraron en el sur. Aquí aparecieron los llamados “higienistas”, intelectuales que preocupados por las epidemias que arrasaban con la población y las posibles consecuencias de una expansión urbana anárquica ya vista en Europa, comenzaron a atender tanto a cuestiones sanitarias como de vivienda. Entre ellos estaba Eduardo Wilde, quien se preguntaba por la capacidad de sustentación de la ciudad, pensando en la necesidad de planificarla. Aquí comienza a verse a la ciudad como un organismo que respira y procesa materia, y que
manifiesta una necesidad de solidaridad funcional entre ricos y pobres, dada su interdependencia. Sin duda fue un mérito del conjunto de estos profesionales haber incorporado a la conciencia colectiva que la salud depende del medio físico y social en que se desarrolla la vida humana. Es M.T. de Alvear, primer mandatario de la ciudad de Buenos Aires luego de la federalización en 1880, quien encara una política orientada por el mandato de la higiene. Así, priorizaba la zona norte y centro con servicios de infraestructura urbana, accesos y paisajes. En lo referente a los residuos en particular, la resolución de 3/02/1869 determinaba que se debían trasladar en tren a un vaciadero ubicado en un área despoblada contra el Riachuelo, a la altura de Nueva Pompeya y Barracas, para que allí fueran quemados (sistema ideado por el inspector Borches). El vaciadero era un importante factor de contaminación del Riachuelo dado que las lluvias arrastraban cenizas y materiales en descomposición. A su vez, se generó un barrio, llamado ‘de las Ranas’, alrededor del vaciadero, donde se juntaban unos de 3000 hombres que buscaban elementos vendibles entre los desechos: cirujas, “cirujanos de la basura, profesional que anda entre los huesos” (palabras de Eduardo Wilde, Curso de higiene pública, 1885; en Suárez 1998, 19). Dadas las condiciones de trabajo, hábitat y alimentación, la gente del barrio de las Ranas estaba expuesta a enfermedades, con altísimas cifras de mortalidad infantil (para la historia de este barrio véase el referido artículo Paiva y
Perelman, 2010).
El tercer momento es en el que se introduce el método de incinerar los RSU, generando numerosos problemas por el smog. Frente al crecimiento demográfico, aumentaron los basurales y quemas al aire libre, junto con incineradores en edificios de propiedad horizontal.
Esto simplificó el sistema de gestión pero invadió la ciudad de hollín y gases de la combustión.
Una resolución de 1925 procuró evitar el cirujeo, aunque en 1942 se ve un decreto que intenta incorporarlos al marco de la administración pública: “…deberá contemplarse la situación de numerosas personas que hoy se ocupan de seleccionar y vender residuos, comúnmente conocidos como ‘cirujas’, quienes tienen en tal actividad su medio de vida y podrían agravar el problema de la desocupación al quedar sin trabajo”. Las insuficiencias en el método de gestión se volvieron a manifestar en la epidemia de poliomelitis desencadenada en el año 1956.
Además, durante la década, se instalaron alrededor de los vaciaderos algunas villas de emergencia, donde las familias subsistían de la venta de materiales recuperados. En el año 1977 se llevó a cabo el gran plan de erradicación con el gobierno militar. Sin duda, los ideólogos de esta política comprendieron la asociación entre marginalidad social y residuos, y
aplicaron planes de saneamiento ambiental y políticas de exclusión social en forma simultánea.
Por otra parte, en la zona del Conurbano, donde no se aplicaba el método de incineración, se formaron extensos basurales dada la expansión urbana y la industrialización. Por último, llegamos al cuarto momento, en el que se aplica el método de rellenos sanitarios. Esta vez a escala metropolitana, y sobre la base de una planificación centralizada y tecnocrática llevada a cabo por el gobierno militar, se aplicó este nuevo sistema. Por un lado, se logró eliminar el uso de combustible fósil y las emisiones, pero descartó la posibilidad de minimizar, recuperar o reciclar desechos.
A su vez, fue funcional a la intención de crear una ciudad residencial en detrimento de los municipios del conurbano. Estos sufrieron expropiaciones, y debieron disponer residuos propios y ajenos. Incluso, con la contratación de los servicios, se trasladaron los beneficios a los grandes grupos económicos privados, excluyendo a los recolectores ‘informales’, en consonancia con la política general del gobierno militar. El ingeniero Laura, secretario de Obras Públicas, presentó un proyecto de construir una autopista de circunvalación, espacios verdes, e implementar el método del relleno sanitario para los residuos ─llamado en conjunto “El cinturón ecológico”: “Con capacidad de definir unilateralmente, de actuar sin presiones sectoriales, y sin la necesidad de concertar con otros sectores y actores sociales, se creó en 1977 el CEAMSE (Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado)” (Suárez 1998, 22).33 Se crea entonces un organismo autárquico regional para regular, coordinar y administrar los residuos sólidos urbanos de la Región Metropolitana. Los objetivos eran: la habilitación de áreas anegadizas mediante el relleno sanitario para diversos fines, como la creación de nuevos espacios verdes y una solución a problemas de inundaciones; “desterrar el problema social del cirujeo, natural consecuencia de los basurales a cielo abierto y del abandono de las técnicas de incineración de residuos, eliminar el problema ambiental derivado de la emisión de partículas contaminantes” (Suárez 1998, 23). El directorio del nuevo ente estatal creado por el Decreto 9111 – Provincia de Bs. As., estaba compuesto por el Municipio de la Ciudad de Buenos Aires
(General Cacciatore) y la Provincia de Bs. As. (General Saint Jean), por lo que los intereses de los municipios del área metropolitana quedaron subsumidos a los de la provincia. El CEAMSE se proponía expropiar 30.000 has. de los diversos municipios, luego de que fueran declaradas de “utilidad pública”. Aparte de los propietarios de estos terrenos, se expulsaron a los habitantes de las villas de emergencia establecidos en terrenos bajos o inundables. Luego de efectuadas las expropiaciones, se establecieron los cuatro rellenos sanitarios en Bancalari (zona norte), González Catán, Villa Domínico y La Plata. A su vez, con esta reconfiguración del espacio físico, se revalorizó simbólica y económicamente a la Ciudad de Buenos Aires. Como se dijera, esto era coherente con la política municipal de erradicación de barrios marginales más allá de la Avenida General Paz, reafirmándolo como límite de la ciudad a nivel físico y simbólico, considerando que dicha población “carecía de salubridad e higiene compatible con la vida urbana” (Comisión Municipal de la Vivienda).
En este marco, la creación de la CEAMSE cristalizó la intención de jerarquizar el espacio urbano de la ciudad de Buenos Aires, alejando sus residuos hacia la periferia: “Mediante el relleno sanitario de terrenos bajos, el entubamiento de arroyos, la construcción de parques recreacionales y otras obras conexas, se intentaba rodear a la Capital Federal de un gigantesco anillo de espacios verdes que, presuntamente, mejorarían en forma considerable sus condiciones ecológicas y sus opciones recreativas” (Oszlak 1991, 21; en Schamber 2008, 59, subrayado propio).
