Realidad minera y sustentabilidad en la minería
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- El 12 octubre, 2006
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A modo de introducción
La minería, como la gran mayoría de las actividades humanas, es una actividad que ocasiona daños inmediatos a la naturaleza, sin embargo es una importante fuente de obtención de riquezas que contribuyen al logro de la sustentabilidad de las comunidades. En el artículo, que a continuación se presenta, se realiza un análisis de cómo desde una concepción ética del manejo de los recursos naturales, promoviendo la participación activa de todos los actores sociales de las comunidades mineras, se puede lograr un tipo de desarrollo, a largo plazo, sustentable dentro de un sistema más amplio de relaciones socio – económicas donde la minería es una actividad más del tejido social.
Se reflexiona sobre la posibilidad del desarrollo de una minería que respete la diversidad socio – cultural como una vía de alcanzar la sustentabilidad. Se analiza cómo el carácter hegemónico de la minería se convierte en una barrera para desarrollar proyectos socio – económicos basados en la filosofía que impulsa el desarrollo sustentable. Particularmente se le presta atención a la relación que existe entre la homogeneización de la minería y de las culturas que arrasan con fuentes de vida en las regiones mineras y terminan por imponer una racionalidad socio – cultural que nada tiene que ver con los saberes tradicionales, donde frecuentemente en Iberoamérica, se asientan las minas.
Se valora acerca de la importancia de la elaboración de códigos del Minero y la formación de profesionales de esta ciencia en países con presencia minera significativa en la economía, partiendo de la premisa que estos más allá de su elaboración conceptual, allí donde existe una comunidad moral, se pueden convertir en un estímulo para la participación en acciones que promuevan la formación de valores ambientales.
La minería como actividad económica
Antes de iniciar el análisis de las características de la actividad minera es importante conocer la definición de minerales. El Dr. José Otaño Nogue,l del Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (ISMMM) “Dr. Antonio Núñez Jiménez”, dice textualmente: “Se llama minerales útiles a las sustancias minerales naturales que para un determinado nivel de la técnica pueden ser utilizados en la economía en su forma natural o después de ser elaborados” (Otaño, 1984:6-7).
Llama poderosamente la atención la relación directa que se establece en esta definición entre lo que se ha dado en llamar minerales y la técnica. En este sentido es importante afirmar que un determinado nivel de utilización de una técnica o tecnología minera es decisivo para explicar las características de la minería desde su exploración hasta sus impactos y utilización de los diferentes productos portadores de elementos útiles.
La minería del níquel es a cielo abierto, es muy productiva, se desarrolla en un ambiente de seguridad, lo cual acrecienta las posibilidades para el mantenimiento de buenas condiciones higiénico – sanitarias para el trabajador. La construcción de los caminos mineros es de bajo costo y se produce en un tiempo razonablemente corto. Todo esto la convierte en una actividad rentable, de rápida recuperación de la inversión. Un aspecto importante lo constituye el hecho de que se pueden introducir con más facilidad nuevas tecnologías de producción y además se facilitan las labores de mantenimiento de los equipos.
Es particularmente más agresiva con relación a otros tipos de explotación de yacimientos minerales subterráneos, se desarrolla en un espacio mayor de terreno y puede producir afectaciones al manto freático durante la actividad en una región más amplia. “Los yacimientos metalíferos, en general, forman la mayor parte de los recursos no renovables de valor elevado, ocupan poco volumen y sin embargo poseen las características de producir en el medio ambiente residuos tóxicos […]” (Espí, 2002:348). Estos residuos, sin embargo, si se gestionan adecuadamente, son perfectamente controlables, a niveles aceptables, por parte e las empresas mineras y de otras que frecuentemente son creadas para comercializarlos o manejarlos de acuerdo a las exigencias sociales y las demandas del mercado.
Los impactos sobre el medio ambiente varían de acuerdo al tipo de mineral que se va a extraer. Independientemente de esto, hay un elemento común, le es propia una profunda e inevitable actividad destructiva sobre los recursos no renovables directos y los indirectos, además, ocasiona impactos de importancia sobre recursos renovables asociados a las zonas donde se ubican los complejos mineros.
