Ética y Estética de la Prevención
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- El 28 marzo, 2005
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No puedo esconder que en estos últimos años las circunstancias en que se desenvuelve la prevención de riesgos laborales en nuestro país me obligan a vivir en una profunda contradicción. Mientras los avances han sido notorios y muchas empresas han sido capaces de integrar de manera eficaz la prevención a sus estrategias de calidad y eficiencia en el trabajo, con un creciente compromiso y responsabilidad social, la gran mayoría de empresas, sobre todo pequeñas y medianas viven en la inopia de lo que representa la aplicación de nuestro marco reglamentario, que lo ven como una carga impositiva que poco aporta a los intereses empresariales. Aunque procuro estar en frecuente proximidad con las empresas excelentes, sinceramente ya no sé si por seguir aprendiendo de ellas o porque mi ego necesita mantenerse esperanzado validando las propuestas que hace años venimos pregonando; mi conciencia me confirma el fracaso colectivo en la creación generalizada de una cultura de empresa basada en valores humanos y una eficaz contribución a la misma de la prevención. En un mundo tan desequilibrado es como pensar que la pobreza está disminuyendo, cuando las diferencias entre ricos y pobres, que siguen siendo mayoría, se están acentuando.
Los prevencionistas, aunque trabajemos con competencia, ilusión y método, tres elementos fundamentales en todo proceso de cambio, no estamos logrando convencer a esa mayoría de empresas desorientadas, cundiendo cierta desesperación. ¿Dónde puede estar la explicación a tanta dificultad?, ¿será la aun limitada cultura preventiva del país?, ¿será que no dominamos los conocimientos y el arte de seducir a nuestros empresarios?, ¿son éstos tan inconscientes de los peligros de actuar al margen de los valores humanos y sociales que corresponden a la empresa como parte de la sociedad cívica?, ¿es tal vez la precariedad en el empleo el factor determinante?, …y así, un largo etcétera. Pude ver luz a algunos interrogantes hace ya algunos años, en la primavera del 96, cuando impartía un seminario experimental sobre sistemas integrados de gestión para directivos de pequeñas empresas de las comarcas del Ebro al sur de Cataluña, lugar donde nací y del que conozco bien su sector empresarial, y que las seleccioné por su buena imagen. Pretendía aprovechar las experiencias positivas de aquellas empresas para introducir de la mejor manera posible la prevención, pero bien pronto descubrí que aquellos directivos, sin conocimientos sobre la nueva reglamentación preventiva y aun sin una modalidad preventiva específica, estaban en su mayoría comprometidos de diferente manera con tres asuntos afines de importancia capital, las personas, la calidad, y la innovación. Tal vez por eso voluntariamente habían respondido a mi invitación, que por cierto no les representaba coste económico alguno, aunque requería un esfuerzo de dedicación en cuatro fines de semana completos. La última sesión fue una visita a una de las empresas representadas en el curso y que elegimos entre todos, precisamente por su excelente reputación. Se trataba de una pequeña empresa productora de arroz de siembra (Semillas Castells). Cuál fue mi sorpresa al comprobar paradójicamente que la prevención de riesgos funcionaba eficazmente, (se revisaban sistemáticamente los lugares de trabajo, se analizaban los incidentes, etc.) y los trabajadores tenían una percepción muy satisfactoria de su trabajo, sin una política específica en esta materia, simplemente porque con el compromiso de la dirección y la ayuda de su asesor laboral (un buen profesional sin formación específica en prevención), habían implantado el trabajo en equipo y formas de trabajo altamente participativas con reuniones sistematizadas. La consideración a los trabajadores y el respeto a los principios éticos en el trabajo había sido determinante para que la prevención se desarrollara por mutuo acuerdo de manera natural e integrada. Llegué a la conclusión que una PyME necesita irremisiblemente ayuda externa para evolucionar, pero la prevención surge casi espontáneamente cuando se persigue la eficiencia y la dignidad en el trabajo, contando con las personas. Parecía que la prevención como tal era más un resultado que el origen de una política de empresa, y esto no es una excepción.
Sin desmerecer nuestro marco reglamentario en P.R.L., sino todo lo contrario, ya que aporta los elementos necesarios para su eficaz gestión, es difícil que éste pueda ser por si mismo motor de cambio en la empresa, el cual siempre va asociado a valores de competitividad, entendidos como necesarios. La reglamentación por amplia que sea se queda corta y nunca puede resolver todas las situaciones potencialmente conflictivas y predecibles en el trabajo. Por otro lado, la rentabilidad de la prevención de riesgos laborales, vinculada al incremento de intangibles, aun no está suficientemente considerada. Ahí tenemos mucho que hacer para asumir plenamente el lenguaje empresarial; aunque tampoco deberíamos caer en la trampa de justificarlo todo en términos monetarios. Como tampoco se ha de condicionar la competitividad a una pérdida de valores éticos o de la necesaria cohesión social. Las actuaciones que generan más satisfacción interior, incluidas también las del trabajo, son de difícil traducción en términos económicos. Tampoco el hermoso árbol debajo del cual escribo estas líneas da frutos comestibles, pero su sombra en el calor del verano es divina.