La idea era que cada relleno operara hasta su límite para así ser recuperado como área recreativa, aunque tras la crisis económica de la década de los ochenta, el ente redujo sus actividades a la gestión de los RSU, cambiando su nombre a “Coordinadora Ecológica… ”. De esta manera, hacia mediados de 1994 se habían recuperado 708 has.34
Además, el establecimiento de dicha forma de recolección y disposición final significó una nueva fuente de acumulación de capital en manos del sector privado: se tercerizó la recolección y limpieza, incorporando al sector privado. Desde 1980, una zona fue concesionada a MANLIBA SA (sociedad entre Italimpianti de Italia, Waste Management de EEUU, SOCMA, de la familia Macri y GRUMASA, también del Grupo Macri SA), con la que se había estipulado el secado del 40 % del total de residuos, lo que nunca se concretó, y ese peso continuó siendo parte de la facturación, ya que se cobraba por tonelaje. En 1987 se incorpora CLIBA, hasta 1998 ocupada de la zona que luego quedaría al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como zona de prueba. En 1990 se prorroga el contrato firmado en 1979 entre el CEAMSE y la Municipalidad, el firmado con MANLIBA, hasta 1995. Desde ese año hasta la nueva concesión que se licitó en el 1997, el Gobierno de la Ciudad renovó mensualmente el contrato con las empresas prestatarias. Desde el año 1998, la recolección y limpieza se dividió en cinco zonas. Una a cargo de CLIBA (Roggio), otra de SOLURBAN (Impsa – Compañía General de Agua de Francia), la tercera concesionada a AEBA (España), la cuarta a ECOHABITAT (Transportes 9 de Julio – EMEPA), y la quinta del GCBA como testigo —si bien dentro del artículo 76 de la disposición se preveía que el GCBA hiciera una campaña de concientización de la población para luego aplicar un plan de recolección diferenciada, ésta no se realizó. A su vez, es necesario analizar los contratos de los rellenos sanitarios y las estaciones de transferencia, para ver la estrategia global de acumulación de capital. Los primeros se dividen entre: Avellaneda – Quilmes (Villa Domínico) de SYUSA (Saneamiento y Urbanización – Grupo Techint); el relleno Bancalari, de Roggio y Tecsam; el de La Matanza – Eco Oeste, de Roggio y Techint; y Ensenada – Berisso – La Plata, concesionado a Cónica. Las estaciones de transferencia también están en manos de SYUSA.
Se ve entonces un doble efecto privatizador. Por un lado, se dio la privatización periférica de los servicios de recolección como eje de la política municipal de la Dictadura Militar a través de los contratos de los municipios. Por el otro, se privatizó la disposición a nivel regional. En consecuencia, es claro cómo un conjunto de empresas de capital concentrado recibieron una nueva fuente de acumulación de capital. Los costos del alumbrado, barrido y limpieza aumentaron a un 40 % o más del presupuesto municipal.35 Tomando las palabras de Paiva y Perelman, se puede ver cómo el ciclo histórico de las disputas referentes al manejo de los residuos, evidencian cuestiones sociales más profundas: “El cierre del vaciadero del bajo Flores en 1977, y la creación del CEAMSE, marcaron un hito en la historia del cirujeo. Junto con los basurales, se erradicó casi totalmente el cirujeo de la ciudad de Buenos Aires, al tiempo que reconfiguró la fisonomía de los barrios de la zona sur y las formas operativas del circuito de intermediación que buscó sobrevivir al cierre de la “quema”. Con el cierre de la quema aparece la forma actual de cirujear, esto es, con los carros empujados con las manos o tirados por caballos, recogiendo la basura reutilizable de origen residencial por las calles de la ciudad. Si bien durante años – fines de los ‘70 y los años ‘80 – se trató de una modalidad circunscripta a la zona del ex vaciadero del Bajo Flores o sectores específicos de la población como los habitantes del Albergue Warnes (Giraldez, 1993) la crisis social y económica del año 2001 volvió a arrojar a estos sujetos al centro de la Ciudad, es decir, al mismo lugar del que todas las políticas implementadas durante más de un siglo, había pretendido alejarlos” (Paiva y Perelman 2010, 147).
Resultando en la crisis económica, política y social del año 2001, con las políticas de ajuste estructural, la des-industrialización y la precarización del trabajo a nivel regional, la desocupación venía en aumento desde 1995 y, junto con el desempleo urbano se dio la “descampesinización” del ámbito rural (también a nivel regional, cfr. Palau 2009 para el caso paraguayo,36 Teubal 2005 para el caso argentino) expulsando mano de obra, lo cual colaboró a la crisis habitacional actual y a la creciente ocupación de espacios “intersticiales”, en numerosos casos ocupados ya por basura o rellenados al ritmo del asentamiento. Así, a pesar de las intenciones del CEAMSE de articular un “manejo regional”, sin embargo: el número de basurales a cielo abierto no disminuyó sino al contrario (eliminando así el hollín de la incineración pero no los gases tóxicos de la quema en los basurales, altamente contaminante y más por el tipo de residuos de hoy en día); pocas áreas fueron “habilitadas para usos urbanos” como se suponía dado que no se realizaron nuevos rellenos cuando correspondía sino que se utilizaron los mismos hasta luego de su colapso y el número de personas involucradas, “arrojadas” a la actividad de cartonear fue en aumento: “Paradójicamente, mientras los tecnócratas de la gestión de residuos pretendían poner en marcha un tren que llevase los residuos más lejos y fuera de la ciudad, los trenes del área metropolitana de Buenos Aires comenzaron a colmarse de cartoneros que venían a recuperar los residuos que la misma ciudad no sabía dónde ubicar. Hasta la crisis político-económica de diciembre del 2001, habían ingresado a esta actividad numerosos desocupados, desalentados por no conseguir nuevos empleos… Desde varios meses antes los cartoneros se habían vuelto ‘visibles’ en las calles de Buenos Aires. Algunos artículos periodísticos registraban quejas de los vecinos porque los recolectores ensuciaban la vereda o entorpecían el tránsito con sus carros, y no pocos funcionarios públicos hablaban de combatirlos. Después, una actitud más solidaria con ellos por parte de los vecinos empezó a ganar las calles y los medios” (Anguita 2003, 15).