Además, la minería provoca una presión al espacio, por cuanto lo utiliza como proveedor de recursos minerales y en la mayoría de los casos lo inhabilita temporalmente para otras actividades económicas y sociales. A medida que se desarrollan las operaciones mineras, interfieren en las demás posibilidades de aprovechamiento del espacio, en especial, cuando la mina o las instalaciones de beneficio se encuentran próximas a centros urbanos, esto condiciona la necesidad del ordenamiento territorial como una posible alternativa de compensación por la pérdida de espacios utilizables para otras actividades.
Sin embargo, esta es una situación que es totalmente previsible si desde la etapa de elaboración del proyecto minero se tiene en cuenta la dimensión ambiental y al cierre de mina, desde esta perspectiva, se conoce los posibles usos que tendrán los terrenos degradados por la minería. Para ello durante la explotación de la mina las empresas tienen que dejar un porcentaje de las ganancias para la rehabilitación, proceso en el cual los gobiernos nacionales desempeñan una importante función al designar mecanismos dirigidos a garantizar que se cumplan los compromisos post cierre de las instalaciones mineras, Estas, si se tuvo en cuenta durante la etapa de concepción del proyecto, pueden ser reconvertidas con fines sociales o productivos.
En últimas décadas del pasado siglo y en el inicio del presente, las ideas ambientalistas se tornaron obligatorias en las agendas de los administradores públicos y privados, en las propuestas y discursos políticos e, inclusos, aparecieron organizaciones y grupos financieros internacionales que tratan de frenar el desarrollo de la minería, especialmente, en los países subdesarrollados, aquellos que como resultado de un orden económico injusto no tienen acceso a los grandes capitales necesarios para adquirir tecnologías más productivas. Se muestra como una actividad irremediablemente depredadora del medio ambiente, sin embargo, se considera que el problema no está en la minería como proceso, sino en la forma en que se produce su explotación y en los sistemas socio políticos donde se insertan los complejos. Un elemento de importancia lo constituye la tecnología con las que se explotan las diferentes menas.
En el análisis de esta temática se asumen como validos los criterios del Dr. José Mateo Rodríguez, al afirma: “Una primera respuesta estaría dirigida a explicar las “anomalías”, con las cuales la tecnología degrada el medio natural, y en este sentido podrían definirse tres posibilidades:
- Cuando la tecnología es ecológicamente ineficiente, conduce al surgimiento de procesos degradantes de todo tipo: los energéticamente deficientes, los generadores de residuos, los destructores de los sistemas ambientales;
- Cuando se instalan dispositivos técnicos que no corresponden a la estructura y funcionamiento de los sistemas ambientales; así ocurre con sistemas técnicos gigantes – el llamado “gigantismo” -, con las estructuras tecnológicas que tampoco se ajustan a las estructuras de los eco o geosistemas, todo lo cual conduce a procesos de degradación ambiental y productiva;
- Cuando el manejo de los sistemas técnicos es incorrecto o desarticulado, dando lugar a procesos de degradación; por ejemplo, las normas de introducción de energía y de substancias que no pueden ser absorbidas por los sistemas naturales, o aquellos sistemas de explotación que no permiten la regeneración de los recursos” (Mateo & Suárez, 2000:729).
Estas tres posibilidades, referidas anteriormente, contribuyen al desarrollo de un análisis de la actividad minera que sugiere hacia dónde dirigir el análisis de los impactos que esta actividad ocasiona sobre el medio ambiente.
En primer lugar, queda claro que es preciso tener en cuenta los recursos energéticos que se emplean en los diferentes procesos productivos, lo cual constituye una referencia obligada para valorar la posibilidad de la existencia de la sustentabilidad sin importar el tipo de recurso que se explote. No se pueden obviar en este análisis la generación de residuos, especialmente, en una actividad que los genera de alta agresividad. Esto sugiere que sin complicaciones técnicas se conozcan los niveles de emanaciones que las diferentes empresas producen.