Aunque pueda parecer contradictorio a la vista de los resultados, cada vez son más en número y peso los que interactúan para que las empresas evolucionen en una misma dirección, la del respeto a los principios éticos en sus relaciones, exigidos con creciente fuerza por la sociedad. La prevención y en general la atención a las condiciones de trabajo es precisamente una parte crucial de esa responsabilidad moral interna, que se fundamenta en la ética del trabajo, la que permite a las personas sentirse libres y desarrollarse humana y profesionalmente, aportando junto a su buen hacer, su creatividad. Algo que es esencial para el desarrollo sostenible de las propias organizaciones.
En nuestra aldea global cada vez ha de resultar más fácil descubrir la calidad de los comportamientos de las empresas, y más cuando éstos no sean honestos. La competencia, sindicatos, ONG, asociaciones de consumidores, … y la propias Administraciones, se van a cuidar de ello. Y los ciudadanos, bien informados, son al final los que han de tener la última palabra. De sus decisiones bien aprovechadas depende el futuro de las empresas y también de quienes las dirigen. Aunque sería utópico confiarlo exclusivamente a ellos.
El nuevo escenario en el que ha de moverse la empresa ha facilitado que el concepto de Responsabilidad Social se utilice ya de forma clara y abierta. El Libro Verde de la Comisión Europea habla de la misma como un factor de competitividad, y la OCDE lo presenta también como un nuevo elemento para la búsqueda de nuevas oportunidades empresariales. A la vista están también los índices bursátiles de empresas consideradas socialmente responsables que superan a los de las empresas convencionales. No obstante, debe romperse la dicotomía de considerar tal responsabilidad como un concepto “utópico” de lo que la empresa debiera ser, o bien en el otro extremo, utilizarse como un recurso estratégico al servicio de los intereses económicos o de determinados grupos de interés. La ética empresarial debería dirigirse hacia la potenciación de aquellos espacios de decisión donde sea posible una conducta moral, procurando que no entre en clara contradicción con lo económicamente rentable desde la perspectiva siempre del medio y largo plazo, aunque muchas veces actuar éticamente pueda ir en contradicción del oportunismo inmediato de negocio. La búsqueda constante de la integración entre beneficio económico, beneficio social y medioambiental, lo que se denomina en el léxico empresarial, las “tres P”: People, Planet , Profit, permite afianzar una posición de mayor estabilidad para la empresa, en un medio de gran vulnerabilidad, expuesta a un mar continuo de riesgos emergentes e incluso impredecibles.
La ética del trabajo, con los valores universales que las personas compartimos, está en la esencia de la acción preventiva, a potenciar más allá de lo estrictamente reglamentario. Situándola en el eje del punto de mira, la prevención será más fácilmente entendida y desarrollada. Pero, ¿cómo lograr que la prevención avance significativamente en cada empresa con la que nos encontramos?. De la manera más natural posible, asentándola evidentemente sobre principios éticos consensuados y controlando su cumplimiento, integrándola a los otros sistemas de gestión con actividades sencillas, didácticas, y de implantación gradual, pero sistematizadas, para que todos puedan descubrir sus ventajas y su contribución a los intereses personales (liderazgo, confianza, profesionalidad, etc.) y colectivos. En fin, todo un conjunto de aspectos positivos a aprovechar que conformarían lo que se podría denominar el atractivo o la estética de la prevención, que representa también encontrar la mejor manera de aplicarla, adecuándola a cada organización y situación en particular, liberándola de normas excesivas y sobre todo rigiéndola por la transparencia y el diálogo. Ese marco de diálogo continuo y de búsqueda de entendimiento con todos los grupos de interés con los que la empresa se relaciona y que se construye para empezar, en casa, con los trabajadores, para poder llegar también mejor a los demás (clientes, proveedores, accionistas, administraciones y sociedad), y de esta forma, encontrar en cada momento y situación el equilibrio necesario para que nadie gane a costa de otros y que todos puedan sentirse en lo posible beneficiados.
Ética y estética de la prevención, como fondo y forma, constituyen un cuerpo indisoluble, necesario para la concreción de los principios éticos en acciones preventivas y de responsabilidad social. Es lo que ha de generar la confianza necesaria para que las personas y organizaciones puedan convivir en armonía y desarrollarse. Hemos de continuar persiguiéndolo. Los vientos hoy nos son favorables.
Manuel Bestratén
Jefe de Área de Condiciones de Trabajo
Centro Nacional de Condiciones de Trabajo
Instituto Nacional de Seguridad e Higiene
Fuente: www.prevencionintegral.com
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