Actualmente referida como recuperación y con una creciente consideración positiva dada su tarea de disminución de los residuos que van a la disposición final, debe tenerse en cuenta que históricamente el actor social “recuperador” ha sido clave en lo que respecta a las grandes ciudades y la basura: “…los ―pepenadores en México, los ―hurgadores en Uruguay, los ―basuriegos en Colombia, los ―catadores en Brasil, los ―segregadores en Perú, los ―cirujas o cartoneros en Buenos Aires, constituyen el primer eslabón de una cadena de recuperación y comercialización, que comienza con su actuación, atraviesa una cadena de intermediación de compradores y vendedores y finaliza con la compra por parte de empresas que actúan en el mercado formal de la producción, y se abastecen, en buena medida, desde esta cadena de recolección y recuperación… “Concretamente, para el año 2007, se calculaba que el 97% de los desechos generados en la ciudad de Buenos Aires, se recuperaban por esta vía.” (Pardo y otros 2006, 23; en Paiva 2009, 5).37
En la última década, en Buenos Aires, se dio visibilidad a la problemática y fue tomando centralidad dentro de las decisiones de la gestión específicamente: puso en cuestión la forma de pago a las empresas recolectoras, pasando del pago por tonelaje al pago por “cuadra limpia”, evitando así que las empresas recolectoras y los cartoneros compitieran por el mismo recurso. Sin entrar en detalle en cuanto al análisis del caso, debe tenerse en cuenta la importancia de los cartoneros a la hora de dar relevancia a la problemática de la basura, y de dar visibilidad a las prácticas vinculadas a los rellenos sanitarios, así como de los basurales a cielo abierto. Con el paso de los años desde la “explosión” de la citada crisis, se puso cada vez más en evidencia la lógica de recuperación en el sentido de que lo que es desecho para unos, es recurso para otros; y en este marco, cómo esos otros ponen en juego la propia vida en este proceso. Solo para dar un ejemplo de resonancia mediática se debe hacer referencia al caso de Diego Duarte, asesinado por la seguridad que custodiaba el RS de José León Suárez (nuevamente, véase la investigación de Cinthia Shammah, 2009, y la investigación periodística de Alicia Dujovne Ortiz, 2010, que a pesar de homologar basurales y RS, da un retrato de esta realidad). Así, este análisis se va acercando a la importancia del “sustrato físico” de los actores sociales, de la subjetividad y su conformación conjunta, dialéctica de cuerpo y subjetividad; finalmente, de la configuración de la sensibilidad en relación con la presencia y convivencia con la muerte en lo cotidiano, como marca y en tanto denominador común de ciertos espacios sociales.38
Nuevamente, con Suárez se puede afirmar que: “Los procesos acumulativos de la ausencia o la irregularidad de los servicios públicos de recolección de RSU y los basurales degradan la urbe, e implican para determinados grupos sociales sobrecargas añadidas por habitar en la ciudad. La aún insuficiente consolidación urbana (servicios, pavimentos, redes), sumada a una demanda social escasamente articulada, son el correlato de la falta de solución a los problemas de la gestión de RSU, generan un contexto que, a expensas de producir situaciones de vulnerabilidad social, allana el camino de acumulación a agentes del sector privado y a actores políticos. Todo este conjunto conforman un círculo de expoliación urbana, entendiendo por tal a la potenciación de distorsiones de que operan por la inexistencia o precariedad de los servicios colectivos necesario para la subsistencia.39 ” (Suárez 2010, 92; destacados propios).
Entonces, junto con la irregularidad en la recolección y las dinámicas de acumulación expuestas, se ve cómo la referencia histórica a los RS conlleva a un análisis de los SDR con disposición no controlada, parte importante del referido “círculo de expoliación urbana”.
A modo de ilustración, en el Cuadro 1 se ve la distribución desigual de los SDR en las zonas periféricas, mapa que expresa la segregación espacial, específicamente de la zona sur de la ciudad (cfr. XXXX 2011a).
Cuadro 1: Ficha con recuento de SDR en el AMBA
CUADRO 1: Concentración de SDR en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. |
La literatura en general los considera como “basurales a cielo abierto”. A pesar de que se los refiere también como clandestinos, es necesario considerar que en muchos casos los mismos municipios (el Estado) depositan residuos allí por no abonar el pago del traslado y su depósito en alguno de los Complejos Ambientales regenteados por la CEAMSE. Teniendo en cuenta que al año 2006 el precio era $15 por tonelada, los municipios parte del Informe FIUBA tenían gastos mensuales por disponer que oscilaban entre $75.000 a $210.000. Según el Atlas Ambiental de Buenos Aires, “La dinámica de aparición de basurales responde a dos motivos: primeramente, el ahorro del costo de transporte que alienta a la disposición clandestina por parte de distintos agentes del circuito formal como por ejemplo, cierto tipo de generadores (industrias, comercios, urbanizaciones cerradas, empresas recolectoras o algunas administraciones locales) y, en segundo lugar, la falta o deficiencia en la recolección en algunos barrios del área metropolitana de Buenos Aires que impulsan a los vecinos a
deshacerse de esta manera de sus residuos” (Suárez, Iulita, Rodríguez, en http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar/aaba/index.php?option=com_content&task=view&id=241&Itemid=73&lang=es Consultado el 30-11-2012).
Tomando la investigación de Suárez, identifica tres tipos de basurales: “En conclusión, el primer tipo de basural forma parte del proceso de extensión de la mancha urbana y del ahorro en la disposición final de distintos actores sociales; el segundo de procesos de desocupación, de fragmentación social y de degradación ambiental-urbana y; el tercero se vincula con la escasa conciencia ambiental ciudadana y con ausencia de acuerdos y de distribución de responsabilidades jurisdiccionales u omisión de las mismas. Los basurales generan un entorno de degradación ambiental y social que afecta a las condiciones de vida de la población que interactúa cotidianamente con este fenómeno. Son un gran foco de propagación de vectores epidemiológicos40 cuyo nivel de peligrosidad está asociado al tipo y cantidad de residuos dispuestos, a la capacidad de bio-degradación de los recursos ecológicos del ambiente -agua, aire, suelo- y al grado de vulnerabilidad social de la población -precariedad habitacional, manipulación de residuos en condiciones insalubres” (Suárez 2010, 91).
En este sentido, el citado Atlas, al referir a la contaminación de suelos explica, “Las áreas cercanas a la cuenca Matanza-Riachuelo constituyen una de las zonas con mayor grado de criticidad, debido a la función de fijación de contaminantes de los sedimentos y su funcionamiento como fuentes secundarias de emisión de contaminantes, así como a la presencia histórica de basurales clandestinos. La cuenca del Reconquista, presenta problemas similares. Otra situación destacable como origen de la contaminación de los suelos es la presencia de basurales. La mayoría de los basurales están ubicados en zonas bajas y están rodeados por terrenos fiscales o de poco valor donde se han conformado villas de emergencia ocupadas por población de bajos recursos. En algunos casos estas áreas son inundables, lo cual genera un cuadro de alto riesgo, ya que dentro de los residuos es factible encontrar productos contaminantes calificados como peligrosos por su incidencia sobre la salud y el agua actúa como un ámbito de disolución de sustancias tóxicas y redistribución de la contaminación.
Existen muchos basurales clandestinos que generan amplias superficies de suelo conteniendo diferentes contaminantes capaces de generar riesgos tanto mayores cuanto más cercanas sean las viviendas o los centros habitacionales. Además, muchas villas de emergencia se han desarrollado sobre terrenos que han elevado su cota por rellenos de basura. Las vías de exposición a contaminantes presentes en el suelo en estos casos son por contacto directo, ingestión y volatilización. En general, en los rellenos es difícil caracterizar al suelo debido a los tipos de materiales utilizados y a la edad de los mismos.” (destacados propios, http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar/aaba/index.php?option=com_content&task=view&id=393 &Itemid=204&lang=es Consultado el 30-11-2012).