Llama la atención en este enfoque la relación directa entre los tres elementos mencionados y las tecnologías que se emplean en los diferentes procesos tecnológicos de las industrias y plantas beneficiadoras del sector. Es decir, que un análisis histórico del problema nos llevaría a comprender cómo en cada etapa, tanto los recursos energéticos como los residuales generados dependen del empleo de una de tecnología específica. Además este enfoque serviría para conocer el marco tecnológico y el contexto en que se produjeron las decisiones ambientales y el por qué de cada una de ellas de acuerdo con un tipo de racionalidad económica signada por las condicionantes anteriores.
En segundo lugar, las tecnologías que se emplean pueden sugerir a los especialistas, en correspondencia con las características de los sistemas ambientales, las estructuras tecnológicas que se deben emplear en cada uno de los procesos productivos. Esto se puede lograr únicamente a partir de una profunda caracterización de la zona donde se desarrollan las actividades económicas. Es decir, los especialistas deben conocer el modelo tecnológico adecuado para los diferentes sistemas ambientales y esto se puede lograr únicamente si se conocen las características de las tecnologías mineras, los ecosistemas y los sociosistemas donde se aplicarán.
En tercer lugar, al valorar la última de las posibilidades referidas por (Mateo, 2000); se puede llegar a la conclusión de que a partir de un profundo conocimiento de la zona donde se desarrollan las diferentes etapas de la minería es posible conocer cómo reintegrar los residuales al medio o cómo poseer sumideros que sean capaces de reciclarlos adecuadamente.
Esta es una posibilidad que se alcanzaría si en las investigaciones de este tipo se integran equipos multidisciplinarios, en los que participen especialistas capaces de generar conocimiento sobre estas temáticas relacionadas con las ciencias de la tierra, las sociales, las biológicas y las químicas por solo citar algunas que pueden aportar herramientas para estos análisis sistémicos.
La minería provoca importantes cambios de tipo ambiental y social, como cualquier actividad antrópica, que es preciso tener en cuenta en el momento de diseñar políticas ambientales. En primer lugar, provoca cambios drásticos en el paisaje de las zonas donde se asientan los complejos y las comunidades mineras. Estos cambios están asociados a la necesidad de la existencia de una infraestructura que facilite la explotación de los yacimientos, que obliga a la construcción de diferentes objetos administrativos, sociales y de otra índole que ocupan espacios vitales que no pueden ser utilizados en otras actividades.
Esta situación, es muy compleja cuando los yacimientos están ubicados en una zona costera que se ve directamente impactada por toda la actividad socio productiva vinculada con la minería. Esto ocasiona daños directos a los recursos renovables que poseen los territorios, como consecuencia de la explotación de un recurso no renovable, del cual no podrán disponer las futuras generaciones y en otros casos, como en la pesca, el agotamiento del recurso tiene lugar prácticamente de forma paralela, en un plazo muy breve, por la desaparición de las condiciones naturales que facilitan su existencia.
Cuando los complejos mineros se ubican en zonas de fragilidad ambiental, con ecosistemas ricos en biodiversidad como son los casos de la minería artesanal en Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, Venezuela, Chile o la gran minería de Chile, Brasil o Cuba se pierden importantes espacios que afectan la calidad de vida de los habitantes de dichas regiones . Esto afecta la posibilidad de que las generaciones actuales y las futuras puedan disfrutar de los valores tangibles e intangibles de los paisajes degradados. Se pierde como entidad material y como memoria histórica, sin que lleguen a formar parte del patrimonio que la minería deje como alternativa de surgimiento de nuevas actividades socioeconómicas a las presentes y futuras generaciones.
En segundo lugar, ha provocado importantes cambios ambientales y ecológicos que afectan la diversidad de la flora y la fauna autóctonas en las áreas directa e indirectamente impactadas. Es muy importante este grupo de impactos porque en Iberoamérica la minería se desarrolla en regiones de extraordinaria biodiversidad como es el caso de la Amazona y cercana a importantes cuencas hidrográficas, y en otros casos como consecuencia de los cambios se producen daños de consideración a la sociodiversidad que constituyen barreras inmediatas para el logro de la sustentabilidad.
