Plan B: los científicos, cada vez más cerca de la geoingeniería para detener el calentamiento
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- El 18 septiembre, 2019
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En su informe del año pasado, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático advirtió que la humanidad se está acercando demasiado al despeñadero y le puso fecha al punto de no retorno: según el organismo internacional, quedan 12 años para tomar medidas drásticas que permitan evitar efectos catastróficos del aumento de temperatura. Pero aunque se firman acuerdos y se suceden las declaraciones de buenas intenciones, las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo.
En este escenario de proyecciones escalofriantes volvió a ponerse sobre el tapete una estrategia que parecía riesgosa y hasta descabellada: la geoingeniería; es decir, la manipulación deliberada y en gran escala del medio ambiente planetario. Un equipo de la Universidad de Harvard se apresta a avanzar en la primera prueba de concepto. Se trata del experimento Scopex (siglas que corresponden a Stratospheric Controlled Perturbation Experiment), para analizar si es posible bloquear la radiación solar esparciendo partículas en la estratósfera.
Consiste en remontar un globo a más de 15 km de altura, esparcir un kilo de carbonato de calcio (el mismo que se toma para combatir la acidez) y estudiar qué pasa.
La geoingeniería tiene dos vertientes principales: la captura de dióxido de carbono y el manejo de la radiación solar. Esto último es lo que se plantea analizar el ensayo de Harvard y lo que está estudiando la científica argentina Inés Camilloni, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, dependiente del Conicet y de la UBA, que participa en un proyecto relacionado.
“Lo que buscan es replicar de alguna forma el efecto de los volcanes inyectando aerosoles en la estratósfera para que produzcan un oscurecimiento de la atmósfera, que llevaría al enfriamiento -explica-. Al reflejar las partículas mayor cantidad de radiación, se recibiría menos energía en la superficie y eso contribuiría al enfriamiento del planeta”.
La idea, aunque parece de novela, ya ocurrió. Fue en 1991, cuando el volcán Pinatubo, ubicado en las Filipinas, entró en erupción y lanzó 20 millones de toneladas de partículas de dióxido de azufre a la estratósfera (la capa que se encuentra entre los 10 y los 50 km de altura). Como consecuencia de ese fenómeno natural, la temperatura media del planeta descendió alrededor de 0,5 grados. Durante un año y medio, el termómetro volvió a donde se encontraba cuando se creó la máquina a vapor.
Sin “balas mágicas”
Para replicar este episodio “en escala de laboratorio”, los científicos planean remontar un globo provisto de una canasta con un sistema que esparcirá las partículas y luego estudiará sus interacciones. “Se inyectan en la estratósfera para que el efecto de deposición por la gravedad no sea inmediato y puedan estar mucho tiempo en suspensión -destaca Camilloni-. En este caso, van a lanzar una pequeña cantidad de aerosoles, de modo que lo que podrán medir es limitado. Pero si lo que se quiere es lograr un efecto duradero, tendrá que haber un proceso de inyección continua”.
Según la investigadora, en principio se supone que las cantidades de materia que se van a inyectar son pequeñas, del orden de cinco toneladas en distintos puntos del globo, pero habría que seguir haciéndolo durante 50 o 60 años.
Sin embargo, aunque esta táctica está ganando aceptación, no deja de ser controversial. “Por un lado, si se sigue emitiendo dióxido de carbono, no se frenará la acidificación de los océanos, un proceso que tiene mucho impacto en los ecosistemas marinos -explica Camilloni-. Por otro, aunque descienda la temperatura promedio de la Tierra, habrá variaciones regionales y sobre todo en el ciclo del agua. En algunos lugares se provocarían más lluvias y en otros, menos, con lo cual los lugares que ya son secos podrían entrar en una situación de déficit hídrico grave”.
Las simulaciones en las que está trabajando la investigadora permitirán evaluar precisamente cuáles serían los efectos de estas acciones en países en desarrollo. “Lo primero que estamos viendo es que en la cuenca del Plata se vería un descenso en los caudales de los ríos -afirma-. Habrá que estimar bien en qué proporción se producirán esas reducciones para prever alteraciones, por ejemplo, en la generación de electricidad, la navegabilidad. Es importante conocer los impactos regionales porque en algún momento no muy lejano se va a discutir cómo será la gobernanza global”. Sus trabajos también están empezando a arrojar indicios de que podrían producirse cambios en el régimen de eventos extremos, aunque todavía no cuentan con resultados finales.
En todo caso, habrá que avanzar lentamente. Porque, como advirtió ya hace algún tiempo la Royal Society, “la geoingeniería puede ser el precio que tengamos que pagar por nuestro fracaso para actuar en el cambio climático, [pero] ninguna de estas tecnologías es una bala mágica”.
Termómetro Terrestre
Jugada audaz. Para bajar la temperatura planetaria
Se la consideraba una tecnología fantasiosa, pero con el aumento incesante de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, que hacen prever un peligroso aumento de la temperatura global, está ganando aceptación en la comunidad científica internacional la idea de que tal vez haya que recurrir a la geoingeniería para alcanzar las metas fijadas en el Acuerdo de París. Investigadores del Reino Unido, China y los Estados Unidos están planeando experimentos. La primera prueba de concepto se realizaría el año próximo.
Por: Nora Bär
La Nación
9 de Septiembre de 2019
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