Siguiendo esta línea, se afirma una vez más el hecho de que en el conurbano se fue conformando una zona relegada históricamente, sobretodo en el margen sur de la ciudad de Buenos Aires, en la que funcionan circuitos de informalidad/ilegalidad como desarmaderos de autos, baldíos, y quemas donde se acumulan residuos sin clasificación, y con una alta probabilidad de presencia de metales pesados, dadas las numerosas industrias de todo el margen del Riachuelo. Esto se da en combinación con presencia de un gran número de habitantes, en muchos casos en situación de “alto riesgo” dada la falta de infraestructura, tanto a nivel del hogar como de acceso a servicios propios del “espacio urbano”. La gestión imperante al día de hoy confirma que “Arrojar los residuos en los bordes o afuera de la ciudad ha sido la lógica dominante. Merece interrogarse si bajo el paradigma del desarrollo sustentable existe un lugar lejos y afuera.41” (Suárez 2010, 50).
En consonancia con esta pregunta ligada con una lógica de más largo plazo, específicamente en lo relativo a los basurales, según el Informe de julio 2010 del Cuerpo Colegiado, compuesto por diversas organizaciones de la sociedad civil y encargado del seguimiento de las acciones de la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo ACUMAR (a partir de la causa “MENDOZA BEATRIZ SILVIA Y OTROS C/ ESTADO NACIONAL Y OTROS S/ DAÑOS Y PERJUICIOS (DAÑOS DERIVADOS DE LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL DEL RÍO MATANZA – RIACHUELO)” (Fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 8 de julio del 2008. Expte. M- 1569/04 ORI), quien demandara al Estado Nacional por prejuicios ocasionados por habitar en sitios contaminados, acción inédita hasta el momento), “Al 31 de marzo de 2010 se informó la existencia de 217 basurales. En marzo de 2009 ACUMAR había informado un total de 141 basurales, por ende se incrementó en un 54% el número de basurales relevados en la Cuenca. No se ha avanzado en un Plan Integral para la Gestión Integral de los Residuos Sólidos Urbanos de la Cuenca, el que constituiría una medida preventiva fundamental (…) Dispone: Ordenar la erradicación, limpieza y cierre en el plazo de 1 (un) año, de todos los basurales ilegales relevados por la Autoridad de Cuenca. Se han ejecutado acciones en pos del cumplimiento de la demanda de la CSJN, pero las mismas resultan insuficientes.
OBSERVACIONES
Se ha licitado la remoción de residuos de 26 basurales con presencia de residuos peligrosos. Asimismo se ha informado el saneamiento de 33 basurales al 31 de marzo del corriente. Ello constituye un 15% del total de basurales relevados, y un 31% del volumen de residuos relevados. No se ha informado el alcance del saneamiento realizado, limitándose en ocasiones a la mera remoción de residuos superficiales” (Cuerpo Colegiado 2010, 12 y 13).
Así, nuevamente queda claro el tipo de suelos y el tipo de tratamiento que (no) se da para su saneamiento, además de que se acentúa la contaminación inherente de la acumulación y presencia de residuos peligrosos (ACUMAR 2009; PISA 2010), representando uno de los cambios de los usos del suelo más conflictivos de la región, y uno de los riesgos más importantes para la salud. Sin embargo, el citado informe dice al respecto, “Se dispone: 1. c) las medidas para erradicar las habitaciones sobre los basurales y posteriormente impedir la instalación de nuevas habitaciones sobre los mismos. Se han ejecutado acciones en pos del cumplimiento de la manda de la CSJN, pero las mismas resultan insuficientes. No se ha presentado un censo de la totalidad de la población asentada sobre basurales en la Cuenca.”
Revisando las acciones estatales, más allá de la complejidad que reviste esta tarea dado que hay múltiples superposiciones jurisdiccionales, y divisiones de políticas que responden a la diferenciación administrativa pero no a la dinámica de las problemáticas en la realidad (por ejemplo, políticas de vivienda, que no consideran las políticas de obras públicas o infraestructura, que a su vez tampoco inciden en la llamada higiene urbana), se ven diferentes obras en avance, a la vez que se llevan adelante planes parciales y focalizados. En Lomas de Zamora, específicamente en el lugar en estudio y con relación a la basura, se puede citar el de Plan de Limpieza de Márgenes en el camino de la Ribera (Avenida Carlos Pellegrini) con la formación de Cooperativas. Sin embargo, los barrios analizados no cuentan con servicio de recolección, y no se contempla el alto número de trabajadores recuperadores que necesitan ciertos espacios para su actividad laboral, que termina en el “patio trasero” de sus hogares. No se pretende agotar la temática referente a las políticas públicas, pero si se puede afirmar que el Riachuelo y la Cuenca Matanza Riachuelo en general, constituye un espacio caracterizado por una alta contaminación, desde la época de los saladeros (cfr. Brailovsky 1995), hasta hoy.
Consecuentemente, se puede consensuar en el hecho de que, “La ubicación de los sitios de disposición de residuos y la forma en que se han incorporado a la ciudad luego de su saneamiento, presentan continuidades históricas que son relevantes de destacar. Los mapas de época señalan que son un claro fenómeno de borde de la mancha urbana, emplazados por lo general en terrenos anegadizos o bien en depresiones originadas por “tosqueras” y “ladrilleras”. Es muy probable que el factor determinante de este tipo de ubicación haya sido la óptima combinación entre la baja renta del suelo y el menor costo de flete. Este patrón de localización sin duda ha acentuado el riesgo ambiental de las áreas periféricas de la ciudad, cuyo deterioro es “comprobable de manera empírica”, tal como señalan María Di Pace et al.42” (Suárez 2010, 49; destacado propio).
Muchos basurales han sido incorporados como espacios verdes, tanto dentro como en los márgenes de la ciudad. Sin embargo, la diferencia radical es que en los citados casos, dicha incorporación fue a través de políticas estatales de urbanización (Plaza Lavalle, Constitución, Vicente López, entre otras), en principio cubiertas con asfalto y una infraestructura urbana.
Además, teniendo en cuenta que la calidad de los residuos ha cambiado, con elementos tóxicos (como refiere el Cuerpo Colegiado, una fuerte presencia de metales pesados, sobretodo en la zona sur, históricamente industrial), los basurales a los que se hace referencia tienen elementos potencialmente tóxicos de mayor permanencia en los suelos, y han sido cubiertos en su mayor parte con escombros y descargas de volquetes, de los que tampoco se sabía su contenido y posible peligrosidad, sin contar las acciones sinérgicas, también desconocidas.
En la actualidad, el Estado tiene la obligación de realizar acciones de saneamiento y remediación, dispuestas luego del Fallo de la Corte Suprema referente a la citada Causa “Mendoza”. De este modo, se puede decir que los SDR expresan una condensación de complejas problemáticas, acentuadas por una dinámica de ocupación progresiva, que
detallamos a continuación.
3. BASURA, VIVIENDA Y DESPUÉS
Luego de este recorrido e historización, arribamos a la referencia específica a las villas y asentamientos, dado que, según se argumentó, la relación entre basurales y asentamientos no es casual. La selección de SDR ocupados por población conlleva a estudiar “villas” y “asentamientos informales”, en tanto forma de producción del hábitat nacida en la década de los ochenta (Cravino 2006, 2009; Fernández Wagner 2009; Merklen 1991), dado que son territorios desplazados, zonas no consideradas (aún) por la renta urbana formal, aunque sí por el mercado informal que se establece en su interior.