En el caso de Moa las plantas beneficiadoras están situadas en una zona posee un extraordinario potencial asociado a los manglares rojos del litoral y a la barrera coralina situada al norte del territorio y que es el asentamiento de miles de especies pertenecientes a los ecosistemas de estos y refugio permanente de aves migratorias.
En tercer lugar, es necesario referirse a los cambios que se producen en la economía del lugar como consecuencia inmediata de la infraestructura vinculada directamente con la minería y la existencia de sectores productivos que trabajan para garantizar insumos y servicios para las empresas del sector. En este sentido, se puede hablar de los aportes a la economía nacional referidos en el PIB, la creación de empleos directos e indirectos de servicios para la industria que promueven un desarrollo local.
Como consecuencia de estos cambios aparecen importantes instituciones científicas y sociales comunitarias como son los centros de investigación y las universidades que promueven el conocimiento científico y se convierten en una fuente permanente para el crecimiento de la economía. Este es precisamente el núcleo de la percepción de la sustentabilidad que defendemos en la minería, cómo ella contribuye al desarrollo de la comunidad, cuáles son sus aportes en la creación de una infraestructura socio económica a partir de los recursos que genera.
Sin embargo, un fenómeno de relevancia para el logro de la sustentabilidad lo constituye la homogeneización económica que ocasiona y que se convierte en una amenaza para el logro de un desarrollo sustentable. Este proceso produce un efecto negativo en la medida en que toda la comunidad se pone en función de la minería a la vez que desaparecen renglones económicos tradicionales que constituían el fundamento de un tipo de diversidad cultural que, indudablemente, debe constituir un nicho para el surgimiento de actividades alternativas ante el agotamiento de los recursos minerales en los yacimientos actuales.
La experiencia internacional demuestra que esta es una situación típica de los países en desarrollo, donde la ausencia de sistemas integrados de formación de recursos humanos imposibilita crear complejos industriales donde se desarrollen economías cerradas que sean capaces de utilizar todos los residuales que producen las plantas beneficiadoras y las metalúrgicas. Además, de ser prácticamente imposible pensar en la diversificación económica sobre la base de la utilización de otras fuentes socio productivas por la falta de capitales de todo tipo para emprender proyectos integrales. Esto ha convertido, en el Sur, a las zonas mineras en verdaderos cinturones de pobreza con profunda fragilidad social y ecológica.
En este sentido se asume como válido el análisis que ha realizado Carlos Delgado, por considerar que refleja en su totalidad la realidad minera: “Formas ancestrales del hacer la vida humana desaparecen, envueltas en un constante proceso de homogeneización y creación de dependencias. La vida cotidiana se subvierte mediante la destrucción de las formas de vida y la instrumentación de un modo único de realización de la vida” (Delgado, 2004:11-12)
En la actualidad, un problema muy crítico que complica aún más el panorama ambiental, en el caso de estas regiones, lo constituye la homogeneización de un tipo de formación de recursos humanos dirigidos a oficios y profesiones típicamente mineras que constituyen una barrera para el surgimiento de actividades económicas alternativas que se conviertan en la base de una imprescindible diversidad económica necesaria para que las comunidades mineras lleguen a ser sustentables.
Esta problemática se hace aún más compleja con la llegada de la revolución industrial del siglo XVIII, indudablemente el inicio de una carrera desenfrenada de dominio del hombre sobre la naturaleza, que será mayor en la misma medida que aumenta el conocimiento científico y las sucesivas revoluciones industriales – que más tarde adquieren la denominación de revolución científico-técnica resultante de la interacción del binomio ciencia-tecnología -, que ponen en manos del hombre medios de producción capaces de someter bajo el imperio de los intereses humanos a la naturaleza en un espacio de tiempo increíblemente inferior.