A diferencia de las “villas miseria” que se originaron con la industrialización, como un paso hacia otras oportunidades (Auyero 2008), estos asentamientos no son temporarios. Algunos autores argumentan que son tomas organizadas, frente a lo cual se debe poner en discusión que, si bien hay cierta organización debido a que no son acciones individuales, esta organización no implica una forma de acción colectiva y de resistencia, como lo indica la bibliografía para el caso de los movimientos territoriales de los años 1980. Sí se ve una continuidad en la necesidad de distinción del “villero”, visto como sinónimo de delito y hacinamiento. A nivel demográfico, según María Cristina Cravino (2008) en cada período censal se duplica el número de vecinos que habitan en viviendas informales ─incluyendo en dicha categoría tanto a villas como asentamientos. Dicho esto, se debe considerar la variable temporal: al día de hoy se ve una diferencia entre los asentamientos que ya tienen 20-30 años, los que nacieron a partir de la crisis del año 2001, y los que fueron generándose en los últimos años, en algunos casos muy ligados a la dinámica de punteros políticos que lotean y venden los terrenos, una vez que se “libera” cierta zona.
En este sentido, se da una articulación de zonas “habilitadas”, ligadas al poder político, y una repetición de la dinámica de ocupación del espacio desde las “tomas” de terrenos. Su ocupación, referida como “toma de tierras”, suelen ser planificadas por el grupo de personas a ocuparlo. El territorio es así ocupado por cierto número de familias, que luego realizan el “loteo” siguiendo cierta idea de barrio. Al asentamiento se relacionan palabras como loteo, calles, delimitación, configurando un espacio urbanizado, con intenciones de asimilación a un barrio en su morfología;43 y se tiene el horizonte de acceder a la compra de las tierras. Por otra parte, desde la mirada social, la villa se identifica con el amontonamiento, el pasillo, los huecos. Las ideas asociadas son la de erradicación, de expulsión, siempre con connotación negativa de sus habitantes. El “villero” no tiene dirección postal, la villa no tiene nombre sino que se identifica (al menos formalmente en la Ciudad de Buenos Aires) con un número.
Esto se debe comprender en combinación con conformación social de una cierta necesidad, a la par que se da forma a las maneras posibles de suplirla desde la praxis repetitiva, forma que puede verse en la perspectiva de los actores sociales.44 De este modo, se generan en un mismo movimiento el sujeto y el objeto relacionados con cierta necesidad: necesidad habitacional – mercado informal de lotes, más allá de las condiciones. La necesidad de vivienda se traduce como necesidad de espacio, en forma de terreno. Esto en parte se explica porque se combinan las dificultades citadas de acceso a la vivienda y la experiencia directa de situaciones de riesgo asociadas a accidentes y violencia. Se presenta la necesidad de una vivienda, en combinación con la imposibilidad en el marco del “mundo del no”, por lo que se va conformando una concatenación de situaciones que construyen la percepción de estos espacios relegados, vistos en un inicio como inhabitables por los propios habitantes, como una nueva oportunidad donde transformarlos en habitables es la manera de suplir la citada necesidad, centrada en la tierra. La inmediatez de otros peligros resulta en que no se perciba el problema de vivir donde era una quema, al lado del Riachuelo. Población que antes estaba literalmente sobre el Riachuelo, en el borde, o “en el Riachuelo”, ahora están a una cuadra; lo que es configurado como un avance tanto en sentido de movimiento espacial, como a nivel de la subjetividad, dejando en segundo plano las características propias de esa tierra.45
El hecho de tener espacio está ligado a tener un terreno, y viceversa. El valor está en el terreno, más allá de sus características. Para el otro par, la “conocida” que los lleva al barrio, ellos ya tienen terreno. Pero la respuesta del entrevistado denota que ese espacio no es suficiente. Así, a la luz de la experiencia anterior, se configura la percepción de que ese espacio en el riachuelo es peor que esta nueva oferta a unos 150 metros de distancia del “Riachuelo grande”. Finalmente, y en relación con lo anterior, la diferencia sustancial radica en estar o no en/sobre el riachuelo.
Continuando con otros ejemplos, todos marcados por la poca capacidad de acumulación, combinada con la falta de herencia (considerando altos índices de NBI en los dos barrios), se ve cómo se produce una articulación de la experiencia en el sentido del acceso a la vivienda desde la noción de “agarrar”, “tomar”. En esta dirección, se puede referir a varios modos de transitar esto que entendemos como un aprendizaje, no en tanto entrenamiento en cierta capacidad, sino en el sentido de una incorporación de los modos de hacer; no ya como parte de una estrategia individual, sino como formas personales de producir modos de hacer propios de un determinado grupo social en cierto contexto histórico (teniendo en cuenta al habitus como trasfondo, en relación con los dispositivos de regulación de las sensaciones). Este aprendizaje, consecuentemente, no implica una disposición previa o natural, sino que se comprende como ligado a la noción de incorporación, embodiment, “encorporeización”, vinculándolo a su vez con la lógica procesual (cfr. XXXX 2009b y 2011c). Es decir, entender al cuerpo, sensibilidad, emocionalidad como parte de procesos activos del sujeto, implicado en el mundo, comprometido en tanto ser-en-el-mundo con cierto espacio físico y social; implicación que es dinámica, en permanente reformulación y reacomodamientos, parte de un proceso histórico (historia más amplia y la propia trayectoria). Por lo tanto hay un grado de cambio y aprendizaje, nunca en un sentido determinado ni evolutivo sino como cuerpo actual, “abierto y personal”. Una “oportunidad” que se abre al habilitarse la posibilidad de ocupar un espacio, como toda oportunidad tomarla implica un riesgo, conocido (a nivel de las posibles consecuencias de ocupar un terreno, fiscal o privado, pero desocupado), o desconocido, a nivel de pasar situaciones extremas de frío, hambre, entre otras, que son asumidas desde el momento en que se presentan como una mejora frente a otros riesgos.
Consecuentemente, volviendo al ámbito de los estudios de riesgo, entonces, se debe tener en cuenta que la baja percepción de cierta problemática no debe ser utilizada para minimizar responsabilidades, ni como argumento para “relocalizar”. Las grandes incertidumbres se imponen a la hora de considerar las posibilidades y tomar decisiones, cuando ello es posible: “En el Tercer Mundo la elección de la vivienda supone un complicado cálculo de variables poco claras… Los pobres urbanos tienen que resolver una complicada ecuación para intentar optimizar los costes de la vivienda, la seguridad de la propiedad, la calidad del refugio, el desplazamiento al trabajo y algunas veces la seguridad personal.” (Davis 2007, 47). En este sentido, se debe comprender que los actores sociales actúan y deciden con cierto conocimiento de las posibles consecuencias de ocupar un SDR, y a la vez este factor entra en juego con otros más urgentes y “reales” como la posibilidad de tener una vivienda. En consonancia con lo planteado, ¿qué beneficios resultarían de enfrentar los riesgos presentes en los SDR? Si dicho enfrentamiento se traduce en dejar la casa, se deberá tener en cuenta que una casa no es solo el techo, sino la historia allí construida, la accesibilidad implicada en la localización, las redes sociales creadas allí… Finalmente, se destaca que frente a los riesgos, y a la decisión de disminuirlos o no, se plantean dos posibilidades: el límite político -la soportabilidad de una cierta sociedad, el grado de movilización que exista o no frente a un riesgo, el llamado efecto NIMBY, Not In My Backyard, “no en mi patio trasero; o la opción preventiva desde una perspectiva de construcción del conocimiento.
4. REFLEXIONES FINALES
Partiendo del solapamiento de pobreza y condiciones “irregulares” a nivel urbano, destacándose la dinámica expulsiva de la Ciudad de Buenos Aires, la población con menos recursos ve obturado su acceso a servicios públicos que definen al espacio urbano. Entonces, a partir de una amplia bibliografía se pueden distinguir las características de uno y otro espacio urbano, el formal y el irregular, poniendo el foco la ciudad actual desde sus contradicciones. Lo “informal”, el “asentamiento” está en terrenos inadecuados para su urbanización (ferrocarril, zonas inundables, bajo cota, etcétera); carece de infraestructura; y está emplazados en zonas de propiedad privada abandonados por estar en litigio, o tierras fiscales. En general, las condiciones ambientales son negativas. Consecuentemente, estableciendo relaciones entre el territorio, la basura y los cuerpos que allí se conforman, a la vez configurando su espacio (social), la problemática adopta otro relieve.
Habiendo rastreado la historia del suelo y sus formas de contaminación en relación con el consumo y modo de producción, que a su vez determinarán las maneras como se conforma la segregación socioespacial y se hace cuerpo; apoyados sobre una dinámica de revalorización “desde abajo” de la basura que soporta, sostiene estos barrios, es claro como el territorio es transformado y es soporte de los desechos, los expulsados de la sociedad. Finalmente, se ve en la gestión de la basura una manifestación de la dominación estructural entre lo central y lo periférico.
Siendo esta investigación un modo de mirar la problemática apoyado en el cruce y las relaciones entre los diversos aspectos que la componen, es central integrar y vincular los factores de vivienda, basurales y asentamientos hiperdegradados, con la configuración de la sensibilidad como soporte y a su vez, emergente de estos fenómenos.
Así, esta experiencia de residualidad se ha hecho cuerpo, en tanto funcionamiento de una economía política de la moral, donde se naturaliza el hecho de que hay que poner el cuerpo: cuerpo como virtud, donde se tiene lo que se tiene; donde el hecho de estar allí es la mejoría, haberse asentado allí es el mejoramiento en la propia trayectoria. Entonces se evidencia aquella reducción citada, con cuerpos disponibles/disponibilizados, donde el horror estádormido, y que resulta en ver/sentir la propia “trampa” corporal, como avance (asentarse sobre terrenos degradados, vivido como una mejoría); donde las acciones de resistir, de aguantar permiten estar en una vivienda propia, a costa de tolerar la incertidumbre respecto de las consecuencias. Allí, dicha incertidumbre ha sido enterrada, junto con los residuos de “la capital”.
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INFORMES TÉCNICOS:
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23 A nivel de la legislación que regula su recolección y disposición, los residuos se diferencian por tipos, Residuos Sólidos Urbanos (RSU): son los originados por los usos residenciales, comerciales e institucionales, por el barrido del espacio público, así como los de origen industrial que, por no ser peligrosos, son asimilables a los anteriores. Residuos Peligrosos (RP): La Ley Nacional 24.051 de residuos peligrosos, define como tales a todos los residuos que pueda causar daño, directa o indirectamente, a seres vivos o contaminar el suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general. En particular considera peligrosos a los residuos indicados en el Anexo I “Categorías Sometidas a Control” o que posean alguna de las características enumeradas en el Anexo II-“Lista de Características Peligrosas”. Bajo esta denominación, la legislación nacional incluye a: los residuos industriales no asimilables a los RSU; los residuos patológicos provenientes de centros de salud, laboratorios, veterinarias, etc., cuya característica común de peligrosidad es la infecciosidad; los policlorobifenilos y productos similares utilizados como refrigerantes de equipos eléctricos cerrados; los agroquímicos utilizados en las actividades agropecuarias. Cabe destacar que en la Ciudad de Buenos Aires y en diversas jurisdicciones provinciales, los residuos patogénicos han sido regulados de manera diferenciada respecto a los residuos peligrosos, denominándolos Residuos Patogénicos o Biopatogénicos. Residuos Radioactivos (RR): La Ley Nacional N° 25.018 define como residuo radiactivo a todo material radiactivo, combinado o no con material no radiactivo, que haya sido usado en procesos productivos o aplicaciones para los cuales no se prevean usos inmediatos posteriores en la instalación donde fueron generados, y que por sus características radiológicas no puedan ser dispersados al ambiente. Extraído del Atlas Ambiental de Buenos Aires,http://www.atlasdebuenosaires.gov.ar/aaba/index. php?option=c om_conten t&task=vi ew&id =194& I t emid=73&lang=es
Consultado el 30-11-2012. Esta digresión es importante a la hora de considerar los “basurales a cielo abierto”, característicos por tener cualquier tipo de residuo, sin atención a la distinciones aquí delineadas.
24 Traducimos waste y garbage como basura o desecho, dado el sentido de pérdida, desperdicio de la palabra waste (por ejemplo, en la frase It is a waste of time, que significa “Es una pérdida de tiempo” o To go to waste, “desperdiciarse”). A su vez, en inglés se hace referencia a DUMP cuando son basurales, LANDFILL en el caso de rellenos sanitarios.
25 Susan Strasser en su libro Basura y Deseo (Waste and Want) releva de modo exhaustivo cómo cambian esas clasificaciones, comportamientos y valores de acuerdo al contexto histórico-político y a los valores difundidos por las corrientes culturales y morales dominantes en determinadas épocas donde de nuevo, “nada es inherentemente basura”. En nuestro contexto, como ella señala, comprar cosas nuevas en lugar de reciclar viejas “estimula la economía a través del consumo y genera un sentimiento de libertad basado en la (supuesta) posibilidad de elegir” (2000).