La ciencia y la tecnología al servicio del hombre, en un modelo histórico de sociedad dominante, han dotado a este de un poder que parece indetenible, dentro de sociedades marcadas por un egoísmo sin par, donde la obtención de ganancias, sin importar límites humanos o naturales, se ha convertido en el imperio de la razón.
La revolución industrial, como afirmamos anteriormente, pero, especialmente, la revolución científico – técnica han cambiado radicalmente todos los paradigmas del mundo del hombre, en tres direcciones fundamentales. Inicialmente el conocimiento humano, la vida cotidiana como proceso material de vida, y la vida cotidiana como proceso espiritual de vida. Para este análisis se asumirán los presupuestos teóricos de Carlos J. Delgado de la Facultad de Filosofía de la Universidad de la Habana y que servirán como referencia metodológica para caracterizar la minería.
“El conocimiento humano generado desde la ciencia […] ha dejado de ser un saber estrechamente unido a las formas comunitarias de vida, para erigirse en un nuevo […] instrumento de dominación de lo humano y lo natural por el hombre o […] por algunos hombres”. (Delgado, 2004:10).
Es muy valiosa esta referencia de Carlos J. Delgado para comprender cómo los grupos de poder, en los países centrales, los que dominan el desarrollo científico tecnológico, a su vez controlan la economía mundial y las formas de construir una cognición puesta al servicio de las transnacionales que saquean a un mundo cada día más dependiente de la ciencia y la tecnología.
Además sirve de punto de partida para entender innumerables manifestaciones asociadas al desarrollo aparecidas con la modernidad, donde además el desarrollo científico tecnológico ejerce una influencia decisiva en los métodos y las formas de hacer ciencia. Un desarrollo que solo está al alcance de los países más desarrollados (Delgado, 2005:318-319).
Pero la visión tradicional de la ciencia, que había generado la creencia de que todo se podía resolver con la aplicación de los adelantos científicos y tecnológicos a comenzado ha quebrarse. Este optimismo llegó a su máxima expresión en la consideración de que la ciencia y la tecnología tenían un desarrollo autónomo con respecto al control social y a la interferencia de los gobiernos (Osorio, 2005:3).
Este optimismo inmediatamente comienza a ser cuestionado, situación directamente relacionada con una serie de desastres vinculados con la ciencia y la tecnología que provocan la eclosión del movimiento ambientalista en la década de los 60 del siglo XX. La ciencia pierde su escudo de benefactor incondicional de la humanidad, con la certeza de que se va haciendo cada día más notoria, la necesidad del control público en ciencia y tecnología.
Entre los problemas que ocasiona el desarrollo científico tecnológico, a pesar de que este no es ni remotamente la única causa del mismo, se encuentra el problema ambiental.
“Como proceso material, la vida cotidiana ha sido dotada por la ciencia, de nuevos instrumentos que potencian las capacidades humanas, cambian la vida de las personas, a la vez que la hacen dependiente del conocimiento y de los nuevos productos del saber […]” (Delgado, 2004:11-12).
Evidentemente estos nuevos instrumentos producen una percepción totalmente diferente de la vida. Se trata no solamente de un cambio en el modo de producir, en la manera en que el hombre extrae las riquezas a la naturaleza, sino en el cambio de percepción que significa una relación totalmente dominadora del hombre con relación a su entorno natural.
Este proceso que día a día va destruyendo las “formas ancestrales del hacer la vida” – a decir de Carlos J. Delgado – deja a las comunidades más apegadas a estos saberes milenarios, muy vinculados a un conocimiento empírico de la naturaleza, en desventaja ante el empuje homogeneizador de la cultura occidental, que no reconoce otra cultura más allá de los límites establecidos por sus ideólogos.
En América latina, por ejemplo, estos procesos han desaparecido del continente a culturas aborígenes con saberes bien arraigados en costumbres ancestrales, primero ante el conquistador español y portugués y ahora ante los nuevos colonizadores económicos con sus poderosos medios tecnológicos y su “única cultura”, llevada por los medios de información y comunicación e impuesta a través de los valores de una monocultura que impone estilos de vida, espiritualidad y hasta un intelecto que responden a intereses moldeados a través de una industria cultural apoyada en los grandes medios de dominación tecnológica que impone la modernidad.
Continuando con la lógica de análisis de los paradigmas impuestos en la modernidad como consecuencia de la revolución científica – técnica veamos la subversión del mundo del hombre como proceso espiritual. En este caso “la vida cotidiana se subvierte mediante la destrucción de las costumbres y la instrumentación de un modo ideológico único de realización de la vida” (Delgado, 2004:11-12).
A todo ello sería necesario agregar que a partir de la Segunda Guerra Mundial en el desarrollo científico tecnológico aparece, como resultado del desarrollo de la ciencia, la técnica y la tecnología, la tecnociencia, un proceso en el cual se imbrican dialécticamente la ciencia y la tecnología de forma tal que no se puede hablar de avances científicos sin progresos tecnológicos y viceversa.
Es evidente que esta situación constituye una agresión a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones, un fenómeno que es apreciable en numerosas regiones mineras de América, especialmente en países de la región andina donde la pequeña y gran minería ha destruido prácticamente culturas milenarias que constituían un importante acervo cultural de nuestra rica historia.
Llegamos a la conclusión que la realidad minera es verdaderamente controversial por sus características y por los actores involucrados en ella lo que provoca percepciones totalmente diferentes en cada uno de estos. En este sentido continuaremos el análisis de las características generales de la minería reflexionando sobre estas y la ética del minero lo cual constituye, evidentemente, un punto de inflexión en la búsqueda de la sustentabilidad.
Conclusiones
- La minería, como todas las actividades antrópicas, ocasiona impactos negativos y positivos sobre el medio ambiente. La cuestión que tienen que resolver los empresarios y los actores políticos y comunitarios es cómo minimizar los negativos y de qué forma hacer que los positivos se conviertan en una fuente de elevación de la calidad de vida. Para ello, evidentemente, es necesario la existencia de sociedades participativas, donde la existencia de ciudadanos reales permita la participación de la ciudadanía en la construcción de alternativas sociales y productivas.
- Los recursos que la minería produce en las diferentes etapas, desde el conocimiento minero geológico, hasta la creación de sitios de interés patrimonial constituyen alternativas para la existencia de un desarrollo que contribuya a la sustentabilidad, si se gestiona adecuadamente respetando la diversidad cultural de las comunidades.
Referencias
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- Delgado, C. Hacia un nuevo saber. La Bioética en la revolución contemporánea del saber. La Habana, 2004. (Texto en edición). 289p.
- Delgado, C. Efectos del Desarrollo Científico – Técnico: Sensibilidad pública, Conocimiento y Riesgo. En: Valdés, C. Selección de Lecturas. Ecología y sociedad. La Habana, 2005. (Texto en edición). p.314-338.
- Espí, J. Las políticas de un sector minero integrado con el desarrollo del país. Canteras y Explotaciones (España), Año XXXI, No.376, p.50-56, 1999a.
- Espí, J. Los minerales como recurso natural. Tecno Ambiente (España), Año IX, No.89, p.37-41, 1999b.
- Espí, J. Nuevas herramientas para el análisis y planificación de la gestión de la calidad ambiental en el aprovechamiento de los recursos naturales no renovables En: Villas Boas, R., Page, R. La minería en el contexto de la ordenación del territorio. Río de Janeiro: CNPq/CYTED, 2002. p.347-356.
- Mateo, J., Suárez, C. La ciencia y la tecnología en el debate ambiental. En: Guadarrama, P., Suárez, C. Filosofía y Sociedad. Tomo II. La Habana: Ed. Félix Varela, 2000. p.720-741
- Osorio, C. Ética y educación en Valores sobre el medio Ambiente para el siglo XXI. http://www.campus-oei.org/valores/boletin11.htm – 06/15/2005
- Otaño, J. Introducción a la especialidad de minería. La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1984. 52 p.
Por: Juan Manuel Montero Peña
Fuente: Revista Futuros Nº 13 año 2006 Vol. 4
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