26 A nivel local, puede tomarse el trabajo de Carman, donde también a partir de Douglas, plantea: “…se asocia a los pobres con el caos, el desorden y la contaminación, presumiendo que ellos habitan un universo puramente físico, centrado en la actividad práctica y el interés utilitario. Los habitantes de la Aldea Gay son considerados impuros tanto por su condición sexual percibida como anómala, como por su aparente daño a los bienes de la naturaleza y la memoria. Ellos se convierten en objeto de reprobación ‘primero por cruzar una línea, y segundo porque pone[n] en peligro a los demás’ (Douglas 1991, 163). Frente a las acusaciones ambientalistas, los habitantes de Rodrigo Bueno y de la Aldea Gay afirman que la reserva y los terrenos ganados al río de Ciudad Universitaria son los sitios impuros, ya que allí se habrían enterrado en forma clandestina cuerpos desaparecidos durante la última dictadura militar (1976- 1983). En otras palabras, el Estado sería el responsable, y no ellos, de profanar naturaleza y memoria.” (Carman 2011, 252). Es interesante ver en paralelo los casos analizados por la autora, y los casos de esta investigación. No se ve tan claramente en el discurso circulante sobre los barrios la referencia a “un universo puramente físico” en relación con el ambiente, dado que el centro de la cuestión es justamente no comprender cómo viven sobre esos sitios, en ese ambiente ─por lo que se los identifica con la “barbarie” (en palabras de personal municipal)─ y en ese sentido sí, el desorden referido. Pero hay una repetición en cuanto a la afirmación de que, frente a la acción (en este caso, inacción) estatal y funcionamiento de basurales, la quema, son ellos, los vecinos de los barrios quienes logran cambiar y revertir el destino de los espacios, poniendo en cuestión nuevamente que es basura, y qué deviene en “residuo” y finalmente, relleno para habilitar terrenos. Entonces, a pesar de que se podría ver una relación con en sentido estricto con lo impuro dada la presencia de residuos potencialmente contaminantes en sentido literal, pesa más aquí la idea de que esto los hace bárbaros, no-civilizados, no parte de la sociedad. En este sentido sí son claramente peligrosos, en cuanto simbolizan una caída, un límite sobrepasado hacia el lado de la barbarie, lo a-cultural.
27 En la literatura especializada, se considera el circuito o ciclo de los residuos a: 1. Generación de residuos. Abarca las actividades en las que los materiales son evacuados sin identificar ningún valor adicional. Es una actividad poco controlable en los ciudadanos, puesto que incluye un momento de identificación que varía con cada residuo en particular y casi nunca se realiza. La reducción en el origen de los residuos sólidos, aunque no esté controlado por los gestores, puede resultar un método interesante y fundamental para limitar las cantidades de residuos generados. 2. Manipulación, separación, almacenamiento y procesamiento en origen. La manipulación y separación involucra las actividades de gestión de residuos hasta que son colocados en contenedores de almacenamiento para la recolección…
El almacenamiento al aire libre o en recipientes improvisados es indeseable por motivos de salud pública. 3. Recolección. Además de la recogida de residuos sólidos, incluye también el transporte de estos materiales al lugar donde se depositan y donde se vacía el vehículo que los transporta. Este lugar puede ser una estación de transferencia, una instalación de procesamiento de materiales reciclables o no, o un vertedero [entiéndase vertedero por ambos RS y basural, siendo el RS un “vertedero controlado”]. 4. Separación, procesamiento y transformación de residuos sólidos. La recuperación de materiales separados, la separación y el procesamiento de los componentes de los residuos sólidos, y la transformación del residuo sólido, que se produce generalmente en localizaciones fuera de la fuente de generación de residuos, están englobados en este elemento funcional. (…) 5. Transferencia y transporte. 6. Evacuación. Es el último elemento funcional en el sistema de gestión de residuos sólidos. La evacuación de los residuos sólidos mediante los vertederos controlados o la extensión en superficie, es el destino último de todos los residuos. (Carlino 2002; destacados propios). La autora refiere al texto Gestión integral de residuos sólidos, George Tchobanoglous, Hilary Theisen, Samuel A. Vigil. Ed. Mac Graw Hill, 1998.
28 “La ASCE (American Society of Civil Engineers) define al Relleno Sanitario como una técnica para la disposición final de los residuos sólidos en terrenos, sin causar perjuicio para el ambiente y sin ocasionar molestias o peligros para la salud, ni el bienestar y seguridad publica.” http://ceamse.gov.ar/disposicion-final/ para una explicación detallada de la técnica. Consultado el 30-11-2012.
29 Según se especifica en su página web: “La actividad de CEAMSE comprende la coordinación de un sistema integral donde son parte preponderante: El transporte, tratamiento y disposición final de los residuos sólidos domiciliarios. El transporte, tratamiento y disposición final de los residuos industriales asimilables a los domiciliarios, a través del programa de Servicio a Generadores Privados. El programa de reciclaje ‘CEAMSE recicla’, con fuerte impulso en la instalación de Plantas de Separación y Clasificación de Residuos en los Complejos Ambientales de CEAMSE. El servicio de inspección y control integral del Servicio Público de Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, en las Zonas 1,2, 3, 4 y 6. La ejecución de las tareas de limpieza y mantenimiento de espejos de agua en la Ciudad de Buenos Aires: Arroyos El Gato, Puerto de Frutos, Arroyo Patiño y Río Tigre, Río Reconquista y Pista Nacional de Remo. Consultoría y Asesoramiento, tanto a nivel nacional como internacional y colaboración en erradicación y saneamiento de basurales y cuencas. Una intensa política de protección, mantenimiento y creación de Áreas Verdes.
El Camino Parque del Buen Ayre, una vía de vinculación rodeada de parques y de áreas verdes, por el que circulan más de 1.920.000 vehículos por año.” http://ceamse.gov.ar/que-es-ceamse/ Consultado el 30-11-2012.
30 “’El cinturón ecológico será un factor de purificación de la atmósfera, al tiempo que permitirá eliminar una de las causas principales de contaminación: los hornos incineradores. Existe un único obstáculo que puede oponerse: los formidables intereses que rodean a los que lucran con el negocio de la basura. Los vaciaderos a cielo abierto constituyen un viejo problema sanitario…’ (Laura, 1979). Si bien Guillermo Laura (ingeniero ideólogo de la CEAMSE) considera que el CEAMSE es el organismo que se posiciona del lado de los intereses de la comunidad, a lo largo de su historia, además de establecer un sistema de disposición final de enterramiento de residuos que según muchos ambientalistas genera contaminación, (…) excluyó a grandes grupos que se dedicaban al cirujeo, debilitó los intereses de los municipios frente a sus residuos y finalmente, benefició a grandes grupos económicos, quienes crearon empresas para operar los RS.” (Shammah 2009, 40).
31 Hasta el año 2006 los municipios debían realizar su disposición final a través de la CEAMSE, año en que “la Provincia de Buenos Aires, con el objetivo de adecuar la legislación a la nacional [Ley Nacional Nº 25.916/04, de “presupuestos mínimos de protección ambiental para la gestión integral de residuos domiciliarios”], sanciona la Ley Nº 13.592/06. La norma estableció un plazo de cinco años para que las distintas jurisdicciones alcancen una reducción d 30% de la totalidad de los residuos con destino a la disposición final. Se preveía comenzar en el primer año con una campaña de concientización, para continuar con una progresión del 10% para el segundo año, efectuando obligatoriamente la separación en origen como mínimo en dos fracciones de residuos, 20% para el tercer año y 30% para el quinto año. Pasaron los años comprometidos y ningún municipio de la Provincia pudo demostrar un cumplimiento de los plazos de reciclado. Asimismo, para los municipios de la Provincia comprendidos en el sistema CEAMSE se había establecido un plazo de 3 meses luego de sancionada la Ley para decidir si se mantenían en el régimen CEAMSE o bien si presentaban un Programa de Gestión Integral de residuos sólidos urbanos. Sin embargo, ya vencido el plazo ningún municipio de la RMBA presentó un plan. La Provincia se reservaba la potestad de instalar polo ambientales provinciales (PAP), un eufemismo de los rellenos sanitarios” (Suárez 2010, 69).
32 Véase http://www.opds.gba.gov.ar/index.php/articulos/ver/483 y http://www.opds.gba. gov.ar/index.php/pagi nas/ver/basurales Último acceso 30-11-2012. Debe tenerse en cuenta que se refiere mayormente a la limpieza de basurales y microbasurales activos, con arrojo de basura al momento de su clausura. No se especifica en la página de la OPDS qué tipo de saneamiento se realiza ni si implica remediación del suelo, ni qué políticas se aplican en los basurales con asentamientos poblacionales.
33 El área metropolitana para la gestión del CEAMSE comprendía en su momento los municipios de Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre, General Sarmiento, General San Martín, Tres de Febrero, Morón, Moreno, La Matanza, Merlo, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Lomas de Zamora, Quilmes, Avellaneda, Lanús, Florencio Varela, Berazategui, Berisso, Ensenada y La Plata.
34 Se tiene que tener en cuenta aquí el avance del Proyecto del Vial Costero, que junto con el Costa del Plata conformarían un nuevo cinturón en la costa del Río de la Plata y el Riachuelo en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. En este último sitio, se relaciona con la recuperación de los terrenos del Relleno Sanitario de Villa Domínico, cerrado en el año 2004 luego de continuas protestas de las referidas Madres de las Torres. Véase el ciclo de documentales realizado por Soledad Fernández Bouzo, Alejandra Gil, Matías Aizcorbe, parte del Grupo de Estudios Ambientales, IIGG, FSOC, UBA. Allí analizan el caso del Foro Hídrico de Lomas de Zamora, y el referido caso de las Madres de las Torres. http://atravesandoelrio.com.ar También véase Bouzo et al, 2007. Esta “recuperación” de la costa del Riachuelo y puesta en valor, trae aparejada una problemática a investigar cuidadosamente: cómo se conforman estos proyectos, la manera de articular esta la valorización del espacio urbano y los grandes proyectos inmobiliarios relacionados, y de qué modo esto se traduce en la generación de nuevos recursos para sus actuales habitantes, o en una nueva intención de jerarquización y expulsión.
35 Este recorrido histórico fue presentado en XXXX, 2005. Se presenta aquí revisado y actualizado. Véase también Perelman 2010; Shammah 2009; Suárez 2010.
36 Se toma este caso dada la importante presencia de población de origen paraguayo en los barrios en análisis.
37 Frente al inicial prejuicio contra la actividad cartonera, escuchamos a un extranjero de EEUU, maravillarse porque Buenos Aires es la única ciudad que tiene reciclaje gratis. Más allá de esta anécdota elocuente, cada vez más la actividad se estima en su centralidad, aunque aún no es debidamente valorada como fuente laboral con sueldos y condiciones de trabajo coherentes con la importancia de la actividad, y fundamental en el circuito.
38 La muerte naturalizada fue estudiada por Nancy Scheper-Hughes en su fundamental estudio La muerte sin llanto, (Death without Weeping: the Violence of Everyday Life in Brazil, 1992), destacando la diferente percepción sobre este fenómeno que toca inevitablemente a todos. No obstante, destacar las diferentes formas que toma la relación con ella es parte de un cuestionamiento profundo a la naturalización de las desigualdades sociales.
39 “Como se mencionó en la introducción Lucio Kowarick utilizan el concepto de expoliación urbana para dar cuenta de: ‘la suma de extorsiones que resultan de la inexistencia o precariedad de los servicios de consumo colectivo que, conjuntamente con el acceso a la tierra y a la vivienda, se presentan como socialmente necesarios en relación con los niveles de subsistencia y que agudizan aun más el despilfarro que se realiza en el ámbito de las relaciones de trabajo’ Kowarick, Lucio (1996) ‘Expoliación urbana, luchas sociales y ciudadanía: retazos de nuestra historia reciente’, Estudios Sociológicos XIV: 42, Colegio de México, p 731 (729-743).” Se debe reforzar aquí la aclaración de que esta expoliación urbana, es relativa a la inclusión social, en la ciudad y sus servicios, “por encima” de las consideraciones relativas al hecho asentarse sobre un basural. La investigación de Suárez continúa su análisis especificando los cambios originados con los reclamos en torno al Relleno Sanitario Villa Domínico, muestra de cómo “la basura ha entrado en la arena pública”. El eje aquí propuesto es el de analizar qué ocurre con el momento de tapar esa basura, cuando ya no es visible como problema para quienes viven allí.
40 “Los principales vectores y algunas de las enfermedades que propagan son las siguientes: Moscas (Fiebre Tifoidea, Salmonelosis, Disentería, Diarrea Infantil, Gastroenteritis, Infecciones Intestinales); Cucarachas (Disentería, Diarrea, Lepra, Intoxicaciones Alimenticias); Mosquitos (Malaria, Fiebre Amarilla, Dengue, Encefalitis Vírica) Roedores (Peste Bubónica, Tifus Murino, Leptospirosis -enfermedad de Weil-, Fiebre Harverhill, Ricketsiosis, Vesiculosa, Disenterías, Rabia). En Cassano, Daniel (1998) ‘Residuos sólidos urbanos, cuestiones institucionales y normativas’, Programa de Desarrollo Local, Manuales de gestión Nº1. Universidad Nacional de General Sarmiento, página 13.
41 “El desarrollo es sustentable cuando satisface las necesidades de la presente generación sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para que satisfagan sus propias necesidades. Ver Informe Nuestro Futuro Común (1987) Naciones Unidas.”
42 “Di Pace, María; Federovisky, Sergio; Hardoy, Jorge (1991) “Problemas ambientales en la ciudades argentinas” en Medio Ambiente Urbanización, Año 9- Número 37, Buenos Aires.”
43 Esto fue trabajado en XXXX, Carrè et al, 2011.
44 Tomando la noción de Agnés Heller en su estudio Teoría de las Necesidades en Marx, téngase en cuenta que, como primer rasgo, para que haya necesidad tiene que haber reflexividad. “la necesidad es deseo consciente, aspiración, intención dirigida en todo momento hacia un cierto objeto y que motiva la acción como tal. El objeto en cuestión es un producto social, independientemente del hecho de que se trate de mercancías, de un modo de vida o del ‘hombre otro’ (…) No existen ‘necesidades naturales’. El aire no es objeto de una necesidad, constituye, por el contrario, una condición de nuestra existencia, mientras que el hecho de que prefiramos el aire fresco y limpio al contaminado es ya la manifestación de una necesidad” (Heller, 1978: 170). Estas concepciones se presentan en Cervio y XXXX 2012.
45 La vinculación entre necesidad y corporalidad se presenta en el artículo “Encarnando la necesidad. Cuerpos, espacios y habitus en dos barrios del conurbano, Provincia de Buenos Aires, Argentina” a pulbicarse en Revista Intersticios, Vol. 13 nº1, 2013.
Por: Victoria D’hers
Fuente: Revista Desarrollo Local Sostenible
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